Arzobispo: Construir una Iglesia participativa, promotora de lazos sociales

Monseñor Carlos Castillo, Arzobispo de Lima y Primado del Perú, reflexionó sobre la importancia de construir una Iglesia participativa, misionera y en salida, capaz de ayudarnos e inspirarnos a crear un mundo participativo que escuche los clamores, los deseos y las necesidades de la gente: «A veces hay que mirar al cielo, mirar al Sagrario, orar y estar en momentos especiales de recogimiento, pero no para quedarnos ahí. No somos católicos de sacristía, somos católicos, somos cristianos universales que entran en relación personal y social con los demás y reconstruyen los lazos destruidos de la humanidad y de nuestro país», dijo en la homilía de este VII Domingo de Pascua (leer homilía completa).

Leer transcripción de homilía de Monseñor Carlos.

En el día que celebramos la Fiesta de la Solemnidad de la Ascensión del Señor, Monseñor Castillo recordó que Jesús incorpora como principio a toda la humanidad en la vida plena de Dios: «y por lo tanto, nos señala nuestro destino, que es gozar plenamente como seres humanos resucitados como Él de la gloria de Dios, para que todo el mundo creado, participando de esa gloria, pueda ser el reino prometido», agregó el prelado.

Comentando el Evangelio de Juan (17, 11-19), el Arzobispo destacó los signos palpables que tuvo el Señor durante los 40 días previos a su Ascensión para explicarle a sus discípulos acerca del Reino de Dios: «40 días es una cifra de crisis humana, de crisis espiritual, en donde no se sabe qué hacer, en donde se siente desesperación y no se sabe qué cosa hacer en concreto que pueda solucionar los problemas. En medio de los 40 días significa en medio de su crisis y de sus problemas, significa que Dios reina en la vida de Israel en medio de sus problemas», acotó.

¿Y qué cosa les anuncia el Señor? Que serán bautizados en el Espíritu para que ellos también anuncien el Evangelio. Jesús ve las cosas con mucha mayor profundidad y entiende que los problemas básicos de toda humanidad, sobre todo cuando se está en una crisis, es nutrirse del Espíritu de Dios.

Todos los católicos, todos los cristianos, los creyentes en Cristo en nuestro país, estamos llamados en este momento tan difícil a ser testigos del amor de Dios. Y ser testigos significa tener sensibilidad profunda, no solamente para ayudar al hermano concreto que necesita, sino también ayudar a todo el país que clama en el dolor por la marginación, la pobreza, el hambre, la falta de trabajo, la desesperación. El cristiano es una persona dinámica que, gracias al amor del Señor, permanece siendo fiel cada vez y aprendiendo a ser fiel.

«Hoy día el texto nos muestra que los discípulos estaban ‘plantados’ mirando al Señor y quedándose ahí petrificados, esclerotizados, fijados. Y aparecen dos hombres vestidos de blanco – que suponemos que tienen el nombre de Ángeles – y les dicen: “Galileos ¿Qué hacen allí, plantados mirando al cielo?”. Esto es sumamente importante porque, a veces pensamos que ser cristiano es solamente rezar. También es rezar, es mirar al cielo, es abrir el corazón al Señor, pero no solo eso, sino que hay que recibir el Espíritu. Uno mira y reza para recibir el Espíritu que le permite transformar su vida en una vida de amor para ser misionero», explicó Carlos Castillo.

Tenemos que ponernos de acuerdo y todos tenemos que participar. Ésa Iglesia participativa también debe ayudarnos a todos a inspirar un mundo participativo, en donde tengamos capacidad de escuchar los clamores, los deseos, las necesidades de la gente.

«Hoy día también, inspirados en ese texto, vamos a pedirle al Señor que ese Bautismo que hemos recibido todos en su mayoría y los que vendrán también en el Espíritu Santo, nos haga personas sensibles al amor de Dios en estas circunstancias y en todos los niveles: personal, familiar, barrial, social, y también en la política; de tal manera que en todos los niveles, con la inspiración del Señor, veamos lo más adecuado y justo, y sepamos actuar con sabiduría, con inteligencia, porque estamos llamados a un cristianismo con una inteligencia que brota del saber. Y el saber no es una cuestión solamente intelectual, ‘saber’ viene de sabor, y a veces, en este catolicismo anquilosado, estancado, petrificado, a veces hemos perdido el sabor», meditó el Arzobispo.

Antes de finalizar, Monseñor Castillo afirmó que Jesús no fue al cielo para desentenderse de nuestros problemas, sino para que, amándose con el Padre, pueda irradiar su amor a la humanidad. Y para explicar esto, recordó una imagen de La Trinidad que permanece en la Iglesia San Lázaro del Rímac:

«En la Iglesia de San Lázaro, de la cual fui párroco, hay una imagen de la Trinidad que no he encontrado en ninguna otra parte, en donde Jesús está sentado a la derecha del Padre, pero no sentado como el rey y su príncipe, sino están abrazándose, el Padre y el Hijo. Está sentado a la derecha, pero están sentados abrazándose, es decir, como signo de amor. Y de donde nace el Espíritu Santo que, luego, va bajar a nosotros. Es un cielo que permanece abierto y que permite, entonces, que la comunicación entre Dios y los seres humanos se dé fluidamente», resaltó el Obispo de Lima.

El Arzobispo de Lima reiteró que toda la humanidad está llamada a nutrirse del Espíritu de Jesús y seguir el mismo camino: «y quien todavía no cree, como dice en el Evangelio, de repente se condene, pero el Señor lo seguirá buscando para que pueda convertirse en el amor, cosa accesible a todo ser humano y posible para todos».