Misa y Te Deum por el 204º Aniversario Patrio: Homilía del Cardenal Carlos Castillo

Fotografía: Presidencia de la República

La Celebración Eucarística por el 204º Aniversario de nuestra Independencia contó con la presencia de la Presidenta de la República, Dina Boluarte, así como las máximas autoridades políticas, civiles, militares y policiales de nuestro país.

La Misa y Te Deum fue presidida por el Arzobispo de Lima y Primado del Perú, Monseñor Carlos Castillo. Acudieron como concelebrantes Monseñor Paolo Rocco Gualtieri, Nuncio Apostólico en Perú; los obispos auxiliares de la Arquidiócesis de Lima y el Cabildo Metropolitano de Lima.

A continuación compartimos la homilía de Monseñor Carlos Castillo, en el marco de la Tradicional Misa y Te Deum por el 204º Aniversario Patrio de nuestra Independencia.

Misa y Te Deum 2025: Homilía del Cardenal Castillo

El buen dirigente de Israel según el profeta Isaías

En la lectura de Isaías, el pueblo de Israel siente una esperanza, ve una luz en medio de la oscuridad. Ha sufrido un dominio arbitrario grave. Necesitaba liberarse del opresor y, a la vez, deseaba un gobernante que le trajera una paz duradera.

Isaías compara su situación con un recuerdo. En tiempo de los Jueces, YHWH favoreció a Gedeón ante el poder de los madianitas. Sólo un pobre grupito de israelitas bastaba. Así, con unas simples ollas de barro, velas y unos pututos de cuernos, derrotaron al poderoso rey madianita, y quebraron sus símbolos de poder: la vara, el yugo y el cetro.

Pero “luz” también significa algo más: engendrar y hacer nacer  un niño Rey, un gobernante desde el vientre materno, ese lugar humano donde todos experimentamos el valor único de la misericordia, que viene de unas entrañas que nadie puede olvidar, mucho menos un dirigente.

Para la fe hebrea y cristiana toda responsabilidad de dirigir a un pueblo es una vocación entrañable. Solo quien la recuerda puede conducir a superar la confusión y la oscuridad. Solo quien recuerda el amor maternal puede llenar de alegría liberadora a su pueblo, similar a una cosecha abundante o a la repartición de un tesoro.

La alegría mayor viene, pues, por el regalo de un hijo rey, un niño líder, proveniente de las entrañas de una madre del pueblo, que se convierte en principio (príncipe) de liberación permanente.

Desde la revelación de nuestro Dios, es fundamental la promoción de hijos e hijas guiados ante todo por la vocación. Solo la vocación profunda conduce a una misión responsable, fiel al amor entrañable que nos engendró.

Así, para ser un verdadero dirigente se requiere sentir las tareas encomendadas desde las vísceras más hondas de su vocación. Ser dirigente no es actuar como un simple y triste funcionario, lleno de criterios superficiales, frívolos y banales, ni distraerse en cosas de poca monta. Mas bien, como señala Isaías, ese niño rey es:

-“consejero prudente”, capaz de diseñar planes y estrategias interesantes y bien pensados para la vida del pueblo

-“Dios fuerte”, es decir, asistido por el vigor de Dios: acompañante que jamás se cansa.

-“Dios con nosotros”, Emanuel, siempre cercano

-“Siempre Padre”, que trata a su pueblo como a sus hijos

-“Príncipe de la paz”, que se dilata y se consolida por medio de la justica y el derecho. (Is.9,5)

El buen dirigente en la fundación de la República

Si tomamos en cuenta el año de 1825, hace 200 años, vemos cuánta necesidad había en el Perú republicano de aclarar la imagen de un buen dirigente o gobernante, sobre todo, porque el militarismo de la guerra independentista difícilmente generaba gobernantes.

Era fácil ser dictador, pero muy difícil saber gobernar. Esta fue la equivocación de Samuel cuando prefirió elegir al gran guerrero Saúl como rey, y resultó un fracaso.

Por eso YHWH eligió a David para gobernar, el último de la familia de Jesé. Quizás, porque, en general, el que es último hijo, si toma en serio su lugar, puede comprender mejor cómo abrir una historia encerrada en las categorías de los mayores.

Nuestra Republica se constituyó muy difícilmente. Y es probable que sea así porque primó siempre la sombra de la dictadura. En efecto, la actitud dictatorial y mandona viene de personas sin vocación entrañable. Quizás, por eso, el sujeto dirigencial se forjó sin vocación democrática, primando más los intereses particulares que el amor entrañable en favor de todos.

Pero, aun así, el anhelo democrático anidó en el pueblo sencillo que amó la unidad del Perú. Desde orígenes socioculturales   muy diversos, intervino múltiples veces para corregir el espíritu dictatorial.

Si bien aceptó la dictadura, en algunos casos y de manera transitoria, un sentido profundo de dignidad terminaba por sacar del medio al que pretendiera perennizarse.

Así le sucedió hasta al mismo Simón Bolívar que, declarado suprema autoridad en 1823, y enarbolado dictador en 1824, duró como tal solo hasta inicios de 1827. Los aspectos positivos de su ser libertador dictador se fueron opacando ante la exigente tarea de ser gobierno. No comprendía la necesidad de hacer surgir la democracia y superar su concepción autoritaria de lo político.

De allí su enemistad con Francisco Javier de Luna Pizarro, quien procuró siempre, a costa de varios exilios, forjar unas líneas maestras del sentido de la dirigencia, lejanas a actitudes autoritarias.

Es verdad que, a veces, un gobierno fuerte es remedio transitorio ante el peligro de la anarquía o de la de la pérdida de la independencia lograda. Pero, sólo la estabilidad y el respeto a la autodeterminación de los pueblos y a su gestión democrática, con la más amplia participación, es lo que asegura una patria de digno futuro.

Ya en 1822, en el Congreso Constituyente convocado por José de San Martín, antes de dejar el Perú, un puñado de sacerdotes peruanos inspiraron un sabio espíritu liberal, de tal profundidad que impulsaron las actitudes que hemos ido recogiendo de la Biblia.

Los ideales de este grupo fueron retomados por Francisco Javier Luna Pizarro en 1832, y que fue también arzobispo de Lima, en una célebre homilía en la misa del Espíritu Santo en Arequipa. Era su aporte a la redacción de la Constitución que aprobó la Convención de 1834.

Luna Pizarro deja ver, implícito, el perfil del dirigente que la debía elaborar, promulgar y hacerla cumplir. Esta aquí el trasfondo humano y profundamente ético que repercutirá hasta hoy como una guía para todo dirigente peruano. Cito:

-“garantizar:

– la propiedad del pudiente y la exigencia del pobre,

– los goces del industrioso,

– la libertad y seguridad de todos.

-hacer reinar:

– la tranquilidad sin opresión,

– la libertad sin licencia,

– la justicia sin crueldad.

-un gobierno

– firme sin ser peligroso,

– dándole movimiento rápido y fijando los términos de su actividad.

– rodeando al ejecutivo

-de una autoridad y dignidad respetado en el exterior

-sin que inspire alarmas a la libertad.

-una función de legislar que no se reduzca:

-a una mera aplicación de teorías contenidas en tratados de derecho público.

-a una ley inventada, en vez de revelada como preexistente en la condición moral y política del estado

-a una ley dictada sin haber conocido y apreciado las necesidades de la nación, que son las cuerdas que el legislador debe tocar para obtener armonía.

-a una ley hecha sin la debida madurez, que puede hacer el infortunio de un pueblo.

-la extensión del derecho electoral

       – ¿debe concederse solo a los que sepan apreciarlo?

       – ¿a los que tengan propiedad?

– muchas personas en un país como el nuestro están sumidas en la miseria y en la ignorancia…esas personas se hayan, con todo en posesión de ese derecho, del que no convendría de grado en ser despojados

-Y cito textualmente a Luna Pizarro cuando, indirectamente, muestra el perfil del dirigente:

“No hay constitución alguna que sea un talismán que lleve consigo la felicidad. ¡Las mejores formas de gobierno se corrompen con seres envilecidos!… Compongan la Convención de hombres de luces y experimentados. Empero, ¿acaso no se ha encontrado en todos los tiempos sabios bastante cobardes para sostener las más odiosas máximas del despotismo?… Así es cuando al saber no acompaña la probidad. Ciertamente, puede sostenerse que ella es la condición más esencial de un representante… La nobleza, pues, de carácter, la firme adhesión a los principios universales de equidad, de justicia, de la moral del evangelio, de esa moral sublime, en que el amor de Dios y de los hombres es el fondo y sumario de la ley…”

Como cita textualmente la Dra. Carmen Villanueva en su profunda obra sobre Luna Pizarro: “Finalmente, lograr la “felicidad”, el bienestar, de los ciudadanos… dependía sobre todo de un elemento ético que tenía que acompañar a lo intelectual: no basta el sabio si no reúne a su vez la moral”.

El buen dirigente hoy en la crisis global y la crisis de la política, a la luz del evangelio y de María.

Refiriéndonos al evangelio que hemos leído, nos dice que María, la madre del rey, ya encinta de Jesús y formando parte de una dinastía derrotada pero digna, se levantó después de escuchar al ángel y corrió a atender a Isabel, su prima, una anciana parturienta.

Llegó, habiendo corrido varios riesgos, y se quedó con ella tres meses para servirla en el parto de san Juan Bautista. Gracias a su madre, Jesús aprendía desde el vientre, desde la entraña, la alegría de servir a los más débiles.

Hoy, un pueblo nos interpela y nos habla. Incluso, nos exige y nos grita por sus derechos, y cuestiona nuestros comportamientos distorsionados. Nuestro pueblo peruano nos llama a levantarnos para ir corriendo a ayudarlo, renunciando a diferentes ambiciones y costumbres injustas. Cuando lo hace, no todos lo sabemos comprender adecuadamente. Pensamos demasiado rápido que lo que hay es una sedición. En la mayoría de los casos son justos reclamos, como la necesidad de amparo ante la extorsión y el asesinato vil.

Gracias a Dios que nuestro pueblo no calla porque es un pueblo digno, consciente de que la República es para todos. “Res-pública” – “realidad” para el pueblo, para todos. Y, porque desde esos movimientos que surgen por todos lados, se va generando un nuevo consenso nacional.

La anarquía no es el resultado de los justos reclamos de la población, sino de las acciones de dirigencias que han ido eliminando su vocación de servicio, y toman decisiones sin justicia, ni equidad ni moral. No contribuyamos a que surja la anarquía, hagamos una autocrítica todos, incluso, la dirigencia eclesial. Reconozcamos que una amplia capa de la dirigencia nacional vive de espaldas a la mayoría, y solo ve su propio interés.

Nuestro pueblo percibe que son pocos los que actúan por vocación de servicio, como María, y percibe claramente que un espíritu mafioso se ha apoderado de nuestros corazones, dejándose llevar por la malsana tendencia mundial de la indiferencia egoísta y tiránica, que pretende apoderarse del mundo, prescindiendo de los humildes y pobres, considerándolos población sobrante.

Apreciemos el despertar popular, no intentemos manipularlo. Dejémonos regenerar por el espíritu humanizador y por el Espíritu de Dios, que mora en nuestra condición de ser hijos de este pueblo nacido de las entrañas misericordiosas de nuestras madres, que muchas veces olvidamos, y que es lo único que nos convierte en hermanos iguales los unos de los otros.

Un deseo incontenible de humanidad está brotando en el mundo ante la brutalidad guerrerista de los más poderosos que, sin compasión, matan de hambre a poblaciones enteras, y no se dan cuenta de que no son dioses. Creyéndose absolutos, solo muestran su fragilidad, que se ahonda cuando no afrontan las grandes heridas que llevan dentro de sí y, por tanto, no pueden percibir su vocación. Con esta evasión no solo se perjudican ellos, sino a toda la humanidad.

El Papa Francisco despertó más aun el deseo de fraternidad en el mundo. Hizo de la Iglesia el lugar para todos y todas. Y el modelo sinodal de la Iglesia no lo sacó de la nada, sino de la más pura Tradición ortodoxa de la Iglesia y de su Magisterio. Y esto fue porque se forjó Papa escuchando a su pueblo.

Esa misma actitud es ahora la del Papa León XIV, y ese espíritu lo formó misionero y solidario y, por ese Espíritu, fue elegido. Ustedes han visto cómo la gente en Chiclayo lo ha aclamado con tanto cariño. Respuesta al indesmayable servicio a todos, especialmente, a los más postergados de Chulucanas, Trujillo y Chiclayo, y a las víctimas de tantos maltratos en la propia Iglesia.

¡Cómo quisiéramos ver ese cariño hacia los dirigentes de los poderes del Estado! Sabemos que, en algunos poderes públicos, se están implementando reformas, pero en algunos funcionarios aún permanece, sobre todo, el olvido de sus orígenes.

Si es una gran ventaja que en la mayoría de la dirigencia nacional tengamos personas de todas las provincias, puede ser un gran riesgo que olvidemos nuestros valiosos orígenes y no reconozcamos con realismo nuestros límites y graves errores.

Toda nuestra diversidad humana es para servir y hermanar, si no queremos autodestruirnos. Más vale aprender a comprendernos, para poder comprender mejor al pueblo tan diverso, con tantos problemas, pero tan esperanzado.

Que María, nuestra Señora de la Paz, les trasmita la inspiración del Espíritu que la levantó para ir a auxiliar a su prima Isabel y para darnos a Jesús. Hoy nuestro pueblo, es también nuestro “primo” que necesita ayuda y la debe tener de nosotros, especialmente, de los que tenemos la misión de ejercer una dirección que responda a sus necesidades, problemas y exigencias mayores.

No se puede dirigir sin servir gratuitamente y de corazón.

Hermanos y hermanas, felices fiestas patrias a todos y a todas.