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Arzobispo de Lima: «Cuando hay perdón nos recreamos y renacemos»

Monseñor Carlos Castillo, Arzobispo de Lima, presidió la Celebración Eucarística de este XXIV Domingo del Tiempo Ordinario: «El Señor nos pone ante una situación límite que requiere una enorme capacidad de repensar todo lo que somos, especialmente en los momentos difíciles en que estamos, en donde el perdón es una manera de ayudarnos mutuamente, no solamente a perdonar, sino a saber perdonar para educar, para poder construirnos como país, como personas, como pueblo que sabe hacer las cosas con proporción y justicia», reflexionó.

«En estas semanas, los evangelios de Mateo nos han ayudado a reflexionar sobre cómo la vida interna de la comunidad tiene que ser una vida basada en la corrección mutua, en el perdón, en el amor misericordioso de Dios», expresó Monseñor Castillo al inicio de su homilía.

En ese sentido, el discípulo Pedro ha sido parte de este proceso, madurando en el camino. Por eso, el Evangelio de Mateo (18,21-35) plantea, a través de Pedro, un tema difícil como el perdón: «muchas veces no perdonamos porque hemos sido maltratados, sentimos un deseo de justicia que puede convertirse luego en un deseo de venganza, y podemos quitarle la proporción a nuestro comportamiento y desesperarnos», señaló el Arzobispo.

El Señor persiste en perdonar, promover y recrear.

Ante la pregunta del discípulo: ‘Si mi hermano me ofende ¿Cuántas veces le tengo que perdonar?’, Jesús ofrece una respuesta que supera las expectativas de Pedro, porque quiere ensanchar su fe, enseñarle a no vivir estrecha ni mezquinamente. La expresión ‘hasta setenta veces siete’, es un símbolo para comprender que debemos perdonar incansable y extremadamente.

Ciertamente esto resulta muy difícil para nosotros, pero Monseñor Castillo recuerda que «el fundamento de todo está en que tenemos un Dios que nos creó por amor, y cuando nos recrea por Jesús, persiste en el don».

El perdón es persistir en donarse, persistir en promovernos, persistir en recrearnos, porque cuando hay perdón todos nos recreamos, renacemos, porque somos liberados de un peso, y entonces podemos caminar tranquilos.

Es tan difícil caminar por la vida cargando el peso de nuestras culpas, y por ello, el Señor viene a enseñarnos que el Reino de los Cielos no está en la estratosfera, manifiesta el Arzobispo de Lima: «el Reino de Dios se precipita en la tierra, para que al final nos reencontremos plenamente con Dios mismo, mientras tanto, en esta tierra estamos llamados a vivir profundamente con un corazón ensanchado».

Considerar al otro y tener comprensión de la situación para perdonar.

En la Parábola del rey misericordioso, Monseñor Castillo explicó que la deuda es perdonada debido a dos actitudes importantes: «en primer lugar, el rey se compadece al ver el dolor del deudor; pero también hay una cuestión de realismo, pues era imposible que una persona pueda pagar esa cantidad», agregó.

Pero la compasión no es un mero sentimiento, es una afección, aclara el Primado del Perú: «la compasión es tener comprensión de la situación, tener consideración del otro, tener consideración de dónde estamos, para resolver las cosas con cordura, con capacidad de ver qué es lo más conveniente, lo más adecuado, lo más justo».

Todos podemos aprender a perdonarnos, eso pertenece a toda la sociedad, y cuando hay errores o delitos tienen que investigarse y juzgarse, pero podemos también tener el ancho corazón de comprender las cosas de otra manera, y no azuzar las aguas para finalmente destruirnos.

En ese modo de comprender la compasión es posible tener «comprensión profunda de las cosas, para ver dónde hay que ayudar, y ésa es la actitud de este rey, que siendo una deuda grandísima es capaz de desprenderse, capaz de generar algo nuevo para este hombre», resaltó Carlos Castillo.

Todos hemos sido creados y reafirmados en el perdón.

A pesar de la actitud misericordiosa del rey, el deudor eligió actuar con mezquindad, sintiéndose ahora acreedor, juzgando y maltratando a quien le debía un monto insignificante en comparación con la deuda que le fue perdonada: «permanece como un niño caprichoso que no ha aprendido del don recibido», actitud con la que se niega a comprender la situación del otro, algo que nos ocurre muy a menudo: «¡Qué niños nos quedamos! ¡Qué egoístas aprendemos a ser muchas veces! Es hora de restañar heridas, comprendiendo que las situaciones no pueden resolverse con locura, sino con visión grande, con visión ancha», dijo el Arzobispo.

Todos podemos perdonarnos porque todos hemos sido creados perdonados, reafirmados en el perdón por medio de Jesús, que no se bajó de la cruz, sino que persistió en su amor, dándose a manos llenas a nosotros, incluso mediante su propia muerte, no se vengó, porque es un Dios que no está fijándose permanentemente en nuestras culpas, no está acusando, sino que tiene apertura, ancho corazón, ancha visión de las cosas, no mezquina, es un Dios generoso, magnánimo, longánimo, abierto, capaz de comprender y de promover.  

«El Señor pone a Pedro ante el Reino de Dios, ante el camino grande que tenemos que seguir todos, ante el bien común, ante ese país rumbo al bicentenario que soñamos, y que nos necesita para contribuir a hacerlo humanamente grande», subrayó Monseñor Castillo.

«Hermanos y hermanas, que la anchura de corazón de Dios, que sabe reconocer que todos podemos tener una oportunidad, nos llene a nosotros, y que la razón para actuar sea proporcionalmente y sin locuras, sin desesperación», concluyó Monseñor Castillo.

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