Arzobispo de Lima

El centro de la fe es la justicia, el amor, la solidaridad, la vida

Tercer domingo de Cuaresma. Monseñor Carlos Castillo, Arzobispo de Lima, inició su homilía reflexionando sobre el tiempo de cuaresma y la importancia de “nuestro camino de conversión“.

Mencionó que la Iglesia nos quiere ayudar a comprender que los primeros en convertirse somos los propios creyentes, porque “como creyentes asimilamos a lo largo del tiempo una serie de costumbres que pueden ser algunas muy bonitas y otras pueden ser estrechas y hasta destructoras de nuestra fe y de la fe de los demás”.

Dios no castiga. Dios nos ama

Por otro lado, puntualizó que antiguamente se tenía la costumbre de asumir que las cosas malas que le ocurrían a la gente eran castigo de Dios: “A veces en situaciones difíciles en nuestro país cuando se desploman puentes, ocurren tragedias naturales, o se encierran personas y se produce un incendio y esas personas mueren, decimos ¡Castigo de Dios! ¿Se dan cuenta lo terrible que es esto? Poner a un Dios arbitrario, vengativo, que está todo el tiempo persiguiendo el pecado de las personas”.

Tenemos ese antiguo dicho limeño ¡Aplaca tu ira Señor! Felizmente ya no lo decimos tanto. Inclusive se ha llegado a decir que Santa Rosa de Lima se sacrificaba para calmar la ira de Dios; y hemos encontrado que Santa Rosa jamás habló de la ira de Dios, sino del amor de Dios”. 

El amor de Dios inunda en nosotros

Expresó que Jesús nos dice que todo mal es un desafío porque a través de nuestra responsabilidad se manifiesta la gloria del Señor, a través del amor y de la ayuda de quién es desvalido.

Gracias a Dios, hemos evolucionado en este pensamiento del siglo XVII y hemos dejado de afirmar eso ¡Calma tu ira, Señor! Hemos cambiado bastante los peruanos, porque ahora, cuando hay un problema o una tragedia, inmediatamente todos los peruanos decimos: hay que ayudar; y nos solidarizamos. Hemos evolucionado”.

Estamos cambiando la mentalidad donde el centro de la religión era al temor al castigo, a un Dios que está lejos, a un Dios el cual hay que develar. Y hemos aprendido desde el Concilio Vaticano II, pasando por los Santos Padres, y en especial ahora el Papa Francisco, de que Dios es amor y solo amor, y ese amor inunda en nosotros, nos llena los corazones y nuestras vidas de ánimo para ayudar a nuestros hermanos, incluso los que pueden ser pecadores para acompañarlos a levantarlos”.

Restaurar la dignidad de la mujer maltratada

En otro momento, el Arzobispo de Lima exhortó a dejar que el Señor obre en nosotros y estemos dispuestos a dejarnos convertir por Él escuchando su palabra.

Dios, en medio de nuestras confusiones religiosas, aparece diciendo que hay algo central: liberar a los pobres de sus opresiones, hacer justicia a los oprimidos, dar pan al hambriento, restaurar la dignidad de la mujer para que nadie la maltrate, defender al no nacido para que pueda nacer, hacer lo posible para que haya leyes justas y anticorrupción en el país. El centro de la fe es la justicia, el amor, la solidaridad, la vida”. 

Y nuestra religión, en medio de sus ritos y de su forma barroca, tiene que renacer el corazón más hondo del Espíritu de Dios que está metido detrás de nuestra religiosidad, que es el servicio amoroso al hermano. Y por eso es un día lindo porque el Señor nos da la oportunidad de hacerlo”.

Al final de la homilía, Monseñor Castillo bendijo a Abelardo Chauca y Luisa Linares de Chauca, padres de un seminarista que celebraban 35 años de matrimonio religioso.

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