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El fundamento de nuestra alegría es el amor – XIV Tiempo Ordinario

Este domingo XIV Tiempo Ordinario, la Iglesia de Lima se congregó para celebrar la Santa Misa presidida por el Cardenal Giuseppe Versaldi, Prefecto de la Congregación para la Educación Católica, quien visita nuestra país en su calidad de gran canciller de la Pontificia Universidad Católica del Perú y la Facultad de Teología Pontificia y Civil de Lima.

«Hoy ha venido a visitarnos uno de los grandes delegados del Santo Padre, el Cardenal Giuseppe Versaldi. Lo recibimos con alegría, porque sabemos que nos trae las palabras del Papa Francisco, y vamos unirnos en oración y vamos a rezar por todos los maestros, a quienes saludamos por el esfuerzo grande que hacen de seguir al maestro Jesús», comentó el Arzobispo de Lima y Primado del Perú, Mons. Carlos Castillo.

También estuvieron presentes en la celebración eucarística el Nuncio Apostólico en el Perú, Mons. Nicola Girasoli; el Obispo de Huacho, Mons. Antonio Santarsiero Ros; y el Obispo de Carabayllo, Mons. Lino Mario Panizza Richero.

Una alegría con razones profundas

«Las lecturas de hoy nos recuerdan que el Señor ha venido para alegrar a nuestro pueblo, el Señor ha enviado a su hijo para cumplir esa profecía: llenar de alegría a la gente, llenar de alegría al Perú, porque cree en nuestras capacidades y relaciones nuevas», expresó Mons. Castillo.

«En el salmo 65 escuchamos que toda la tierra aclama al Señor, porque está llena de felicidad, una felicidad que tiene razones profundas» – agregó – «Dios amándonos ha recreado nuestras poblaciones, convirtiéndonos de un pueblo donde rige la corrupción, se divide y pelea, en un pueblo que llega a corregirse por obra del amor de Dios y constituye lazos de amor y de justicia».

Nuestro pueblo, con la alegría del Evangelio, está llamado a florecer. Es como un agua que nos riega y nos hace crecer.

Para que nuestra alegría sea profunda, «el Señor nos habla hoy día a través de Pablo, y nos dice que no debemos de gloriarnos de las cosas que nosotros mismos hacemos, sino de la cruz de Cristo, quien se entregó por nosotros gratuitamente y ahí está el fundamento secreto de la alegría».

Una Iglesia misionera en camino

En otro momento, Monseñor Castillo señaló que el Señor nos sigue enviando por delante, nos manda de dos en dos, «y qué bonito que ayer hemos ordenado a Ricardo y Guillermo, de dos en dos, para que vayan a anunciar el Evangelio y podamos tener una Lima llena de alegría».

«Nuestra Iglesia es una Iglesia en camino, una Iglesia permanentemente en salida como dice Francisco» – indicó – «y tenemos que ser conscientes que vamos en situaciones muy diferentes, y muchas de ellas difíciles. Nos manda como ovejas en medio de lobos, no nos manda como leones en medio de lobos para acabar con los lobos, por el contrario, como ovejas, humildemente, con sencillez, tratando de comprender las situaciones, no imponiendo lo que pensamos».

Creer en un Dios que nos ama significa creer que, si somos amados, podemos compartir el amor que él nos da.

Es por eso que el reino de Dios es cercano, «está cerca a nuestras posibilidades, no es muy difícil, es cuestión de abrir el corazón para dejarse amar, introducir el amor en todas las relaciones, y esa capacidad de amar se obtiene por la fe».

La misión de proponer con amor

El Arzobispo de Lima explicó la importancia de ser discípulos misioneros que no impongan, sino propongan con amor las cosas: «es una tarea difícil porque a veces hay muchas cosas que quisiéramos corregir, pero tenemos que saber comprender antes de corregir, sino es una corrección de verdugos, no es una corrección de hermanos».

Al comprender esta gran tarea de los cristianos podemos establecer una conexión, un intercambio, «una sensibilidad mutua entre la Iglesia y nuestro pueblo, comprendiendo las nuevas situaciones».

«Oremos también para que nuestra Iglesia sea cercana y así el reino de Dios sea barato y cercano para toda nuestra vida. Alegrémonos de que crece el amor de Dios en el mundo, esa es nuestra tarea, es nuestra misión y para eso hay que inspirarnos en la fuerza del Espíritu Santo», concluyó.

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