Arzobispo Castillo: Una humanidad solidaria como fue Rosa de Lima

Monseñor Carlos Castillo presidió la Celebración Eucarística de este domingo 30 de agosto, Solemnidad de Santa Rosa de Lima. El Arzobispo presentó las intenciones de las cuatro mil cartas que se enviaron en la última semana, y al término de la Misa Televisada, arrojó las cartas al Pozo de los deseos de Santa Rosa: “Le pido a todos los peruanos con el ejemplo y la fuerza de Rosa, con su espíritu, todos seamos partícipes del valor que llevamos adentro, ese tesoro escondido que hay en cada uno de nosotros, lo compartamos y empecemos a romper todas las cosas que nos impiden», reflexionó el Arzobispo.

Monseñor Castillo inició su homilía expresando que, en Rosa de Lima, el Señor sembró en nuestra historia nacional un árbol frondoso que fue creciendo como el grano de mostaza, para luego acogernos a todos en sus ramas y sentir su presencia en medio de nuestra vida, de nuestra sociedad y del mundo.

«Se ha hecho tan grande este árbol llamado Rosa de Lima que, siendo una semilla insignificante, se abrió al camino del Señor desde muy pequeña, y ahora es tan grande que en todas partes del mundo es conocida, apreciada», resaltó el Obispo de Lima.

Rosa brilla de esperanza para una humanidad que necesita ser solidaria

El Arzobispo puso mucho énfasis en el contexto histórico de Rosa de Lima, quien vivió entre los siglos XVI y XVII: «durante este tiempo, el Perú empezó a crecer de forma económica, de tal manera que los minerales de Potosí, de Cerro de Pasco y de Quives se conocían en el mundo. En medio de toda esta riqueza y la fascinación de los bienes, Rosa nos ha mostrado que los pobres del Perú son el verdadero oro del Perú, porque ella irradió, con su sencillez y entrega generosa, el verdadero valor en el mundo de los pobres».

En una sociedad donde la riqueza fascinó y desarrolló un mundo global enormemente depredador, que olvidó la salud de las personas, hoy también Rosa de Lima vibra y brilla de esperanza para una humanidad que necesita ser solidaria como ella lo fue.

Rosa se identificó en lo más hondo y duro que vivió Jesús.

Monseñor Carlos explicó que Rosa, desde muy pequeña, «sintió la presencia de Jesús gracias a los relatos de su abuela Isabel. Rosa comprendió lo más hondo que puede tener un ser humano: ser hijo de Dios, y eso significa que tenemos a Cristo crucificado dentro. En todas nuestras desdichas y dolores, en nuestros enredos y locas ilusiones, está Jesús escondido. Es por eso que Santa Rosa supo identificarse en Cristo, en el Jesús que vivió Santa Catalina de Siena, y quiso ser como ella», añadió.

El Arzobispo recalcó que Rosa se identificó con la cruz del Señor, a tal punto que los sacrificios que hacía venían de «un enamoramiento profundo de lo que significa el amor de Jesús, que siendo Hijo de Dios, comprendió sensiblemente el dolor humano y entregó su vida por nosotros».

Rosa aprendió a reconocer a Jesús en la historia.

Fue en Quives donde Rosa conoció de cerca el sufrimiento de la gente, y por eso, en los sueños de ella hay una sombra recóndita del amado, de Jesús, quien esta vez aparece como un cantero, como un trabajador minero. Lo mismo sucedió con las costuras y origamis que realizaba, retratando una vida ‘atravesada’ por el amor generoso de Jesús, además de otros signos del mundo campesino y minero.

«A los 12 años, después de ser confirmada, Rosa decide: o Dios o el dinero, y elige a Dios por encima de la riqueza, por eso se dedicó a cultivar las virtudes que permiten hacer crecer al ser humano», acotó Carlos Castillo.

Rosa se recogió profundamente para entender el sentido de este mundo, se concentró en vivir como Jesús, aprendiendo a reconocerlo en la historia.

En ese sentido, son muchos los gestos que enaltecen a Rosa, ya sea porque le pidió a su papá hacer de la sala de su casa un pequeño centro hospitalario para atender a los enfermos de la ciudad, atender a indios y negros, atender a mujeres de origen africano que no tenían dónde dar a luz, y muchos otros casos más.

Monseñor Castillo hizo un llamado a dejarnos inspirar por la vida de Rosa de Lima, para que renazca nuestro país, para que el Perú sea una partecita del cielo, de tal manera que ya el Reino de Dios lo vivamos acá: «eso es posible si nos dejamos llevar por el Espíritu del Señor, por Jesús que vibra, mora, alienta y arde en nosotros de amor».

“Hagamos un proceso de recapacitación muy profundo porque a veces banalizamos las cosas, eso que llamamos las locas ilusiones, y a lo que renunció Rosa desde el primer momento de su vida. Separarnos de las cosas del mundo no significa destruir lo bueno, sino aquello que nos destruye. Esa es la frivolidad, el tomar las cosas superficialmente, pasajeramente cuando está la responsabilidad por el otro y uno mismo. Ya han visto en esta desgracia que ocurrió, ha sido tan difícil. Nosotros debemos rechazar lo absurdo y reconocer lo bueno”, expresó Monseñor.