En la Fiesta de la Sagrada Familia, el Cardenal Carlos Castillo explicó que Dios quiso encarnarse en la historia humana desde la vida concreta de una familia sencilla, frágil y perseguida, identificándose con el sufrimiento y los desafíos de nuestras propias familias. El Prelado denunció toda forma de desprecio o abuso contra las familias migrantes, recordando que «no es cristiano ni humano».
Este año, la Fiesta de la Sagrada Familia ha coincidido con el cierre del Año Jubilar, un tiempo privilegiado para «intimar con Dios, recibir sus gracias», y recordar que «la sociedad existe gracias a que hay núcleos familiares que la organizan», así lo sostuvo el arzobispo de Lima en su homilía de hoy.
El Cardenal Castillo señaló que es posible «constituir un mundo realmente basado en el amor y la paz de Dios» desde la base de nuestras familias, «desarmando» aquellas actitudes egoístas que nos impiden ver más allá de nuestros intereses particulares, superando esta «moda» de las familias ‘chic’ que buscan imponerse en el mundo desde la ambición:
«Todos esos apellidos que corren por ahí, en donde los ‘fulanos de tales’ dominan la zona de tal provincia o de tal otra… ¡eso tiene que cambiar! Los cristianos, estamos para que nos pongamos a la misma altura y nos ayudemos», advirtió.

El Señor se pone a nuestra ‘baja’ altura, se identifica con nuestros problemas
El evangelio de hoy (Mt 2, 13-15. 19-23) pone acento en la figura de José. Se nos presenta «una imagen de un padre que está preocupado permanentemente por salir de entrampamientos difíciles en que se encuentra la familia de Jesús», indicó el Prelado. Esta escena revela que «la familia de Jesús se parece mucho a nuestras familias», porque conoce la dificultad de construir la vida familiar, de buscar recursos y de afrontar problemas.
El arzobispo de Lima afirmó que Jesús vivió la experiencia del rechazo: «ha sido, en cierto modo, un migrante y, por lo tanto, ha sufrido la misma persecución que hoy padecen muchos migrantes en el mundo, como nuestros hermanos latinoamericanos». Este misterio encarnado en la Sagrada Familia es, al mismo tiempo, fuente de esperanza en el sufrimiento de muchas familias porque el Señor «se pone a nuestra ‘baja’ altura, a nuestros problemas».
El Cardenal Castillo criticó toda forma de desprecio o abuso contra los migrantes, recordando que estas actitudes no son cristianas ni humanas. Solo contemplando hondamente el nacimiento de Jesús y el desafío histórico que vivió la Sagrada Familia, podemos comprender nuestra misión como anunciadores del Evangelio.
Los valores cristianos y humanos de la Sagrada Familia nos enseñan – precisó – «a continuar esforzándonos por formar unidad, suscitando y exigiendo respeto», especialmente, el respeto nacional a la gran familia peruana que constituimos todos como sociedad. Este es un mensaje que también va dirigiendo a nuestros gobernantes y padres de la patria, quienes deben convertirse en «promotores de las familias, no tiranos».
