«Uno de los grandes problemas que tenemos en nuestra sociedad, en su mayoría creyente y católica, es que en vez de afrontar los problemas, los escondemos. No los afrontamos cara a cara», con estas palabras, Monseñor Castillo pidió asumir el signo del perdón y la rectificación con un sentido de franqueza y amistad social, pero, sobre todo, con una actitud capaz de superar toda mezquindad para compartir a manos llenas.
«Vayamos juntos en este camino solidario de ayudarnos entre pecadores, que es lo que el Señor ha querido al darnos su vida, porque Él, no siendo pecador, decidió hacerse pecado por nosotros. Necesitamos una Iglesia que pueda comprender a la humanidad, pecadora como ella, para regenerar la matriz de la vida de la Iglesia y del mundo», dijo en su homilía en la Catedral de Lima.
Leer transcripción de homilía del arzobispo de Lima
Monseñor Castillo inició su alocución recordando que el Señor quiere que su comunidad, la Iglesia, sea un signo de amor: «Y la mejor manera que tiene Dios de manifestar su amor, considerando que todos somos pecadores y que esta Iglesia está formada por pecadores, es con el signo de su perdón».
En ese sentido, el Evangelio de hoy (Mateo 18,21-35), nos plantea el tema del perdón al hermano que nos ofende. «¿Cuántas veces le tengo que perdonar? ¿Hasta siete veces?», se pregunta Pedro. La respuesta de Jesús no solo es generosa, también nos revela que Él quiere que su amor entre tan fuertemente en nosotros que podamos superar el pecado.
“Hasta setenta veces siete, te digo que perdones”, responde. El arzobispo de Lima explicó que esta es una manera exagerada de manifestar que «el amor de Dios nos llama a un perdón infinito, porque Él quiere un mundo en donde todos nos reconciliemos, nos reencontremos, seamos hermanos».
El objetivo del Señor es que la humanidad se hermane y comprenda que todos somos hijos y, por lo tanto, hermanos.
El Primado del Perú aseguró que la Iglesia tiene la misión de prolongar el signo del perdón permanente. No solo es cuestión de ser absueltos en el sacramento de la Confesión y no hablar con el hermano que he ofendido, es indispensable que haya un sentido respetuoso de afrontamiento cristiano. «Lo que propone la Iglesia es que en la comunidad cristiana nos aprendamos a decir las cosas, aprendamos a regenerar la matriz de la vida de la Iglesia para regenerar la matriz del mundo en donde las cosas no se afrontan», reflexionó.
La gran revelación nueva es que el Señor seguirá llamándonos a cambiar. Si alguno se condena es por autocondena, por decisión libre de no querer escuchar nunca. Y, aun así, siempre está la mano extendida del Señor para ayudarnos.
En otro momento, Monseñor Castillo señaló que la lógica de Dios va más allá de la lógica de la moral humana, regida por un sistema de premios y castigos: si haces bien, Dios te premia; si haces el mal, Dios te castiga. ¡No es así! «La lógica de Dios es: Yo te amo y siempre te amaré, incluso, si eres pecador. Pero trata de acoger este don para que no te pongas tu propia condena».
Por todo ello, la Parábola del siervo malvado que narra Mateo, nos permite comprender que todos podemos ser generosos y generadores de vida para los demás. Sin embargo, también corremos el riesgo de dejarnos corromper por nuestras ambiciones, como el siervo malvado que, después de haber recibido el perdón de diez mil talentos (más o menos, 500 millones de dólares), se mostró despiadado con un siervo que le debía apenas 3 dólares).
El obispo de Lima exhortó a que no nos dejemos contagiar de la mezquindad: «A veces, no nos fijamos en el que tiene grandes deudas, pero nos fijamos en el que tiene pequeñas deudas y abusamos de él. Y ocurre también en la sociedad, en la vida política, en la vida económica del país, en donde las preferencias nos han convertido en personas angurrientas y mezquinas», advirtió.
Si somos una sociedad cristiana o católica o pretendidamente creyente, pero no damos testimonio de que somos capaces de superar la mezquindad, estamos negando nuestra fe.
El prelado insistió en la necesidad de tratar nuestras asperezas, hablarlas y superarlas, expresando la compasión y el perdón de Dios, de manera tal que formemos una humanidad que sabe reconciliarse y encontrarse, disculparse y disculpar al Otro. «Esta es una gran tarea que todos tenemos, y que debe comenzar por encontrar nuestros propios límites, reconocerlos humildemente y, luego, ver también el límite del Otro y su valor. Y si nos reconciliamos es porque todos valemos, porque nadie sobra en este mundo, todos somos importantes», aseveró.
La Santa Misa del domingo XXIV del Tiempo Ordinario, contó con la participación de los niños y jóvenes de la confirmación de la Parroquia El Sagrario. También se ofreció una especial intención por el aniversario institucional de la Superintendencia Nacional de Aduanas y de Administración Tributaria – SUNAT.