Monseñor Carlos Castillo, Arzobispo de Lima y Primado del Perú, presidió la Celebración Eucarística de este martes 8 de diciembre, Día de la Solemnidad de la Inmaculada Concepción: «Que a través de María, podamos reencontrarnos con lo mejor que tenemos, especialmente con nuestra capacidad de dejarnos llevar por lo profundo de las cosas», reflexionó.
Durante su homilía, Monseñor Carlos Castillo explicó que la Fiesta de la Inmaculada Concepción nos recuerda que María y Jesús son fuente inagotable de la nueva creación del mundo, a imagen de Dios y para semejanza suya: «para disfrutar de los placeres y delicias de este mundo es importante tener una permanente medición reflexiva. Está prohibido que no reflexionemos para vivir esta vida y actuemos apuradamente, por intereses y ambiciones. Por eso, el ser humano necesita aprender el camino de la profundidad para entender el sentido de las cosas con hondura y recapacitación», expresó.
El Arzobispo de Lima criticó la actitud egoísta e individualista que en los últimos años ha desencadenado una fuerte crisis en el mundo: «hoy día esta fiesta viene a nuestro auxilio, porque María se nos presenta como aquella que ha recibido la abundante gracia de una nueva vida en el mundo, una persona creada por Dios para que pueda vivir y repartir, comunicar y compartir la grandeza del amor que recibe», añadió.
El diálogo reflexivo de María.
María introdujo a Jesús en la historia a través de un diálogo inteligente, una reflexión con el ángel Gabriel ¿Qué tipo de saludo es ese? ¿Cómo será eso si no conozco varón? Son algunos de los gestos de María, una mujer reflexiva que no deja de pensar y preguntar, de vivir y de anunciar la Palabra.
María aparece como una mujer reflexiva, inteligente y profunda que pregunta por el sentido de las cosas para dar una respuesta adecuada.
Cuando el ángel le dice: ¡No temas María!, se abre un horizonte totalmente nuevo para la vida de todos los creyentes, una religión que no es de temor, sino de amor. El ángel Gabriel alienta a María a que expulse cualquier resquicio de temor que pudiera haber en ella.
María asume las dificultades y se denomina a sí misma ‘la esclava del Señor’, para que en ella se cumpla la promesa de redimir a la humanidad de sus problemas, de sus males, de sus desdichas, de sus enredos, de sus pecados.
«Que a través de María, podamos abrir el camino del reencuentro con lo mejor que tenemos, especialmente con nuestra capacidad de calibrar las cosas, no cuantitativamente, no calculando las cosas, sino dejarnos llevar por lo profundo de las cosas para no basarnos en apariencias, sino en la vida más honda que tenemos todos», precisó Monseñor Carlos Castillo.
María conoce cada guerra de la vida y del amor, cada dificultad de esta vida, y necesitamos también de su gracia, necesitamos de su aliento para soportar todas las adversidades que estamos sufriendo y encontrar salidas que nos lleven a buen puerto.