Inmaculada Concepción: Saber acoger la Gracia abundante del amor de Dios

En la solemnidad de la Inmaculada Concepción, el arzobispo de Lima reflexionó en torno al «sí» de María, profundizando su actitud obediente, inteligente y perseverante. Recordó que la Iglesia está llamada a promover las actitudes de María para que todos vivamos una fe madura, responsable y dispuesta a aceptar la voluntad del Señor.

El Cardenal Carlos Castillo inició su homilía meditando en torno a la promesa de Dios, a través del profeta Natán, que de la dinastía del Rey David nacería un Salvador. Este fue un camino de más de mil años de espera, en medio de las dificultades, injusticias, un duro exilio a Babilonia y la muerte de Zorobabel, último rey de Israel. Con su muerte y la posterior persecución a reyes y profetas, la conducción de Israel pasó durante siglos a manos de sacerdotes, marcando un periodo en el que predominaban las leyes, los miedos y la imagen de un Dios castigador, a quien había que temer.

Es en este contexto histórico se produce la llegada del Mesías como la revelación más grande de amor por parte de Dios a la humanidad: la verdadera esperanza para la salvación de Israel recaía en el nacimiento de un niño frágil e indefenso, que fue creciendo con la bondad y la sencillez del hogar de María, abriendo así un camino de esperanza distinta, ajeno a las ambiciones de poder y dinero que priman sobre los intereses de los hombres.

El papel de María, en ese sentido, es de gran importancia para la vida de la Iglesia. El Cardenal Castillo sostuvo que el “sí” de María constituye el momento en que esta larga espera se cumple: “En ella se cumple una promesa que le da vida a todo el mundo”. Pero esta respuesta fue también el fruto de una reflexión más profunda:

Si bien María es la ‘llena de gracia’, es interesante que la gracia de María es preguntona, busca comprender y se cuestiona antes de dar una respuesta al Ángel Gabriel: “¿Cómo será eso si no conozco varón?”.

María, por lo tanto, no recibe la misión pasivamente, pregunta varias veces y, después de absolver sus dudas, se dispone a responder: “He aquí la esclava del Señor, hágase en mí según tu palabra”.

Así como María acogió en su seno la sombra del Espíritu que la hizo generar en esta vida a Jesús, también estamos llamados a vivir acogiendo a Dios que nos ama abundantemente.

Del mismo modo, el arzobispo de Lima afirmó que los cristianos estamos llamados a vivir nuestra fe con madurez y hondura, disponiéndonos al Señor como María, pero sin ignorar las situaciones concretas y, sobre todo, evitando cualquier apresuramiento para tomar una decisión. También advirtió que, muchas veces, la «estrechez de mirada» nos impide encontrar al Señor en la vida cotidiana, pues la grandeza de su amor se esconde en lo pequeño.