Desde la Parroquia Natividad de María, en el distrito del Rímac, Monseñor Carlos Castillo presidió la Celebración Eucarística en memoria de nuestro querido hermano Miguel Ángel Simón Manrique, a un año de su partida a la Casa del Padre.
En su homilía, el Arzobispo de Lima recordó los inicios del Padre Miguel en el seminario, en época del Cardenal Augusto Vargas Alzamora: «organizábamos con los seminaristas unos encuentros juveniles a partir del año 96 del siglo pasado. Miguel siempre se dispuso a estar muy cercano a la gente y se formó, justamente, para aceptar ir a los lugares más lejanos», expresó el prelado.
El Padre Miguel Ángel, recordado en la comunidad rimense por su compromiso con los más pobres, trabajó incansablemente por hacer de la Parroquia Natividad de María una ‘partecita del cielo’, como decía Santa Rosa de Lima, así lo manifestó Monseñor Carlos: «eso es lo que uno siente cada vez que viene aquí, estar en una partecita del cielo en la tierra, como ocurre en todo nuestro Rímac, donde hemos aprendido a cultivar el ser un solo pueblo de hermanos diferentes que se aprecian y se quieren”.
En compañía de Monseñor Guillermo Cornejo, Obispo Auxiliar de Lima, y el Párroco de la comunidad, Jean Lozano, el Arzobispo de Lima dijo sentirse dichoso de haber trabajado «tan cerca de un santo, un santo actual, viviente, como lo fue siempre en vida Miguel, inclusive ustedes recordarán imágenes de él en mangas de camisa que estaba ‘llenando techo’, ayudando en las construcciones del barrio como uno más. Por eso, lo más semejante que quiso hacer en su vida es ser como Jesús, porque llevaba a Jesús en su corazón y lo comunicaba siempre”, señaló.
De otro lado, Carlos Castillo remarcó que el Rímac es un distrito de todas las sangres: “somos un solo corazón y una sola alma. Y el testimonio en vida de Miguel debe iluminar nuestras vidas para que aprendamos a vivir en ese camino de igualdad, amistad y comprensión”.
Entre otros recuerdos, Monseñor Castillo recordó las palabras que le dijo el Padre Miguel al conocerse su nombramiento como Arzobispo de Lima: “Carlos, preocúpate de hacer una Iglesia que esté al servicio de la gente pobre y sencilla. También de los curas pobres que trabajamos ahí y preocúpate que la economía de la Iglesia de Lima esté a su servicio”.
En su preocupación por cada uno de nosotros, Miguel aprendió a ser un pastor muy especial, a ser como la gente desde la misma gente. Y tenía esa virtud de poner hasta las cosas más elementales al servicio de la comunidad. Un ejemplo de ello fue transformar los salones parroquiales en la maravilla de un colegio para que los chicos vengan a estudiar.
El Primado del Perú destacó las innumerables iniciativas que tuvo el Padre Miguel Ángel en favor de los más invisibilizados de nuestra sociedad: “Siempre estaba viendo cómo vamos a hacer con los niños, con la gente que duerme en la calle y abría posibilidades para todos, porque supo atender cada necesidad. Pensó en los distintos problemas, en los enfermos, se acercó a los pequeños, tenía esa capacidad de apertura para dejarse cuestionar y servir”.
Finalmente, nuestro Arzobispo hizo un llamado a tomar la vida del Padre Simón como un gesto de inspiración para trabajar en unidad por un mejor país, viviendo un espíritu sinodal, es decir, haciendo un camino juntos en el que todos participemos, escuchándonos, comprendiéndonos, repensando las cosas como lo hizo nuestro hermano Miguel.
“Les digo con toda sinceridad. Me he sentido muy impotente y a la vez lleno de esperanza, porque mi hermano Miguel me ha mostrado el camino de cómo se puede ser obispo también. Y quisiera ser fiel a él, por eso, ayudémonos juntos a levantarnos de los errores. Dios bendiga a toda nuestra comunidad, a todo nuestro Rímac”, declaró emocionado Monseñor Castillo.