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Saludo de Navidad del Arzobispo de Lima, Mons. Carlos Castillo

«Que Dios bendiga a nuestro país, a nuestra ciudad, y nos ayude a ser servidores como Iglesia para suscitar la esperanza de poder encontrar en cada ser humano, especialmente los más marginados y golpeados, los niños, los pequeños, las mujeres asesinadas, las grandes cantidades de migrantes que nos visitan, encontrar en la Iglesia y en nuestra ciudad, una ciudad acogedora capaz de encontrar esperanza para su vida», es el deseo del Arzobispo de Lima y Primado del Perú, Mons. Carlos Castillo en esta Nochebuena.

Saludo de Navidad de Monseñor Carlos Castillo – Arzobispo de Lima

Pueblo peruano querido, ciudad de Lima, hermanos creyentes y no creyentes, hermanos de todas las edades. Esta Navidad estamos unidos otra vez.

Los evangelios nos dicen que el día que nació Jesús había un censo y, por eso, los papás de Jesús fueron hacia la ciudad de David para empadronarse. Esto es muy importante porque un día de censo no era un día bonito para los más pobres, porque era un día muy controvertido en donde los emperadores habían intentado enterarse de todas las cosas que tenía la gente y, por esa razón, había muchas peleas, riñas y maltratos.

Que San Lucas nos diga en su Evangelio que Jesús nació un día de censo nos explica bien cómo nacen los pobres y como Jesús nace en medio de los pobres.

Ese nacimiento de hace más de 20 siglos ha marcado definitivamente a la humanidad, no sólo porque todos los seguidores de Jesús difundieron estas raíces profundas de pobreza que tiene el Dios que se reveló a través de la vida diaria de Jesús hasta que murió a los 33 años, sino porque además las cosas que decía y vivía Jesús testimoniaban una imagen distinta de Dios.

Todas las religiones, todos los pueblos buscan, y en su búsqueda caracterizan o dan ideas de Dios distintas, muchas de ellas interesantes. Todos los estudiosos de religiones dicen que en la religión siempre se unen dos cosas: la fascinación y el terror. Jesús al nacer quitó de la religión el terror y el temor, porque ante un niño nadie siente temor sino ternura, siente la maravilla de sentir que uno puede abrirse a Él para acogerlo, y así como el niño nace, también nos hace renacer a nosotros como personas y como pueblo.

Al venir Jesús, estamos llamados a perder el miedo, a llenarnos de alegría y a considerar que en Dios no hay temor, no hay temor en el amor porque el temor mira el castigo, en cambio el amor expulsa el temor.

El Dios de la Biblia, el Dios de los pobres, el Dios que se reveló a los hebreos y que luego se transmitió a toda la humanidad por la fe cristiana y por la Iglesia católica, es el Dios que nos invita a vivir en confianza, a apreciar y a comprendernos los unos a los otros. Por tanto, este día de nacimiento nos viene como una gracia, y regalar significa decir que yo soy un don para ti y tú eres un don para mí. Nosotros somos también un regalo, somos un don de Dios.

Nosotros los humanos no somos creados por interés sino por amor y, por lo tanto, hemos de conocer el don de Dios que somos, y el don de Dios que somos como pueblo, para constituirnos en un pueblo hermano capaz de crear fraternidad entre todos y construir una mejor vida como pueblo peruano y como mundo, el mundo actual que vive tensiones muy grandes, que descarta tanta gente, que margina a tantos seres humanos que anda migrando por el mundo como nuestros hermanos venezolanos, que viven en situaciones de pobreza, de marginación, en la Amazonía donde casi ya no hay sacerdotes, en donde tenemos necesidades en los lugares más amplios, más lejanos de la humanidad, atender a las poblaciones marginadas. Allí nace el Señor, y nos llama a todos nosotros a ser un don para ellos.

Esta Navidad el don de Jesucristo, del Niño Jesús, nos abre a nosotros a convertirnos en seres gratuitos, o sea seres generosos, capaces de generar una nueva vida y así renacer a una nueva forma de vivir.

Todos sabemos que el Perú pasa por momentos relativamente difíciles, pero esperanzadores, la verdadera esperanza estará dada y será posible si nos proponemos en convertirnos en dones al servicio del don del bien común para todos.

Por eso, invito desde nuestra Iglesia católica, y desde la comunidad católica de Lima, a que no seamos una Iglesia arrogante que compite con el mundo y compite con las demás religiones, ni que busca ser la primera ni que busca imponerse.

Que Dios bendiga a nuestro país, a nuestra ciudad, y nos ayude a ser servidores como Iglesia para suscitar la esperanza de poder encontrar en cada ser humano, especialmente los más marginados y golpeados, los niños, los pequeños, las mujeres asesinadas, las grandes cantidades de migrantes que nos visitan, encontrar en la Iglesia y en nuestra ciudad, una ciudad acogedora capaz de encontrar esperanza para su vida.

Dios bendiga nuestra ciudad. Dios bendiga nuestro país. En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. ¡Feliz navidad para todos y para todas!

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