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El Señor nos llama a compartir para dar vida a los demás

«El Señor nos llama a tener una clara opción contra el ‘dios dinero’, tanto en el clero como en el pueblo, para centrarnos en el amor que Dios nos ha dado, en nuestra necesidad de compartir lo que tenemos, especialmente compartir para dar vida a los demás», es la reflexión del Arzobispo de Lima, Monseñor Carlos Castillo, durante la Celebración Eucarística de este domingo 18 de octubre en la Iglesia Las Nazarenas.

Comentando el Evangelio de Mateo (22,15-21), Monseñor Castillo explicó que el Señor tiene el propósito de esclarecer un punto con los fariseos y los herodianos: «estos dos grupos pertenecen a los sectores religiosos de Israel. Por una parte, están los fariseos, que son nacionalistas y no quieren que se atienda al poder romano; por otra parte, están los herodianos, que son pro-romanos», indicó.

Tanto fariseos como herodianos tienen en común el interés por el dinero: «éste es uno de los problemas más graves en nuestra religión, porque a veces el dinero se convierte en el centro de todo», manifestó el Arzobispo.

El Señor ve más allá y nos llama a salir del entrampamiento, dejando de pensar en los intereses personales, centrándonos verdaderamente en Dios y eliminando al «dios dinero».

Hoy vamos a unirnos en oración para agradecerle al Señor por su presencia, porque la relación con Él se basa en una sola cosa: gratuidad. Es el Dios que nos ama gratuitamente y no nos cobra.

Oración al Señor de los Milagros.

Padre bueno, tú nunca nos has desamparado, tú no rompes tu alianza,
la sellaste por medio de tu Hijo Jesús, Señor de los Milagros,
no por la fuerza de los clavos sino por tu misericordia infinita. 

Por Él nos salvamos de múltiples terremotos,
por su paciencia y cuidado de nuestras vidas,
acentúa la fuerza de tu amor entre nosotros,
tu pueblo peruano y los pueblos del mundo que sufren la Pandemia. 

Por la oración desde el corazón de tantos hermanos dispersos por el mundo,
da capacidad y fuerza a la humanidad, e inspírala en su responsabilidad para que, por tu misericordia extendida e irradiada, se detenga este terremoto viral. 

Sí Padre, tú prometiste a Abraham, tu amigo
que en él todos los pueblos de la tierra se bendecirían;
y por Isaac y Jacob, prometiste multiplicar su descendencia
como las estrellas del cielo y la arena de las playas marinas,
pero ahora Señor, nos ha azotado una plaga muy difícil de erradicar,
y siendo de los pueblos más pequeños de la tierra,
hoy estamos humillados y golpeados aún, sin muchas fuerzas,
y tememos por nuestro futuro, unidos al del mundo entero. 

Otra plaga, la del egoísmo y la indiferencia, la de la corrupción y de la ambición, también nos azota gravemente y deja que la otra corra más veloz. 

Hemos tenido que encerrarnos, y como en tiempos de Daniel, no tenemos suficientes buenos dirigentes ni profetas, ni jefes,
y no te podemos ofrecer ni homenajes, ni procesiones, ni ofrendas,
ni incienso, ni bandas, ni cantos en nuestras calles y plazas.
Ni un sitio donde ofrecerte primicias para agradecer tu misericordia. 

Padre, sabemos que mucho de lo que ocurre
tiene su origen en nuestra complicidad con el pecado,
con el mundo que corre tras el dinero como su dios
que descarta por doquier a los pobres sin techo ni aliento,
sin alimento ni trabajo ni amparo, y de allí que,
en tanto apuro por ganar, se desatiende
y debilita la salud de los más frágiles,
y crecen los males que nos acechan,
el pecado personal y social nos ha desbordado y está matándonos. 

Por eso Padre, acepta nuestro corazón contrito
y nuestro espíritu humilde, como si fuera nuestra procesión y nuestro homenaje. 

Que este sea hoy nuestro sacrificio, nuestro incienso y nuestro canto,
con el corazón humillado que tú no desprecias,
haz que sea agradable a tu presencia y nos sigas dando fuerza,
ánimo e inventiva, que solo cuando nos das tu Espíritu, se recobran.  

Queremos sí darte gracias por los milagros vivos,
de los hermanos que nos diste en todos estos meses,
los que nos esperan junto a ti en tu Reino
y los que aquí quedan para ayudarnos,
sabemos que se organizan
como ciudadanos voluntarios y como hermanos solidarios
comienzan a surgir de todas partes.

Ahora te seguimos de todo corazón,
te respetamos y buscamos tu rostro, a ti que nunca nos defraudas Señor. 

Que tu eterna piedad se ensanche Señor, y se haga oportuna y significativa,
y que un milagro de tu mano generosa nos resucite a una vida solidaria,
derivada de tu gran misericordia.

Líbranos con tu poder maravilloso y da a tu nombre gloria,
para que de la mano de tu Hijo Jesús, nuestro Señor de los Milagros,
resucitemos como Perú, ahora.  

Central telefónica
(511)2037700