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La fe madura por la oración y la práctica de la justicia – XXIX Tiempo Ordinario

«Para orar hay que tener fe» – comenta Monseñor Guillermo Elías – «la fe queridos no es automática ni dada para siempre, sino que la fe se alimenta, la fe crece, la fe madura tanto por la oración como por la práctica de la misma justicia en la que todos tenemos que comprometernos».

El obispo auxiliar de Lima comenzó su homilía recordando la convocatoria del Papa Francisco en el Día mundial de las misiones: «el Santo Padre nos decía que es importante dar un nuevo impulso a la respuesta misionera de toda la Iglesia, que sigue siendo relevante. Hoy se nos anima a superar la tentación de cualquier cierre autorreferencial y cualquier forma de pesimismo pastoral para abrirnos a la alegre novedad que el Evangelio de Jesús siempre tiene para nosotros.» – señaló.

«En este domingo mundial de las misiones, seamos discípulos para hacer discípulos, no conquistando, no obligando, sino testimoniando, poniéndonos en el mismo nivel que el que escucha, discípulos de los discípulos, ofreciendo con amor ese amor que hemos recibido», expresó.

Una fe que crece en la oración constante

Refiriéndose al Evangelio de Lucas (18,1-8), Mons. Elías explicó que en primer lugar aparece un «Dios que escucha, atento a la súplica de su pueblo». En ese sentido, el evangelista Lucas es «quien más insiste en el lugar que ocupa la oración en la práctica de Jesús y en la necesidad para los discípulos de orar constantemente».

¿Pero qué entendemos cuando escuchamos «orar constantemente»? – «a veces rezamos, pero no oramos, a veces nos quedamos en la repetición de frases hechas, pero cuesta confiar nuestro corazón a la acción de Dios» – explica Guillermo Elías.

No solo en el tiempo de Jesús había jueces inicuos o viudas que claman por justicia sin conseguirla, lo sabemos bien hoy entre nosotros con la situación que vive nuestro país.

Una fe que madura en la práctica de la justicia

«Para orar hay que tener fe» – insiste Mons. Elías – «la fe queridos hermanos no es automática ni dada para siempre, sino que la fe se alimenta, la fe crece, la fe madura tanto por la oración como por la práctica de la misma justicia en la que todos tenemos que comprometernos».

Timoteo (3,14–4,2) en la segunda lectura nos señala el camino de esa fe: «nos debe educar en la justicia, estaremos así preparados para toda obra buena»:

La fe no sólo es pedir, clamar, esperar, es también responder a esa esperanza que Dios tiene en cada uno de nosotros, así estaremos preparados para toda obra buena.

Compartir nuestra experiencia desde la oración

Por último, el obispo auxiliar de Lima hizo un llamado a «llevar nuestra experiencia desde la oración del monte a la vida que se transforma cada día; mostrar con la vida e incluso con palabras que Dios ama a todos».

«La vida entonces es una misión en esta tierra – prosiguió – estamos para testimoniar, estamos para bendecir, estamos para consolar, para transmitir la belleza de Jesús, y esto lo esperan muchísimos en nuestro barrio, incluso en tu propia casa, en tu propia comunidad parroquial: redescubrir lo esencial de la fe católica que profesamos».

La misión comienza con la experiencia de la oración y desde allí nos descubre hacia afuera un camino importante para todos.

«Salgamos de nosotros mismos con la esperanza que el Dios en que creemos espera de nosotros, espera de ti, espera de mí, espera de todos – dijo en otro momento – eso es lo que quiere Dios, edificar un mundo desde la oración que aún espera, que aún anhela, que aún necesita que se le anuncie a Cristo».

«Que este domingo nos edifiquemos en esta Palabra y seamos mejores. Así sea», concluyó.

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