Arzobispo de Lima: Salir de nuestra indiferencia para mirar a fondo

«Cada vez que nosotros estamos ante una nueva situación, hacemos el mismo camino de la primera Iglesia, salir de nuestra indiferencia actual para ver cómo abrimos los ojos[…] El Señor viene a ayudar a sus propios discípulos para salir de esa situación, porque su fuerza generosa es inextinguible en la historia de la humanidad», indicó Monseñor Carlos Castillo, Arzobispo de Lima, durante la homilía de este XVIII Domingo del Tiempo Ordinario en la Basílica Catedral de Lima.

Comentando el Evangelio de Mateo (14, 13-21), que narra el milagro de la multiplicación de los panes y los peces, Monseñor Castillo señaló: «Al enterarse de la muerte de Juan el Bautista, Jesús se retira para pensar este hecho trágico, como nosotros ante cualquier muerte o dolor, nosotros nos recogemos para entender, pensar y profundizar. Pero la gente lo sigue, y cuando desembarca y regresó de este momento de retiro, el Señor ve con profundidad lo que estaba pasando, es decir, comprendiendo el problema de fondo. Cuando vemos con el corazón, vemos en profundidad lo que pasa y no hacemos una mirada superficial», expresó.

¿Y qué es lo que ve el Señor? A una multitud que le remece las entrañas y necesitaba ser curada: «así Jesús siente hondamente un remecimiento ante lo que ve, como nosotros lo sentimos ahora, todos estamos muy consternados, y al igual que el Señor, estamos llamados a curar nuestras heridas».

Estar atentos y mirar profundamente para comprometernos con el dolor ajeno.

Así como el Señor se comprometió con aquella multitud que lo remeció, nosotros también debemos estar «atentos y mirar profundamente, para comprometernos con el dolor ajeno, tarea difícil. Todos tenemos que ayudarnos y hacer lo que podemos desde donde estamos».

Mirar las cosas como lo hace Jesús «nos hace comprender las cosas de otro modo, cambiar nuestra manera de vivir, sobre todo sintiendo compasión y haciendo algo, lo que sea por curar, por levantar, por animar».

El Arzobispo de Lima también destacó un segundo momento en el Evangelio de hoy: se hace tarde y los discípulos, que todavía son inexpertos y un poco indiferentes, le piden al Señor que despida a la multitud, en otras palabras: que se las arreglen, vayan a los poblados y compren para comer: «esta es una cosa muy interesante, la relación entre la indiferencia y el comprar. Eso nos pasa a veces, como todo se piensa que se compra y se vende, y no es producto de una relación profunda, entonces pensamos también que no es necesario mirar muy a fondo».

Cada vez que nosotros estamos ante una nueva situación, hacemos el mismo camino de la primera Iglesia, salir de nuestra indiferencia actual para ver cómo abrimos los ojos.

El cálculo es otro criterio de los discípulos ante la multitud: ‘No tenemos aquí más que cinco panes y dos pescados’, narra el Evangelista Mateo. Sobre esto, Monseñor Carlos explicó que a veces «nosotros también somos compradores, calculadores y mezquinos, pero el Señor viene a ayudar a sus propios discípulos para salir de esa situación, porque su fuerza generosa es inextinguible en la historia de la humanidad».

El Señor nos educa en amor y gratuidad.

El Señor, en vez de recriminar a sus discípulos por su actitud, decide educarlos: «esto es lindo porque quiere decir que sigue educándonos con su Palabra, y por eso, el rol de la Palabra profética en la Iglesia y en el mundo es fundamental», dijo el Primado del Perú.

El milagro de la multiplicación de los panes es la consecuencia del gesto gratuito del Señor: «Todo milagro no es una magia, manifiesta el Arzobispo, es un signo de gratuidad, de generosidad de Dios, y, por lo tanto, ese es el fundamento de la vida para que nuestros problemas se resuelvan. Necesitamos unir nuestra apertura al don de Dios gratuito, a su amor inquebrantable, y a la capacidad nuestra de aceptar eso, siendo dones gratuitos para los demás, regalos para los demás».

Cuando no se calcula sino que se actúa generosamente, siempre sobra, en cambio, cuando se calcula, siempre falta, la tacañería nos hace ajustar. Nosotros tenemos que salir de ese enredo, y el Señor quiere que nos liberemos del enredo de no compartir, sobre todo en este momento difícil que tenemos.

«Que Dios bendiga a todo nuestro pueblo, y que este mes de agosto, nos sirva a todos para ser más gratuitos y generosos para que haya dignidad y justicia para nuestro pueblo», concluyó.