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Jesús es la vid que supera la esterilidad y genera vida en la humanidad

En el Domingo V de Pascua, Monseñor Carlos Castillo, Arzobispo de Lima, hizo un llamado a vivir un cristianismo capaz de superar la esterilidad para generar vida, lazos humanos, personas dignas y felices que inunden de felicidad a la humanidad: «Es necesario que, en el proceso de la vida de una persona, de una comunidad, de una familia, de un barrio, de una región o de un país, nos ayudemos mutuamente a arrancar aquellos frutos o aquellas ramas que no permiten la fecundidad(…) Y uno de los grandes problemas que tenemos, inclusive en la Iglesia, es el veneno de la esterilidad, de una Iglesia rutinaria que solamente repite las cosas, que no sabe vivir los acontecimientos de la historia, vivir y caminar con la historia», reflexionó. (leer homilía completa)

Leer transcripción de homilía de Monseñor Carlos Castillo.

Comentando el Evangelio de Juan (15, 1-8), que narra la Parábola de la vid y las ramas, el Arzobispo indicó que el Señor nos prepara hacia la Pascua de Pentecostés comparándose con la imagen de la vid para alentarnos a comprender el camino de la resurrección y de la vida: «la vid es una planta, una enredadera con ramitas pequeñas que se llaman sarmientos. Para que un sarmiento dé fruto, necesita estar muy atada a todo el tronco y a toda la enredadera, porque de lo contrario, no le llega la savia del alimento que viene de la tierra, del agua y de la raíz», explicó.

Por eso decimos que Jesús es la vid, porque viene a traernos el ‘vino nuevo’ que alegra el corazón: «Dios vino para hacernos alegres, y para que en esa alegría aprendamos, reuniéndonos, la fuerza de la alegría, gozar plenamente de la fecundidad y de la abundancia», señaló Monseñor Carlos.

El objetivo de esta Parábola es ayudarnos a todos a comprender que ser cristiano no es ser una persona estéril, encerrada en sí misma, que se ahorra la comunicación y el fruto. Ser cristiano es superar la esterilidad con la fecundidad, generar vida, lazos humanos, relaciones, personas dignas, personas felices, inundar de felicidad a la humanidad.

Al recurrir a la imagen de la vid, Jesús también quiere explicarnos la importancia de los cuidados y los procesos que se tienen para que toda planta dé buenos frutos: «lo que quiere Jesús transmitirnos es el cuidado del Padre, ese cuidado sencillo que lo tenemos todos cuando nacemos, cuando nuestras madres nos acompañan, nos ‘apapachan’, nos reciben con alegría, nos ponen un nombre y hacen que seamos personas dignas, bellas, alegres, esperanzadas desde niños. Y que se puede interrumpir por el descuido, por la trivialidad, por la esterilidad de una vida encerrada en sí misma», manifestó el prelado.

Es necesario que, en el proceso de la vida de una persona, de una comunidad, de una familia, de un barrio, de una región o de un país, nos ayudemos mutuamente a arrancar aquellos frutos o aquellas ramas que no permiten la fecundidad.

Y para que seamos fecundos, Jesús nos pide que permanezcamos en Él, aseguró Carlos Castillo: «más que una orden, es una petición, es una recomendación profunda, un llamado profundo. A veces pensamos que Jesús es una especie de dictador que manda siempre las cosas. Jesús siempre sugiere algo que es para beneficio nuestro, y nos inspira por eso, porque en vez de mandar, Él se coloca en la misma actitud del Padre que cuida y que hace recomendaciones y consejos. Y el más grande consejo es: ‘permanezcan en mí y yo permaneceré en ustedes'».

Todos hemos sido creados a imagen y semejanza de Jesús, que viene a mostrarnos cuál es esa semejanza que podemos tener con Dios: el permanecer en el amor, atentos a desarrollar toda la capacidad de amar que tenemos.

El Arzobispo de Lima reiteró que Jesús nos invita a ahondar en las personas, a entrar en un camino de meditación para no hacer las cosas apuradas y derrochar esterilidad: «solamente la trivialidad, el no ahondar en Jesús, o el no ahondar también por parte de personas que no son tan creyentes, nos enferma. No se trata de ofrecer o hacer más cosas, sino hacer lo profundo que nos lleva a ser felices. Y es necesario que nos corrijamos, que el Señor nos ‘pode’ de las superficialidades, de las ligerezas, y sobre todo, de la frivolidad con que hemos tratado a nuestro país en este tiempo», precisó.

No hay desesperación que no pueda ser calmada por la meditación honda de lo que el Señor nos quiere revelar, el amor que todos llevamos dentro y que podemos realizar porque venimos de Él.

En ese sentido, Monseñor Castillo dijo que la preocupación de Jesús por la fecundidad se dirige al mundo y a la Iglesia: «no a un mundo estéril que lo único que hace es producir cosas en serie, eso puede ser interesante y útil, pero no estamos para producir, estamos para generar vida. Y eso requiere de parte de todos nosotros, convencernos de que, si la vida la vivimos infecundamente, estérilmente, no estamos siendo humanos ni tampoco cristianos. Y uno de los grandes problemas que tenemos, inclusive en la Iglesia, es el veneno de la esterilidad, de una Iglesia rutinaria que solamente repite las cosas, que no sabe vivir los acontecimientos de la historia y vivir y caminar con la historia», acotó.

Qué difícil es afirmar la generatividad en medio de tanta muerte y tanta destrucción, pero es posible hacerla porque la humanidad está necesitada de la fraternidad universal, de que seamos todos hermanos y entremos todos en el amor.

Por último, el Primado del Perú exhortó a que nos dejemos inspirar por el Señor para aprender juntos a salir de la superficialidad y de la frivolidad en la cual nos encontramos. También reconoció el rol fundamental de la ciencia en este tiempo de Pandemia:

«Tenemos en nuestras manos la posibilidad de ser fecundos y de hacer que un momento aciago se convierta en una gran oportunidad de vida para todos. Por eso, les quiero pedir a todos que vayamos a vacunarnos, no renunciemos a eso, la ciencia es importante, la ciencia ha hecho una labor fecunda e importantísima para ayudar a la gente. ¡Aprovechémosla! No le rehuyamos a una tarea necesaria para sanar. Y que así, en pronto tiempo, podamos empezar un nuevo camino para la humanidad», aseveró el Arzobispo.

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