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Mons. Castillo: Vivir un cristianismo de amor verdadero, fiel y entregado

«Tenemos que vivir un cristianismo vital, hondo, profundo, no solamente de grandes celebraciones. Tenemos que vivir un amor verdadero, no desesperado, fiel, entregado y, sobre todo, reconociendo humildemente nuestras faltas, nuestros pecados. Ese es el amor exigente del Señor que nos interpela y nos define como cristianos», es la reflexión que nos deja Monseñor Carlos Castillo en este Domingo XX del Tiempo Ordinario. (leer transcripción de homilía)

La Eucaristía celebrada en Catedral de Lima contó con la participación de los grupos representativos de la Iglesia y sociedad que participaron durante la Semana Sinodal: los migrantes, los jóvenes universitarios, las madres de las ollas comunes, los docentes, los empresarios, las mujeres, las comisiones pastorales parroquiales, entre otros.

Leer transcripción de la homilía de Monseñor Carlos Castillo.

El Evangelio de hoy (Lucas 12, 49-53) relata que, mientras Jesús está en camino con sus discípulos, dice las siguientes palabras: “He venido a traer fuego sobre la tierra, ¡y cómo desearía que ya estuviera ardiendo!” Pero, ¿de qué fuego está hablando? El arzobispo de Lima explicó que el Señor ha querido expresar su misión usando un lenguaje y unos símbolos particulares: «Quizás nos asusta un poco las palabras que dice Jesús, y, sin embargo, Él está usándolas para traducirlas a un lenguaje nuevo. El Señor utiliza el símbolo del fuego para decirnos que en sí mismo se va a cumplir ese fuego, que es el fuego del amor profundo, el amor no desesperado. Es un amor exigente que nos interpela y, sobre todo, nos define», indicó.

Ese bautismo que va a recibir y que hace mención Jesús, es al que estamos llamados todos a pasar en este mundo y en la sociedad peruana, irradiando el amor gratuito del Señor para participar a nuestra sociedad del amor de Dios, así lo aseguró el obispo de Lima. «El Papa Francisco nos recuerda que, en medio de una crisis radical, la sinodalidad en la Iglesia puede irradiar el amor a todo el mundo. Para eso estamos aquí, para generar fraternidad y amor humano alimentado por el amor de Dios. Y ese amor es un amor ardiente, un amor de fuego, un amor vital, un amor que nos define y nos hace profundamente comprometidos con esa tarea», agregó.

Este amor que nos define, reflexionó el arzobispo, es un amor que también nos convierte, pero «no es un amor que nos convierte en militantes agresivos para destruir este mundo», ni mucho menos «un amor melifluo, dulzón, tibio, que lo que hace es hacer componendas, consensos solo por interés que no tienen nada que ver con el amor del Señor».

El amor ardiente del Señor nos hace creativos y nos introduce en la historia para ver cómo la solucionamos y la arreglamos.

«De eso se trata – reiteró Monseñor Carlos – de definir y ser conscientes que, como parte del amor, eso puede llevarnos, incluso, al martirio, como ocurrió con la Iglesia primera que daba testimonio del amor de Dios. Esa es nuestra tarea, y si es a costa de nuestra vida, hemos de estar dispuestos. El martirio no se busca, el martirio se encuentra, pero en ningún momento vamos a dejar de anunciar el Evangelio a tiempo y destiempo con entrañas de misericordia», comentó.

El Señor ha venido a traer definición y claridad a nuestras vidas.

En otro momento, cuando el Señor dice que no ha venido a traer paz a la tierra, sino división; el arzobispo Castillo señaló que Jesús ha venido a traer definición y claridad a nuestras vidas, no a destruir a nadie. Y acotó:

«Cuando una persona es treja, cuando se es firme, leal, fiel; la persona define y todos empiezan a temblar, porque también tienen que definirse ante ella al ser interpelados. Tenemos que aprender esa tarea, sin creernos la divina pomada, ayudando a los demás a convertirse y a caminar juntos; no para entreverar las cosas y destruir con violencias y con lucha de clases aquello que el Señor nos ha prometido destinarnos a vivir como hermanos».

Jesús, en su definición y en la angustia que tiene, está esperanzado en que pueda derramar todo su ser por nosotros. Aprendamos a ser cristianos como Él nos ha enseñado, poco a poco.

Finalmente, Monseñor Castillo agradeció la presencia de los diferentes sectores de nuestra Iglesia y sociedad que participaron en la Semana Sinodal de Lima: «Es un honor, para nosotros, recibir a todos ustedes que forman parte de grupos sociales que, a veces no, están cerca de la Iglesia porque no hemos trabajado con ustedes en favor de ustedes; y a pesar de ello, se acercan y nos ayudan y nos dicen su palabra; y nos permiten, también, a nosotros, interpelarnos como Iglesia».

El Primado del Perú saludó la participación representativa de la Compañía de Bomberos Voluntarios «Cosmopolita», quienes celebraron su 145 aniversario: «Cuántos de ustedes han muerto por salvar las vidas de la gente. Por eso, a ustedes los preside el amor, el amor comprometido, decidido, efectivo, que se olvide de sí mismo para dar la vida por los demás. Y ese es el que nos va a salvar también como país en la situación terrible que vivimos, cuando, con franqueza, reconocemos nuestros errores y, desde nuestra debilidad, ofrecemos nuestra vida entera», destacó.

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