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Misa por fallecidos en protestas. Llamado a la Paz y conversión

Unidos en espíritu y solidaridad a los familiares de las 49 víctimas fallecidas durante las protestas sociales en el país, Monseñor Carlos Castillo presidió la Eucaristía en la Basílica Catedral de Lima.

Desde el Altar, rodeado con las fotografías de nuestros compatriotas muertos, el prelado ha hecho eco de las palabras del Papa Francisco en su paso por el Perú: «No se dejen robar la esperanza», y afirmó que la «sangre derramada» de nuestros hermanos «no clama venganza, sino misericordia y paz, rectificación de comportamientos y conversión, para que termine esta tenebrosa y oscura espiral de violencia absurda e inaudita», expresó en su homilía dominical.

Leer homilía de Monseñor Carlos Castillo.

El arzobispo de Lima ha manifestado su consternación y dolor por la injusticia cometida contra los muertos y heridos que vienen dejando los conflictos sociales en el Perú. «A la Iglesia nos corresponde una reflexión fundamental, espiritual», entatizó el monseñor, precisando que «las investigaciones, las interpretaciones políticas, económicas y sociales, corresponden a otros ámbitos; nosotros no vamos ni a derecha ni a izquierda, ni a centro, vamos al fondo. ¡Y esa es nuestra misión!… todo puede perfeccionarse si se va al fondo de las cosas».

El obispo de Lima fue enfático al señalar que estas 49 muertes también han sido intentos de «matar al Señor Jesús, porque Jesús está en el rostro de cada víctima, y cada víctima representa también el rostro del Dios de los humillados, de los aniquilados, que en sus rostros dormidos pronuncian su palabra: ¡Paz!». Carlos Castillo denunció la actitud egoísta y ambiciosa de quienes «juegan con nuestra identidad, generosidad, sencillez e inocencia, y también pretenden burlarse para usarla por algún juego de interés y de poder».

Esta Misa la hacemos unidos a todas las iglesias de la nación y a los sufrientes con los cuales quisiéramos compartir su sufrimiento: familiares, hermanos policías, médicos y, sobre todo, la enorme cantidad de jóvenes que han sufrido la muerte. Nuestra Iglesia está unida a nuestro pueblo, porque el Señor la denominó “Pueblo de Dios”

Comentando el Evangelio Juan (1, 29-34) – leído esta mañana en quechua y en español – Monseñor Carlos explicó que el testimonio de Juan el Bautista, que distingue al Señor como Cordero de Dios que quita el pecado del mundo, debe inspirarnos para encontrar un camino de esperanza en medio de las situaciones urgentes: «Juan puso toda su fuerza y su iniciativa para ayudar a encontrar una salvación, y por eso, introdujo el bautismo de agua. Juan quiso colaborar con Jesús poniéndose a su servicio y, aunque no lo conocía, aceptó la novedad, la sorpresa de que, en una persona pobre y sencilla de Israel, Dios se iba manifestar», reflexionó.

«Esta mañana, el Papa Francisco ha dicho que Juan no manipulaba a sus discípulos, él invitaba a que fueran por su camino, reconocieran dónde tendrían que ir. Este el camino de la libertad, el camino de una educación que no se impone, sino que se suscita, que intenta comprender al alumno e intenta ponerse en su situación», puntualizó.

El Primado del Perú reiteró su llamado a no caer en la desesperación y comprender las cosas con hondura, a «mirar más ampliamente en medio de la adversidad y la dificultad» para conseguir la paz, el amor y la solidaridad universal».

Escuchar la voz del Señor en los silenciados.

Monseñor Carlos ha indicado que la actitud de espera y paciencia de Juan el Bautista debe ayudarnos a comprender que nuestra espera no puede ser violenta ni ajena al sufrimiento de los demás. Y agregó estas preguntas a su meditación:

¿Estamos esperando todos a Jesús, que está viniendo en los que vienen, viven y mueren? ¿Leemos su mensaje en la muerte de nuestros hermanos? ¿Cómo, nosotros, respetamos la presencia del Señor y escuchamos su voz en los que han sido silenciados? ¿Reconocemos la presencia en nuestra historia de la inmensidad de siervos sufrientes, que nos llaman, nos interpelan en cada acontecimiento, en cada muerte? ¿Consideramos realmente que todos los muertos son nuestros y que nadie nos libera de esta hermandad? ¿Estamos convencidos de que no hay muerto ajeno?

Jesús está presente en esta tragedia peruana.

En otro momento, el prelado aseguró que, en medio de la tragedia peruana que nos ha tocado vivir, Jesús está presente porque, a pesar de todos los males, el Señor nos muestra «que viene en todos los muertos por los que realizamos esta misa hoy día, porque ellos son similares al cordero degollado, ensangrentado, abaleado y calcinado. Y esos corderos hablan, nos interpelan, nos invitan a abandonar el camino violento, a proceder con inteligencia y verdad, a detectar a los que dan órdenes o consignas equivocadas propagadoras de la muerte, y a quienes han tomado decisiones equivocadas y están obligados a corregirlas».

En medio de nuestro dolor por la muerte de nuestros 49 hermanos asesinados estos días de diversas formas, ni ellos ni nosotros estamos solos, Dios está allí. 

Dirigiéndose a los responsables y cómplices de los sucesos violentos que enlutan a nuestro país, el arzobispo de Lima dijo: «A esos hermanos que han matado y se mueven perdidos como alma en pena irradiando más muerte, les decimos y los llamamos con el corazón estremecido de dolor, que la sangre derramada no clama venganza, su sangre clama misericordia y paz, rectificación de comportamientos y conversión, para que termine esta tenebrosa y oscura espiral de violencia absurda e inaudita», sentenció.

Dejémonos interpelar por las muertes injustas.

Monseñor Carlos recalcó que debe persistir la búsqueda de modos pacíficos de organizarnos para resolver las grandes demandas de cada región pobre del Perú. «No necesitamos liquidar el Estado que tanto ha costado construir y, al cual, siempre y actualmente se opusieron los intereses mezquinos y egoístas. El Estado peruano se formó a pulso con mártires fundadores de cada una de las instituciones y, por eso, están bien cimentadas», exhortó.

Nuestras víctimas no son un número anónimo, son los rostros humanos (muchos de ellos juveniles) de vidas cegadas por quienes, desde diferentes ángulos, nos quieren distraer de la esperanza.

Finalmente, haciendo alusión a «Los Heraldos Negros» de César Vallejo, el arzobispo Castillo añadió: «Intentemos concentrarnos en el sentido que tienen estas muertes injustas que nos interpelan para cambiar y procurar un país de hermanos que se comprenden y colaboran los unos con los otros. Que sus sufrimientos nos conduzcan a reconocer que sus caídas son las caídas hondas de los Cristos del alma que, para empozarse en lo hondo de nuestras almas, nos permita que todos volvamos los ojos, y sintamos que sobre nuestro hombro, nos llama una palmada y los podemos ver a los ojos, cara a cara, reconociendo al hermano, al pobre que, con su mirada desesperada, nos pide auxilio».

La Eucaristía de este II Domingo del Tiempo Ordinario contó con la participación de diferentes representantes de la Defensoría del Pueblo, Policía Nacional del Perú y Pastoral Juvenil de Lima.

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