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Mons: Castillo: «Reconocer nuestros pecados y acoger el Espíritu del Señor»

En el Segundo Domingo de Adviento, Monseñor Carlos Castillo explicó que debemos abrirnos a la novedad de Dios y aprender a amar como Él mismo nos ama, teniendo los mismos sentimietnos de Jesucristo. «Preparemos este tiempo como un tiempo de esperanza en medio de la situación difícil en la que estamos. Podemos salir de todo peligro y toda situación difícil si es que renunciamos a nuestros propios intereses para poder acordar el interés común. Eso requiere de apertura, tanto reconocer nuestros pecados, como de ser hombres y mujeres nuevos, sellados por el Espíritu del Señor, el Espíritu ardiente, el fuego del amor que pulula en nosotros», comentó en su homilía.

Leer transcripción de homilía de Monseñor Castillo.

Reflexionando sobre la Primera Lectura de Isaías (Is 11, 1-10), el arzobispo de Lima recordó la promesa al pueblo de Israel, especialmente a la dinastía davídica, de donde vendría el Salvador. Esta promesa, explicó el prelado, «introduce en la humanidad un espíritu distinto, el Espíritu de Dios, que es sabio, inteligente, consejero y fortalecedor de las personas, que tiene sentido de ciencia y respeto por el Señor. Esa es la mejor traducción de la palabra “temor”, porque el Señor mismo dice que, en la fe cristiana, no hay temor, hay solamente amor. Y el amor expulsa al temor», indicó.

En alusión al Evangelio de hoy (Mateo 3, 1-12), el Monseñor Carlos afirmó que el llamado a la conversión de Juan Bautista debe interpelarnos a acoger el don del amor de Dios y reconocer nuestros límites, ceder ante las ambiciones de poder (como la de los fariseos y saduceos) y dejar de usar la religión para el interés personal.

Parte del proceso de conversión es tratar de respetar y ser justos como seres humanos, «organizar las cosas en forma justa y hacer posible que no nos destruyamos los unos a los otros». El Primado del Perú reiteró que el Bautismo en el Espíritu Santo y en fuego que anuncia Juan Bautista y nos da Jesús, debe inspirarnos a prepararnos en este tiempo de Adviento.

Una sincera conversión. ¡Todos somos hermanos!

«Den frutos», dice Juan Bautista. Sobre esto, el arzobispo de Lima aseguró que todos estamos llamados a una sincera conversión y no aparentar como que estamos en la fila de los arrepentidos. «¡Hay que hacerlo de verdad!», precisó.

A través de las palabras de Juan, también se esconden las palabras de Jesús. “Conviértanse, porque está cerca el Reino de los cielos”. Jesús es el que viene a traernos una noticia que está metida en el corazón de nosotros, pero que, a veces, nos es difícil reconocer: Dios es nuestro Padre, nosotros somos hijos y todos somos hermanos, los unos de los otros, y no tenemos derecho a destruirnos los unos a los otros. » Esto es La Revelación, esta es la entrada del Espíritu de Dios que nos hace hermanos, porque somos hijos del mismo Padre y nos da su propio Espíritu para que nos llenemos de capacidad de amar, aprendamos a amarnos en abundancia, nos reconciliemos de las situaciones más duras, aprendamos a ceder para el bien de todos», remarcó.

Preparar el Adviento arrepintiéndonos y acogiendo el Espíritu.

Monseñor Castillo señaló que es necesario aprender a tener una relación justa con los demás, por eso, en este Adviento debemos preparnos de dos maneras: 1) arrepintiéndonos de nuestros pecados, de los límites que tenemos, reconociendo que tenemos una serie de males a los cuales contribuimos muchas veces todos, porque todos somos pecadores. 2) acogiendo el Espíritu para ir siendo transformados por el Espíritu del amor gratuito de Dios Padre.

Charles de Foucauld: testimonio de amor por la gente sencilla.

Al cumplirse un aniversario más de la muerte de nuestro «hermano universal», San Carlos de Foucauld, asesinado en el África, el arzobispo Carlos resaltó la virtud de disponerse al Dios que lo encontró, lo sorprendió y lo transformó. «Lo sorprendió tanto que vivió en Marruecos, se dedicó a esa población, la amó con todo el corazón siendo una población musulmana y, además de eso, murió a consecuencia de un asesinato, lo mataron», explicó

Charles de Foucauld quiso dar testimonio como uno más y vivir humildemente en el desierto, acompañando a la gente sencilla.

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