En el Año de San José: Patrono de la Iglesia, el Arzobispado de Lima comparte las palabras de reflexión del Padre Miguel Píscopo, Ex Superior General de la Congregación Oblatos de San José: «así como José protegió a la Santa Familia, también tenemos que proteger a nuestra Iglesia del clericalismo, de una vida cristiana burguesa que solo busca el dinero y el poder, pero también de un cierto relativismo religioso y del anticlericalismo».
El Padre Píscopo inicia su reflexión preguntando ¿por qué el Papa Pío Nono declaró a San José protector de la Iglesia universal? «El mismo Pío Nono explica que Dios llenó de una excelsa dignidad a San José y la Iglesia en el pasado, recurrió y continúa recurriendo a él en sus angustias y dificultades», indicó.
«Eran tiempos difíciles para el Papa, para la Iglesia, había un laicismo radical y un anticlericalismo – continuó explicando – el mismo Papa Pío Nono, algunos años antes, dijo que San José era la más segura esperanza de la Iglesia después de la Virgen María. Dios le encomendó a San José dos grandes tesoros: La Virgen María y su Hijo Unigénito, Jesucristo».
San José fue esposo de María y custodio del Redentor. Él es un modelo para los esposos y un ejemplo para todos los papás.
Miguel Píscopo señaló que San José pasó por unas dificultades cuando supo que María estaba esperando un hijo: «Él creía en la santidad de su esposa(…) él hubiera podido denunciar a María y su esposa hubiera sido lapidada. Pero en su discernimiento, el carpintero de Nazaret pensó que, en esta situación que él no entendía bien, había una intervención directa de Dios», acotó.
Sin embargo, José se sintió indigno de estar cerca de María, pensaba dejarla y alejarse de la criatura. De haber ocurrido esto, José se hubiese convertido en un padre que abandona al hijo por nacer y deja a su esposa como madre soltera: «fue durante el sueño que José escucha el plan de Dios y acepta colaborar con el plan de salvación, haciendo todo lo que ordenó Dios», añadió el Padre Píscopo.
José, aceptando a María, la protegió y protegió también al Niño. Protegió a María en el duro viaje de Nazaret a Belén, en la búsqueda de un hogar digno para que Jesús pudiera nacer. Y cuando Herodes, el rey sanguinario y malo, quiso matar a Jesús, tomó José a su familia y huyó a tierra extranjera, viviendo así la experiencia de refugiado y prófugo político.
En otro momento, el Padre Píscopo afirmó que, así como José protegió a la Santa Familia, también tenemos que proteger a nuestra Iglesia del clericalismo, de una vida cristiana burguesa que solo busca el dinero y el poder, pero también de un cierto relativismo religioso y del anticlericalismo:
«La Iglesia pasa por momentos tristes y difíciles, parece que sea una Iglesia débil, donde hay mucha confusión en la mente y en el corazón de muchos creyentes y de algunos pastores también. La Iglesia tiene enemigos internos y externos. Los enemigos internos: un cierto clericalismo pesado, una vida cristiana burguesa y no siempre alineado con los pobres como pide nuestro gran Papa Francisco. Hay algunos pastores que están más en las sacristías que con el pueblo que sufre. Hay una búsqueda exagerada de dinero, divisiones entre los creyentes, búsqueda de poder, poca santidad en sus miembros. Hay algunos casos de pedofilia. Y hay enemigos externos a la Iglesia, muchos hoy persiguen a los cristianos, los matan, destruyen sus iglesias. Hay leyes civiles que están abiertamente contra el Evangelio, un cierto anticlericalismo, un cierto relativismo religioso», comentó.
José fue un laico, un laico común, pero se volvió santo porque vivió siempre junto a Jesús y María. Él, vivió con ellos en el taller de Nazaret, su vocación laical. José estaba abierto a la sociedad de aquel tiempo y dio buen ejemplo a todos con su vida justa y honrada. Él se santificó en su familia y en su trabajo. Por eso, que es un ejemplo para todos nosotros.
Finalmente, el Padre Píscopo recordó que San José es el maestro para nuestra vida espiritual, para nuestro apostolado de bautizados: «San José es nuestro maestro en la vida humana y social, porque fue el hombre justo y honrado».