Cardenal Carlos Castillo: Mensaje de Navidad 2025

«Esta noche es para que acojamos a los pequeños y últimos de nuestro mundo, que nos dicen: ‘¡Abre la mano! Comprende y acompaña a la humanidad en su sufrimiento'», son las palabras del Cardenal Carlos Castillo, arzobispo de Lima y Primado del Perú, en su mensaje de Nochebuena.

Queridos hermanos y hermanas

Un niño nos ha nacido”. Este recuerdo de hace más de veinte siglos que nos acompaña con tanta dulzura y alegría, de que Dios mismo envió a su Hijo a hacerse uno de nosotros y, especialmente, el más humilde de nosotros, el más pobre, el más indefenso que, además, nació y vivió en el corazón del mundo de los más pequeños, de los pobres.

La grandeza de Dios se muestra en la experiencia de la pequeñez y en la solidaridad de esa experiencia. Y, hoy día, todos damos gracias a Dios por esta forma de presentarse a nosotros, porque nos abre el corazón en un mundo que en cada época, en cada situación, en cada tiempo, tiende a cerrarse en sí mismo y no abrirse a las necesidades de los demás; y a no pensar en que la fe cristiana es una fe siempre comprometida con aquellos que más necesitan, que más sufren, que, además, sufriendo ellos, también sufrimos todos.

El Señor nos interpela, nos llama y nos acompaña también para que, en ese llamado y en esa interpelación, podamos sentir que no nos está recriminando ni amenazando; nos está llamando. Esta noche es para que acojamos a este pequeño y a los pequeños de nuestro mundo, a los últimos del mundo, que son los que nos dicen: ‘abre la mano, comprende y acompaña a la humanidad en su sufrimiento’.

El caos que puede venir, a consecuencia del egoísmo, se está formando agresivamente, y nosotros estamos para que, en medio de la tiniebla del caos, pueda haber una luz; esa luz del Niño Jesús que nos dice: ‘camina como Dios ha caminado’.

Si Dios mismo se hizo como uno de nosotros y como el más pobre y sufrió las consecuencias de eso, cuánto más nosotros humanos, con tantas situaciones y necesidades, podemos compartir lo que tenemos y generar un mundo nuevo.

Unámonos a esa bella carta que leeremos el primero de enero del Papa León XIV: la paz como desarmada y desarmante. Una paz que no se consigue con la pelea y con los acuerdos simples que después se rompen; que se hace con la vocación de hacernos uno con el único Dios de la paz, que personifica la paz y que, por lo tanto, no espera construirla para “después”, sino que se inspira en ella, la actúa y vive hondamente porque, de alguna manera, la recibe, la acoge y la posee.

Dios bendiga a todo nuestro país, a toda la comunidad cristiana y católica, a todas las religiones y amigos de distintas aristas, orientaciones y pensamientos, para que todos concluyamos solamente en una cosa: el Verbo se ha hecho carne humana para que no se disipe ni muera, sino para que resucite y viva en el amor gratuito de Dios.

Anterior Siguiente