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Cuaresma: Vivirla en comunidad y emprender el camino sinodal

Al iniciarse la Cuaresma, Monseñor Juan José Salaverry hizo un llamado a vivir este tiempo de conversión comunitariamente y emprendiendo el camino sinodal. «La Iglesia sinodal no quiere fieles adormecidos, a veces, por las tradiciones y sus costumbres. La Iglesia nos pide caminar hacia el norte, que es Cristo, abiertos y motivados por el dinamismo del Espíritu. Esa es la Iglesia que camina en la Cuaresma», expresó en su homilía.

La Santa Misa del Miércoles de Ceniza contó con la presencia de representantes de distintas hermandades y cofradías de nuestra Arquidiócesis, así como autoridades de la ODEC y de la AIEC, docentes, personal del Arzobispado de Lima y el Pueblo de Dios.

Monseñor Salaverry inició su homilía recordando que la Cuaresma es más que un tiempo de penitencia, de luto o de llanto; es un tiempo de conversión, como bien lo recuerda el profeta Joel, en la Primera Lectura (Jl 2, 12-18): «Vuélvanse al Señor Dios nuestro, porque es compasivo y misericordioso».

El obispo auxiliar de Lima afirmó que el camino de la Cuaresma es una oportunidad para «abrir nuestros corazones a la gracia y vivir con verdadero sentido», es decir, con un «corazón abierto a Dios y a los hermanos». En ese sentido, la penitencia, la limosna y el ayuno, son medios que pueden acercanos al Padre, a través de actos de generosidad y desprendimiento.

«La Cuaresma es un tiempo de gracia para tocar la trompeta y convocar a la asamblea, como ha dicho el profeta Joel. Todos los miembros de la Iglesia y el Pueblo de Dios, somos convocados a tocar la trompeta de la gracia y de nuestro corazón convertido», explicó el prelado.

Renovar nuestro espíritu y volver nuestros corazones a Dios.

Monseñor Juan José señaló que la Cuaresma no se puede «vivir a solas» o únicamente con nuestro grupo o hermandad. «Este tiempo hay que vivirlo comunitariamente para que, a través de las prácticas cuaresmales, podamos afinar nuestra humanidad, renovar nuestro espíritu y volver nuestros corazones a Dios.

La Cuaresma debe ser el camino ascendente hacia Cristo para contemplar el misterio de su Transfiguración y Resurrección.

En otro momento, Salaverry hizo eco de las palabras del Santo Padre en su Mensaje por la Cuaresma 2023: «Nos hará bien reflexionar sobre esta relación que existe entre la ascesis cuaresmal y la experiencia sinodal». Ante ello, el obispo auxiliar reiteró que en la Cuaresma recordamos el caminar del pueblo escogido por el desierto hasta llegar a la tierra de la promisión:

«En la Cuaresma nosotros caminamos, no orientados por Moisés ni por Josué (los patriarcas del Antiguo Testamento que orientaron al pueblo de Israel), sino por Cristo, para caminar hasta llegar a la verdadera promesa de la vida, a la promesa de la resurrección», indicó.

Reconocer nuestros pecados y sanar nuestras heridas.

Todos tenemos la posibilidad de renovarnos para dejar que el Señor «sane nuestras heridas y nos lave con el agua de la fuente de la Pascua», sin embargo, Monseñor Salaverry precisó que también es necesario «una confesión delante del Señor de nuestros defectos, debilidades y pecados».

La Cuaresma no nos puede adormecer en el letargo de hacer siempre lo mismo. La Cuaresma exige un cambio en el interior de nuestros corazones, en nuestros pensamientos y estructuras para poder entender bien lo que el Señor nos pide.

Nuestro obispo auxiliar advirtió sobre el riesgo de «adormecer nuestra fe» con tradiciones y costumbres lejanas a la realidad. «La gracia del Espíritu, a veces, rompe nuestra organización y nos pide que hagamos las cosas de manera distinta, porque el Señor no es el rito, Él no quiere los holocaustos de los sacerdotes del Antiguo Testamento que se mueven en el ritualismo legal, Él quiere un corazón quebrantado, un corazón dispuesto al cambio, un corazón abierto a la gracia», manifestó.

Sin espíritu de oración ni fraternidad, tendremos un corazón endurecido por las cosas que siempre hacemos, sin capaz de vivir lo que el Señor quiere que vivamos: un tiempo de salvación, favorable para nuestra conversión.

Finalmente, Monseñor Juan José habló sobre la importancia de las prácticas cuaresmales:

La limosna: nos pide una caridad auténtica, una actitud de solidaridad cristiana que debemos de tener con los que más sufren. La limosna es compartir la vida y gastarla por los demás (el mismo gesto de Jesús con nosotros que entrega su vida en la Cruz).

La oración: que debe ser una oración confiada y,al mismo tiempo, la aceptación del plan de Dios en mi vida, en medio de las dificultades que tengo, en medio de los problemas que sufro. Es una oración que mueve la generosidad, la misma generosidad de Cristo que, en la Cruz, pide el perdón por nosotros: “Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen”.

El ayuno: que es el ayuno de todas aquellas cosas que nos separan de Dios y de los hermanos. La Cuaresma es el tiempo de mi relación con Dios, de la Iglesia con Dios y la comunidad con Dios.

En este Tiempo de Cuaresma busquemos a Dios, no el protagonismo. Busquemos el protagonismo de Dios en mi corazón, para que Él nos ayude a cambiar.

«Que el Señor nos ayude a todos a vivir con sinceridad este Tiempo de Cuaresma, y que seamos capaces de poner en las manos de Dios nuestros corazones, nuestras vidas, nuestras conciencias, para que Él transforme con su gracia todo lo que necesita ser sanado en nosotros», es la reflexión que nos deja Monseñor Salaverry.

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