«O nos quedamos en la orilla, es decir, en lo superficial y en nuestras ambiciones narcisistas; o vamos más al fondo de nuestros problemas». Es el contundente mensaje de Monseñor Carlos Castillo en este V Domingo del Tiempo Ordinario: «Nuestra fe es incompatible con la frivolidad de quedarnos “a las orillas” de los problemas. Si tenemos un lugar dirigente no podemos usarlo para nuestro propio beneficio, negocio, ideología o intereses de grupo. No podemos eliminar la ética de nuestro ejercicio de gobierno, de responsabilidad, de dirección. No podemos organizar la arbitrariedad y el caos, es preciso unirnos para eliminar la corrupción, fortaleciendo nuestras instituciones y no debilitándolas», ha expresado el Arzobispo en su homilía dominical en la Catedral de Lima.
Acompañado de los padres de la Orden Franciscana, el Primado de la Iglesia peruana hizo un llamado a la concertación y la unidad nacional para «remar» hacia lo profundo de nuestra dura realidad: «No “echemos las redes” en las orillas bañadas por el petróleo mortal, que es el que nos lleva a morir envenenados por la mezquindad, las componendas pasajeras y estériles. Necesitamos que todos, desde la dirección humana, social, económica, política, las comunicaciones, el poder judicial y la dirección religiosa y espiritual del país, estemos dispuestos a ir a los profundos problemas de las mayorías nacionales», remarcó el prelado.
Homilía de Monseñor Carlos Castillo (Transcripción)
Comentando el Evangelio de Lucas ( 5, 1-11 ), que narra el pasaje de la pesca milagrosa, el Arzobispo de Lima reflexionó sobre la actitud de Pedro frente al pedido de Jesús para remar mar adentro y echar las redes a pescar:
«Imagínense ustedes cómo estaría Pedro en esta barca mirando a los vecinos y a todos los pescadores, porque su prestigio ha crecido después de que el Señor se subió a su barca a predicar. El sentido de honor y reconocimiento en Pedro está por las nubes, sin embargo, también podemos correr el riesgo de pretender retener, juntos o individualmente, el honor que hemos recibido. ¡Y ahí vienen los problemas», indicó.
En ese sentido, Pedro se enfrenta al desafío de remar mar adentro sabiendo que en la noche anterior no ha podido pescar. En otras palabras, el Señor le está pidiendo un pequeño riesgo, «el riesgo de perder todo lo que ha ganado en prestigio y en honor, pues al no haber peces, todo su prestigio como pescador se vendría abajo», comentó el Obispo de Lima.
O nos quedamos a la orilla o vamos al fondo de nuestros problemas.
Esta actitud de Pedro, explica Monseñor Castillo, es también uno de los problemas de nuestro discipulado: «Nos es difícil dar esos pasos, a veces no arriesgamos, nos parapetamos en el pasado y no cambiamos. En resumen, nos quedamos en nuestra zona de confort».
El sentido del bien común y de la ética son fundamentales para que seamos hermanos, y nuestra fe nos lo dice, pero nos hemos habituado a hacer caso omiso pensando que, como “yo ya soy creyente” o «estoy bautizado», no es necesario cambiar. ¡Tenemos que cambiar todos! Porque la fe va cambiando de acuerdo a cómo desarrollamos nuestra capacidad de amar, ante los desafios de la historia.
A pesar de sus resistencias, finalmente Pedro se atreve a echar las redes y se arriesga. Este pequeño paso es muy importante, asegura el Arzobispo Carlos, porque «es el llamado que nos hace el Señor para examinar en todas nuestras conciencias y preguntarnos si estamos dispuestos a «remar mar adentro» en nuestras vidas personales, en nuestra comunidad social, en nuestro país, en nuestro pueblo, desde nuestras distintas responsabilidades humanas e históricas. El Señor nos invita a elegir un camino: o nos quedamos en la orilla o vamos más al fondo».
Si Pedro fue el primer Papa de la historia de la Iglesia, es porque asumió una responsabilidad gracias a que aprendió a arriesgar. Y esa tarea de arriesgar, hoy día, es urgente en nuestra vida cristiana, en nuestro pueblo, en las personas que nos rodean, pero, sobre todo, en quienes tenemos labor de dirigencia y responsabilidad en el país y en la Iglesia.
En otro momento, el Pastor de la Arquidiócesis de Lima compartió una serie de preguntas para reflexionar y ahondar en nuestros problemas humanos, personales y sociales de peruanos: «Tenemos que entrar en el Perú profundo de lo que sufrimos y vivimos; y solamente así, encontraremos abundancia de posibilidades para nuestro país», recalcó el prelado.
1. ¿Estamos dispuestos a entrar en el “mar profundo” de los avances logrados por nuestra Patria para un Perú más justo y feliz? ¿O estamos en la línea corruptora y corrosiva de las instituciones que actualmente nos «ahoga» a todos?
2. ¿Buscamos para nosotros una policía honesta que combata el crimen y proteja a todos, especialmente a los más débiles? ¿O buscamos una policía que proteja intereses de camarillas narcisistas?
3. ¿Estamos convencidos y decididos a entrar en el “mar profundo” de la calidad humana y científica de la educación, para que nuestros hijos, en colegios y universidades, puedan desarrollar su madurez y crecer como personas? ¿O nos conformamos con una educación “a la orilla” que, más bien, deseduca, destruye la conciencia y la madurez de los jóvenes y de los niños?
4. ¿Estamos verdaderamente dispuestos a entrar en el “mar profundo” de nuestras costumbres, especialmente la costumbre del machismo, la costumbre del racismo, del desprecio de las personas que son provincianas o hablan distinto, de la prepotencia autoritaria que genera violencia contra la mujer, contra los menores y contra los más vulnerables?
5. ¿Estamos dispuestos a entrar en la profundidad del mar de los problemas ecológicos, para reorganizar juntos nuestro sistema de vida y reparar los graves daños del ecosistema amazónico, de las cuencas de los ríos de la sierra, los derrames de la costa y de la selva?
6. ¿Estamos dispuestos a entrar en las profundidades de nuestras deudas con el Estado y pagar nuestros impuestos, sin evadirlos o haciendo relaciones “por lo bajo” para evitar sanciones y pagos debidos?
No «echemos las redes» en las orillas bañadas del petróleo mortal.
Por último, el Arzobispo de Lima reiteró que todos estamos llamados a ser discípulos misioneros, especialmente aquellos que se encuentran en la dirección del país: «Todo dirigente católico que esté en un puesto de dirección del país, tiene que unirse para ser pastor laico que cuide en favorecer una educación ética de nuestro pueblo y de nuestros jóvenes. No nos resistamos a “remar” hacia lo profundo de nuestra dura realidad, y no “echemos las redes” en las orillas bañadas por el petróleo mortal, que es el que nos lleva a morir envenenados por la mezquindad, las componendas pasajeras y estériles», acotó en su reflexión dominical.
Reconozcamos como Pedro nuestro pecado, alegrémonos de que, en lo profundo, el Señor tiene una pesca milagrosa sin fatigarnos demasiado, como se fatigan inútilmente quienes planean e intrigan mirándose a sí mismos y olvidando el rostro de quienes más sufren.