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Arzobispo de Lima: «Dios nos perdona y nos acoge con su ancho corazón»

«Todos somos irradiados para tener la capacidad de amar, basta con que testimoniemos en Espíritu y en verdad que Jesús es la revelación del amor del Padre para que suscitemos en cada persona la capacidad de cambiar», dijo el Arzobispo de Lima, Monseñor Carlos Castillo, en la Celebración Eucarística por la Solemnidad del Sagrado Corazón de Jesús que presidió junto al párroco de la Iglesia de San Pedro, el Padre Enrique Rodríguez, los hermanos sacerdotes jesuitas, y la Compañía Misionera del Sagrado Corazón de Jesús.

«Celebramos al Sagrado Corazón de Jesús por medio de las redes, pero siempre con el mismo corazón que el Señor nos ha dado, ese corazón de carne que nos permite sentir, vivir y decidir, discernir y caminar en el Espíritu según el amor de Dios», expresó Monseñor Castillo al inicio de su homilía.

En el primer texto del Deuteronomio (7, 6-11), Dios aparece como enamorado de Israel, manifiesta el Arzobispo de Lima: «no era el pueblo más grande del mundo, ni el más numeroso, pero se enamoró de su pueblo y por ese amor lo defendió, lo liberó, lo llevó en alas de águila, lo sacó de Egipto».

Dios es amor y suscita en nosotros la capacidad de cambiar

«Ese Dios que promete no venir con ira, que no quiere acordarse de nuestros pecados sino que nos perdona, es el que hemos cantado en el Salmo 103, cuando se dice claramente – ‘Él perdona todas tus culpas y cura todas tus enfermedades’ – y eso no se lo dirige solamente a Israel sino a todo el mundo, a toda la sociedad. Es la pedagogía que, a través del Antiguo y del Nuevo Testamento, Dios hace progresivamente para que entendamos que finalmente la verdad está en que Dios es amor», agregó el Arzobispo.

El amor no consiste en que nosotros amemos a Dios, sino que Él nos amó primero y nos envió a su Hijo, es decir, nos amó gratuitamente, sin pedir nada a cambio, y suscita permanentemente en el ser humano, por medio de su Espíritu, la capacidad de amar. Es un Dios que comprende el extravío humano, por eso mandó a Jesús a que se hiciese uno de nosotros, menos en el pecado, y a partir de allí, sufrir el pecado, no realizarlo, comprender al ser humano y transformarlo.

En ese sentido, el Evangelio de Mateo (11, 25-30) es muy claro cuando el Señor nos dice: ‘Vengan a mi todos, todos los que están agobiados y cansados que yo los aliviaré. Vengan a mí que soy manso y humilde de corazón’ – «todos somos irradiados para tener la capacidad de amar, basta con que insistamos, con que testimoniemos en Espíritu y en verdad que Jesús es la revelación del amor del Padre para que suscitemos en cada persona la capacidad de cambiar».

El ancho corazón del Señor nos enseña a abrirnos a los demás con generosidad

Las palabras – ‘soy manso y humilde de corazón’ nos ayudan a explicar la «grandeza del amor de Dios, que nos acoge con su ancho corazón y nos enseña, gracias al Espíritu Santo que se nos ha dado, la capacidad de abrirnos a los demás, tener la misma anchura de corazón, la misma generosidad, la misma magnanimidad, llegar a acuerdos y abrir nuevas puertas, nos hace renacer de su corazón, porque es diferente al corazón mezquino con el cual muchas veces vivimos» – resaltó el Primado del Perú.

En otro momento, Monseñor Castillo señaló que los gestos de las personas que han ayudado a otros durante la pandemia, inclusive hasta la muerte, son también gestos del «ancho corazón de Dios», que no solamente está en Jesús sino en los ‘Cristos’ de nuestra historia, y hacen posible que veamos «que Dios vive en el Perú, que Dios nace y renace en el Perú a través de nosotros».

Haz, Señor que este corazón que tenemos se parezca a tu generosidad sin límites, a tu amor gratuito, para que convenzan con el amor y con el sabor del corazón de Jesús, la nueva vida que hemos de vivir en el próximo tiempo

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