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Corpus Christi: Jesús es el Pan del cielo para compartir, caminar y servir

En la Solemnidad del Corpus Christi, Monseñor Carlos Castillo, Arzobispo de Lima, presidió la Celebración Eucarística en compañía de los jóvenes y formadores del Seminario Santo Toribio de Mogrovejo: «Salimos en procesión con el Corpus Christi para recordar que somos parte del Cuerpo de Cristo. Jesús es el Pan del cielo para caminar y servir, para anunciar que Dios nos libera, que Dios no nos reprime, no nos destruye, no se venga de nosotros, sino que nos ama y nos alienta. Por eso es que salimos en procesión, para compartir el Pan de Jesús con la gente, para tener fuerzas y caminar por las calles anunciando el amor que el Señor nos ha manifestado», comentó durante su homilía. (leer transcripción de homilía)

Monseñor Castillo explicó que la Eucaristía instituida por Jesús y que narra el Evangelio de Marcos (14,12-16.22-26), incorpora un mensaje fundamental: ‘Tomen y coman, esto es mi cuerpo’, dice el Señor, que se da en comida como un símbolo, como un signo de que todo su ser está siendo entregado. Ante esto, el Arzobispo agregó: «El Señor no dijo: ‘Tomen esta es mi alma’. Él dijo: ‘Tomen este es mi ser’. Cuerpo significa todo, la totalidad del ser humano, por lo tanto, también su ser divino, el ser Hijo, el Hijo del Padre. Y sabemos que quien muere en la cruz no es solamente el hombre Jesús, sino también el Hijo de Dios», recalcó.

El gran misterio de la Cruz y de la muerte del Señor es que muere la Segunda Persona de la Trinidad, completa, encarnada. Ése es el misterio, alguien de Dios murió en la Cruz, no murió el Padre, no murió el Espíritu, pero sí el Hijo. Y por lo tanto, todo nuestro ser que ha sido acogido y vivido por Él, está penetrado de la misma capacidad de amar con la cual fuimos creados, a imagen y para ser semejantes a Dios. Jesús es el que nos hace semejantes a Dios a través de su entrega generosa, gratuita.

Cuando celebramos la Eucaristía, por lo tanto, rememoramos vivamente esa donación amorosa del cuerpo y el ser de Jesucristo.

Otro mensaje que escuchamos en la institución de la Eucaristía se da cuando Jesús toma en sus manos la copa, pronuncia la acción de gracias y la comparte con sus discípulos: ‘Este es mi sangre, sangre de la alianza derramada por todos’, dice el Señor.

Homilía de Monseñor Carlos Castillo – leer transcripción.

¿Por qué es importante esto? A través de estas palabras, Jesús establece una alianza gratuita e incondicional que no se basa en sacrificios ni holocaustos, es una alianza que se da por amor de Dios a nosotros. «En todas las religiones la gente ofrece sacrificios a Dios para que ‘calme su ira’. Y entonces nos apuramos todos a construir una salvación con nuestras fuerzas porque es la forma religiosa de reaccionar del ser humano ante todos los acontecimientos de la naturaleza a los cuales los endiosa. Y si en Jerusalén se ofrecía el sacrificio de la carne de machos cabríos, holocaustos y sacrificios enormes, es porque se temía a Dios y no habían entendido que ya Dios Amor se había manifestado desde Moisés, dando el pan ázimo como alimento para caminar, que es el signo de su amor gratuito», explicó Monseñor Castillo.

Estamos, entonces, en la inauguración y en la ostentación pública del don gratuito del amor de Dios realizado por el don de Jesús, para que todo el mundo se convierta en un don a través de los discípulos, testigos del don, lo cual quiere decir que es un don para ayudar a las personas, para ir a lo profundo de lo que les pasa.

El Arzobispo de Lima afirmó que la fe cristiana nos debe incentivar a recordar el don que somos y el don que hemos recibido por parte de Jesús, quien estando en condiciones sumamente adversas y pudiendo hacer alarde de su categoría de Dios, decidió confiar en la suscitación del Espíritu profundo del Padre para comprender la realidad y vivirla de otro modo: «Jesús, captando la situación difícil en medio de la adversidad, va a lo más profundo de su ser como Hijo y capta la necesidad que tienen sus discípulos de encontrar un norte y ver la necesidad de su pueblo, todo dividido, dominado por los romanos. Jesús decide que es mejor obedecer gratuitamente al Espíritu y donarse sin poner condición. Y entonces resulta un don y una esperanza para la humanidad», acotó.

Para cambiar las grandes situaciones históricas difíciles se necesita paciencia y aliento a que el Espíritu vaya ganando a la gente. El Pastor siente, aprende a sentir el camino invisible del Espíritu en sus ovejas y va captando por dónde va la gente.

«Por eso la fe cristiana aguanta, es la religión del aguante, del aguante del Otro – aseguró Monseñor Castillo – Y nosotros como pastores estamos llamados a seguir ese mismo camino».

«Que al caminar hoy día, en los patios del Seminario Santo Toribio, así como caminó Toribio por las montañas, por todo el norte y parte del sur, tengamos nosotros la capacidad de salir como pastores a visitar a nuestra gente, a mostrarle el Cuerpo del Señor en nuestro propio cuerpo», reflexionó el Arzobispo al término de su homilía.

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