Cardenal Castillo: San José, hombre justo que no se apresura y espera en el Señor

Llegado el IV domingo de Adviento, el Cardenal Castillo reflexionó en torno a la figura de San José, «un hombre pacífico y de esperanza» que, perteneciente a la tradición de «los justos», supo esperar siempre en el Señor ante el misterio que María atesoraba, sin difamarla ni repudiarla, sino abriendo su corazón para comprender lo que acontecía.

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El arzobispo de Lima inició su homilía recordando que este IV domingo de Adviento se celebra de una manera doblemente especial: por un lado, el cierre del Año Jubilar iniciado por el Papa Francisco; y, por otro, el llamado del Papa León XIV en la Jornada Mundial de la Paz «hacia una paz desarmada y desarmante».

En este contexto, la homilía de hoy (Mt 1, 18-24) cobra mayor relevancia, principalmente, si profundizamos las actitudes de San José ante una situación límite como la que le tocó vivir: su esposa, María, estaba encinta por obra y gracia del Espíritu.

Esperar siempre en el Señor

El Evangelio define a José como “el justo”, vinculándolo con los anawim (“los pobres de Yahvé”), de quienes viene la fe cristiana. El Cardenal Castillo explicó que estas palabras tienen un peso histórico considerando que, en Israel, se llamaba «los justos» a un sector muy concreto de herederos de David que fueron expulsados de la dirección política y perseguidos junto con los profetas durante siglos, pero que “mantuvieron la fe y cultivaron las dimensiones más profundas del amor de Dios, aprendiendo a esperar siempre en el Señor”.

La crisis que afronta José, entonces, es un claro ejemplo de cómo podemos responder ante circunstancias adversas con capacidad de discernimiento, ponderación y paciencia. Su primera reacción no fue caer en la desesperación ni hacer cumplir la ley de la lapidación que dictaba en la época. José actuó con delicadeza porque, «en primer lugar, ama a María de verdad, quiere comprenderla y abrir su corazón a entender este misterio», indicó el Prelado.

El mundo actual nos exhorta rápidamente a reaccionar. La inmediatez de vivir en ‘tiempo real’ nos hace daño porque necesitamos paciencia para entender la complejidad de las cosas, generar esperanza y pacificar.

El Primado del Perú meditó sobre al acción inspiradora de Dios en José que, a través de un ángel, le revela que se está cumpliendo la promesa histórica anunciada tanto por el profeta Isaías como Natán: Jesús “es hijo de David” y viene a reinar desde una historia marginada y derrotada, desde los pequeños de Israel y no desde la lógica del poder.

El rol de José, por lo tanto, tiene un fundamento revelador: acoge a María por amor, se vuelve padre adoptivo y ayuda a que Jesús desarrolle la capacidad de ser Dios con nosotros. Gracias al acompañamiento de José y María – afirmó el arzobispo – “mantenemos esta comprensión de que Jesús no abandona”.

Finalmente, a la luz del modelo de la Sagrada Familia, el Cardenal Castillo apeló a los valores más importantes que hemos recibido en la vida familiar para superar las presunciones que nos impiden ver más allá de la ambición por el dinero y la mezquindad. “Lo que nos han dejado nuestros padres es la misma huella que dejó José en Jesús”, reiteró.

Cardenal Castillo con los acólitos de la Parroquia Nuestra Señora de Lourdes.

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