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Carlos Castillo: «La Iglesia está llamada a ser samaritana y cercana con los desfavorecidos»

En su homilía dominical, Monseñor Carlos Castillo hizo un llamado a desaparecer, de nuestras vidas, toda religión de indiferencia. El prelado recordó que la Iglesia debe caminar, compartir y actuar de forma indetenible al servicio de los que más sufren: «Al igual que el samaritano, todos debemos estar dispuestos a caminar dejándonos interpelar por la sensibilidad hacia los que más sufren, imaginando nuevas formas de responder a los que están en situaciones difíciles, y haciendo desaparecer de la Iglesia la indiferencia.», reflexionó en su homilía.

Leer transcripción de la homilía de Monseñor Castillo.

Comentando el Evangelio de Lucas (10,25-37), que narra la Parábola del Buen Samaritano, Monseñor Carlos explicó que el pueblo judío tenía una concepción distinta del sentido de prójimo, abocándose solamente a la gente de su mismo pueblo. Pero Jesús quiere que estemos abiertos a reentender las cosas, a no quedarnos con los límites establecidos por las costumbres y las leyes:

«El centro de esta pregunta, ¿quién es mi prójimo?, también es algo que nos planteamos todos nosotros. Creemos que nuestro prójimo es el que está cerca y, entonces, si yo hago bien a mi familia, bien a mi hermano, bien a mis amigos, entonces, cumplo con la ley del Señor y con la ley del amor, que es la que une al Antiguo Testamento con el Nuevo Testamento. Y esto empieza a ser un problema porque, para amar a mi familia, entonces, tengo que despreciar a las demás; para amar a mi familia, a mi mundo, a los míos, tengo que hacer crecer a mi familia sin pensar en el resto. Esa costumbre también la tenemos los peruanos, especialmente en este mes de la Patria en que vemos comportamientos que muchos de nosotros tenemos, en donde nos interesa lo nuestro y no lo de los demás; o más serio todavía, nos interesa lo nuestro, pero no el país», señaló el arzobispo.

Ponernos en sintonía con este país herido.

Recordando el relato del samaritano, Monseñor Castillo dijo que la historia del hombre que fue asaltado y herido en el camino de Jerusalén a Jericó, representa también la difícil situación que venimos afrontando: «Tenemos un país al cual han asaltado, denunciado, molido a palos y, luego, nos han dejado un país medio muerto; y nuestras familias, nuestros intereses particulares, parecen correr como si no hubiera pasado nada. Seguimos nosotros buscando nuestras ganancias, nuestros intereses, nuestras ambiciones, especialmente, algún sector que ustedes conocen, a espaldas y en la indiferencia a este pueblo herido en el cual vivimos todos. ¡Herido gravemente!», afirmó.

En ese sentido, esta parábola ayuda a interpelarnos profundamente. «¿Todavía sigue siendo mi prójimo, solamente mi familia, mi mundo, mis proyectos, mi manera de pensar y de ver el país? O ¿estamos poniéndonos en sintonía con ese país herido, con ese pueblo sencillo y sufriente, por el cual muchos han ganado un cierto lugar en el país, pero, ahora que tienen posibilidad de ayudarlo, le cierran sus puertas y piensan solamente en sí mismos?», reflexionó el prelado.

Reeducar la pastoral de nuestra Iglesia y abrirnos a las periferias.

El Arzobispo de Lima reiteró que la Iglesia tiene la misión de pensar en aquellas heridas que no son atendidas: «Muchas veces, la Iglesia está pensando en que hay que salvar a la Iglesia y no ayudar a salvar a todos los que están sufriendo. Tenemos que dinamizar y abrir la Iglesia a todas las periferias, a todos los sufrimientos de la gente. En eso consiste nuestro Plan Pastoral: reconstruir la Iglesia de Lima, como manda el Santo Padre, para vivir su destino final con los que más necesitan; y cada parroquia, en el plan general que estamos planteando, tiene que buscar qué periferias, qué sufrientes, qué heridos del camino existen en su parroquia, para poder reeducar toda la pastoral».

Todos estamos llamados, interpelados por el Señor, para salir de nosotros y ver más lejos; no solamente el futuro, sino aquella realidad que me permite, algún día, llegar a ese futuro grande de la salvación y de la felicidad si es que toco las heridas y acompaño con la creatividad enorme del samaritano.

Indetenibles en el servicio a los que sufren.

El Evangelio de hoy es una invitación del Señor a tener la misma actitud del samaritano, que tuvo compasión, vendó las heridas del hombre y le dio posada: «El samaritano es creativo, indetenible en el servicio a los que sufren. Cómo quisiéramos ver que en toda nuestra Iglesia sea así; ya lo hemos estado haciendo con unos primeros pasos, con la Cáritas, con la ayuda mutua; pero necesitamos seguir ese camino, y necesitamos más creatividad para resolver juntos cómo ayudarnos», exhortó el Obispo de Lima.

Superar la religión de la indiferencia y colocarnos en el corazón de los que más sufren.

Meditando sobre la actitud de indiferencia del sacerdote y el levita con el samaritano, Monseñor Carlos pidió nuestro compromiso y apertura para desaparecer de la Iglesia la indiferencia: «Esta pregunta que nos hace el Señor, ¿quién se comportó como prójimo de aquel que estaba herido?, nos revela que hay un problema serio: una religión de la indiferencia. El Señor está denunciando a una religión indiferente, a una religión que prefiere llenarse de dinero y olvidarse del país; a una religión que organiza, inclusive, los actos religiosos simple y llanamente para favorecer su bolsillo. Nuestro Dios se ha colocado en el corazón de la herida de los heridos y nos llama a salir, a construir una Iglesia samaritana», precisó.

Caminar hacia Jerusalén y caminar también hacia la Resurrección, es caminar, primero, acogiendo a todos los que están desvalidos y redefiniendo nuestras vidas en función de ellos. No es posible que nosotros, primero, veamos el engorde de una situación eclesial cuando los otros sufren. ¡La Iglesia está para compartir!

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