En el Domingo de la Palabra, Monseñor Carlos Castillo hizo un llamado a dejarnos guiar por el Espíritu del amor de Dios que nos lleva a anunciar su Palabra y a vivir un cristianismo capaz de activar y movilizar nuestro sentido de servicio por los que más sufren:
«El Evangelio nos activa, nos moviliza; no nos estanca, no nos hace estar solo recordando siempre el pasado, sino que hoy día podemos hacer algo nuevo. Seamos responsables, concientes, miremos cara a cara a la vida, sirvamos a todos nuestros hermanos y tengamos un anticipo del Reino de Dios. Así es como se cambian realmente las cosas, porque la ley, si no es vivida en el Espíritu del amor de Dios, nos petrifica y nos habitúa a un cristianismo de costumbres que, luego, no sabe cómo afrontar las nuevas situaciones del mundo», dijo en su reflexión dominical en la Catedral de Lima. (leer homilía completa)
Homilía de Monseñor Castillo – Leer transcripción.
Al inicio de su homilía, el Pastor de la Arquidiócesis de Lima recordó que Jesús es la Palabra hecha carne entre nosotros, que se ha manifestado a todos para sentirnos alentados por Él: «La Palabra que Jesús nos comunica por medio del Espíritu, trae en el mundo un tiempo, el tiempo de la Gracia del Señor que la Iglesia está llamada a continuar, todos juntos como hermanos, toda la comunidad cristiana como un cuerpo, como dice hoy San Pablo, no cada uno por separado, como si evangelizar fuera «solo un tema de los curas» o «solamente para las monjas», no. Todos tenemos que ser evangelizadores, porque llevamos dentro el Espíritu que nos lleva a anunciar», indicó.
En ese sentido, el Evangelio de hoy (Lucas 1, 1-4; 14-21), nos ayuda a comprender que el Señor ha venido para establecer un lazo indesligable con nosotros, para ungirnos y dejarnos llevar por el Espíritu que suscita, en primer lugar, la atención sobre los pobres que necesitan buenas noticias, sobre los cautivos, los que están en la cárcel y quieren salir en libertad:
«Es un Espíritu para “dar vista” a los ciegos, hacer ver la realidad; y no solamente a los ciegos físicos, sino también a los ciegos espirituales que somos muchísimos y que no queremos ver la realidad. Es un Espíritu para dar libertad a los oprimidos, a los que son maltratados y sufren distintas dificultades, a los que están «amarrados» por un ambiente y un sistema de vida que no nos permite ser libres, verdaderamente libres», acotó el prelado.
“Estas escrituras que acaban de oír, hoy se han cumplido”, dice el Señor. Y se han cumplido en Él, y todo el tiempo tenemos que buscarlas en los “hoy” que vivimos nosotros, porque está allí, metida, en los entresijos de la vida humana, con sus dificultades, ahí está.
Los problemas no se solucionan «mágicamente».
En otro momento, el Primado de la Iglesia católica en el Perú expresó su preocupación por la reciente catástrofe ambiental ocurrida por el derrame de 6 mil barriles de petróleo: «Cómo vamos a percibir la presencia de la Palabra de Dios, cuando por ejemplo, este derrame de petróleo ha destrozado las vidas de todo nuestro norte chico ¿Cómo habrán quedado esas familias? ¿En qué situación de dificultad, hambre y miseria van a entrar ahora? Hermanos y hermanas, hay todavía mucho pecado en nuestra historia, y no solamente personal, sino también social. El pecado personal porque nos hemos vuelto muy niños e irresponsables, hacemos algún acto y creemos que, mágicamente, se van a solucionar los problemas. Pero también es social, es de grupos, de familias, de compañías, de organizaciones que organizan mal las cosas, porque este derrame se ha podido evitar», afirmó el Monseñor.
Estamos en una tragedia nacional de irresponsabilidad. Todos, personal y comunitariamente, individual y socialmente, tenemos que recapacitar. La conversión tiene que ser personal y social para hacer posible que haya un mundo en donde no se produzcan estos males y estas injusticias.
El Arzobispo de Lima reiteró que necesitamos superar nuestras diferencias, reconocernos iguales y tomar conciencia de que nos necesitamos mutuamente para resolver los problemas: «Nos cuidamos los unos de los otros, pero no cuidamos los unos a los otros; y Jesús ha venido para liberarnos de esas actitudes, para inaugurar un espíritu de justicia y de amor que tiene en cuenta las situaciones del que sufre y para construir en las personas una nueva forma de ser que permita liberarse de todas las opresiones, especialmente de las ambiciones».
Invitemos a todas nuestras comunidades, a todas las personas de nuestra parroquia, de nuestros grupos, de nuestros vecinos, a que nos unamos para tener un Espíritu distinto.
Finalmente, recordando las palabras del Papa Francisco en el Ángelus de este domingo: «Muchas homilías son abstractas, y en vez de despertar el alma, la duermen(…) La predicación corre este riesgo: sin la unción del Espíritu empobrece la Palabra de Dios», Monseñor Castillo afirmó que la fe cristiana y el Evangelio «nos activa y nos moviliza; no nos estanca, no nos hace estar solo recordando siempre el pasado, sino que hoy día podemos hacer algo nuevo».
Oremos al Señor para que su aliento se transforme en vida, en fuerza. La Palabra da vida, el Espíritu vivifica, la novedad de la fuerza del Espíritu da siempre vida y vida en abundancia. Que esa vida la tengamos nosotros, que nos hagamos responsables, concientes, miremos cara a cara a la vida, y así, sirvamos a todos nuestros hermanos y tengamos un anticipo del Reino de Dios, como quería Santa Rosa, el Perú como una “partecita del cielo”.