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Mons. Salaverry: «Necesitamos la salud y salvación que nos viene de Jesús»

«En medio de las situaciones de dificultad y de dolor, el Señor quiere quitar de nosotros los signos de muerte y de sufrimiento, para transformar nuestra vida y renovarla», es la reflexión que nos deja Monseñor Juan José Salaverry durante la Misa por la Nación que presidió en el Santuario Las Nazarenas.

El prelado precisó que debemos «esforzarnos por hacer bien las cosas a los ojos de Dios, cada uno desde nuestra función, con la responsabilidad y la misión que el Señor nos ha entregado».

La Misa por la Nación se ha celebrado en un contexto muy especial: el Señor de los Milagros vuelve a salir por las calles de nuestra ciudad dos años después de la Pandemia. Meditando en la lirtugia de hoy, Monseñor Salaverry afirmó que nuestro pueblo devoto acude a acompañar al Cristo Moreno para pedir la curación, el perdón y la solución de muchos problemas. Estas búsquedas de sanación también la tuvieron Naamán y los diez leprosos, que esperan la misericordia de Dios.

¡Jesús, ten compasión de mi!, gritan los leprosos en el Evangelio de hoy (Lc 17, 11-19). De igual manera, «nuestro pueblo hoy grita al Señor de los Milagros: ¡Ten compasión de nosotros! Nuestro pueblo está marcado por esa necesidad, pero mantiene viva la fe, como Naamán, el sirio, que buscó a alguien que le ayude a recobrar la salud (2 Reyes 5, 14-17). En este mes de octubre, nuestro pueblo busca al Señor para encontrar esa salud, paz y sanación que necesita, esa tranquilidad para poder desarrollarse y esa necesidad de Gracia que transforma los signos de muerte en signos de vida», expresó.

La obediencia al Evangelio antes que a nuestros propios intereses.

Como segundo aspecto, Salaverry explicó que tanto Naamán como los diez leprosos, encuentran la sanación obedeciendo al profeta Eliseo y a Jesús, respectivamente. Naamán tuvo que bañarse siete veces para recobrar la salud, mientras que los diez leprosos obedecieron a Jesús y fueron al templo para presentarse a los sacerdotes (en el camino se sanaron).

«Todos buscamos la salud, todos buscamos la vida, pero eso lo vamos a conseguir si tomamos el camino de la obediencia, de la obediencia al Evangelio y a lo que nos pide Jesús, de la obediencia a las cosas simples, a la sencillez de bañarnos siete veces en el Jordán para quedar purificados o de la obediencia de acercarnos al sacerdote, a la Iglesia, al Evangelio, para cambiar nuestra vida y para que esos signos de muerte se transformen en vida», exhortó el prelado.

Dirigiéndose a las autoridades presentes en la Misa por la Nación y a todos los fieles congregados en el Santuario Las Nazarenas, Monseñor Juan José aclaró que esta obediencia al Evangelio debe hacerse desde nuestros distintos oficios, como autoridades civiles, militares y religiosas. «Es una obediencia a Dios antes que a nuestros propios intereses, antes que cualquier ideología, antes que a nuestro propio beinestar», recalcó.

Agradecimiento y conversión: comprometernos con el Evangelio.

El obispo auxiliar destacó un tercer elemento en la liturgia de este domingo: el agradecimiento y la conversión. En el caso de Naamán, el sirio, la conversión es el signo de su agradecimiento; y en el caso de los diez leprosos, nueve de ellos se disgregaron después de pedir compasión, y solo uno (el samaritano) regresa para mostrar su agradecimiento y postrarse ante Jesús.

Solamente el hombre y la mujer agradecidos que se comprometen con el Evangelio, consiguen la salvación. Y para que el Señor nos salve, hay que cambiar de vida, hay que regresar como el hombre samaritano y ponernos al servicio del Señor.

Salaverry recordó que el agradecimiento a Dios «no se ve solo viniendo a escuchar misa», también es necesario «dejarnos transformar por el Señor, llevar una vida íntegra, siendo testigos del Evangelio con nuestra propia vida, una vida coherente con nuestros principios»

Antes de culminar, Monseñor Salaverry reiteró que nuestro agradecimiento al Señor debe ir acompañado por el compromiso de conversión de vida: «Es la coherencia de nuestros principios, de nuestros valores. Es nuestro testimonio como creyentes», reflexionó el prelado.

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