En el XIX Domingo del Tiempo Ordinario, Monseñor Carlos Castillo reflexionó sobre la importancia de vivir un cristianismo abierto, dialogante y lúcido, capaz de comprender qué mensaje nos dice el Señor en cada signo esperanzador, pero sobre todo, a testimoniar y compartir a Jesús a través de nuestra vida: «El Señor quiere que nuestra fe sea una fe inteligente, profundamente amorosa y comprometida con los que más necesitan y con los más frágiles», dijo el prelado. (leer homilía)
El Primado de la Iglesia peruana invocó a que acudamos a los vacunatorios para evitar la propagación de la reciente variante delta del Covid-19: «El virus delta tiene una capacidad mucho más grande de contagio. Si nos vacunamos, el efecto de un eventual contagio será mucho menor. Por eso acudamos a los vacunatorios, organicémonos para vivir de manera armónica en el camino del Señor y evitar que otras personas puedan afectarse».
Transcripción de homilía de Monseñor Carlos Castillo
Comentando el Evangelio de Juan (6,41-51), el Arzobispo de Lima explicó que Jesús nos ha dado el signo del pan que es Él mismo entregado a nosotros, para mostrarnos que Dios siempre nos acompaña y atiende nuestras necesidades: «Pero no solamente quiere atender nuestras necesidades con milagros, también quiere que nosotros estemos alimentados de Él para nosotros ser milagro. Para eso, necesitamos un pan no solamente más grande, sino más profundo. Dios quiere que la humanidad sea una humanidad divinizada, no en sentido de que se endiose y se crea la ‘divina pomada’, sino de que pueda irradiar, dentro de sí, el mismo amor de Dios», reflexionó.
Por eso es que San Pablo nos dice, en la Carta a los Efesios (4,30–5,2), que seamos imitadores de Dios. Y para eso necesitamos de la fe que hemos recibido a través de nuestros padres y tantos otros testimonios de vida que hemos visto, porque detrás de cada signo esperanzador se esconde el rostro del Señor .
«Sin que el Señor nos llame a nosotros no hay fe, por eso es que Jesús inspira a sus discípulos, éstos la comunican a nosotros y siempre dependemos de quién se ha revelado. ¿Y quién se ha revelado? Dios a través de Jesús. Y así recibimos poco a poco todos la fe», expresó el prelado.
Como señala el Evangelio de hoy, un grupo de judíos convencido de que la única manera de adorar a Dios era temiéndole y obedeciendo la ley a rajatabla, no duda en cuestionar que Jesús sea el Pan bajado del cielo. Según explica Monseñor Castillo, lo hacen porque, en el fondo, «estaban amarrados a la tradición que tenían y no querían salir de ella. Eso nos pasa a todos los humanos cuando adquirimos algo y ya no queremos cambiar. Pero como todos hemos sido creados a imagen y semejanza de Dios y nuestro Dios cambia, entonces nosotros nos dinamizamos y buscamos nuevas formas de vivir, nuevos retos y respondemos con apertura así sean muy difíciles».
Y para tener la fuerza de resistir los males y la fuerza de crear algo nuevo en medio de los males, necesitamos una fuerza super-humana: «Ya uno de nuestros autores peruanos decía: “No se puede vivir sin una esperanza super-humana”. Pues bien, el Señor es la respuesta a nuestra ‘esperanza super-humana’ para que nos alimentemos de Él, podamos caminar en medio del sufrimiento y encontrar soluciones creativas e inteligentes para dar vida», indicó el Arzobispo de Lima.
¿Y dónde podemos encontrar esa esperanza? En los miles de rostros escondidos de nuestra historia, especialmente en los más desafortunados y marginados. Aquí está la voluntad de Dios escondida, como bien lo supo expresar en su momento el poeta César Vallejo:
«El suertero que grita «La de a mil»,
contiene no sé qué fondo de Dios(…)
Yo le miro al andrajo
Y él pudiera darnos el corazón(…)
por qué se habrá vestido de suertero la voluntad de Dios!”.
Finalmente, Monseñor Carlos resaltó algunos gestos de esperanza que hemos visto en los últimos días y nos recuerdan que todos estamos llamados a compartir con los demás. Este es el caso de un conocido empresario que pagó una importante deuda tributaria. Pero también está el caso de un grupo de campesinos ayacuchanos que llevaron entre hombros – y por varias horas – las cajas frigoríficas con las dosis de vacunas contra el Covid-19 a sus pueblos más remotos: «Ése es un signo que nos alimenta hermanos (…) Hoy podemos ser cristianos resucitados, compartiendo el pan y el pan del cielo; felizmente que ahora podemos abrir los templos para “comer al Señor”, como dice el texto para “masticar” el pan, para saborearlo. Y una segunda cosa muy importante es que ese pan de vida que comemos, lo podemos testimoniar. Y también son pan todos los que son como Jesús, compartidores de su vida», destacó el Primado del Perú.
El Señor ha llenado de sentido nuestra vida y no se puede actuar ni vivir sin sentido. No basta hacer las cosas, hay que hacerlas con el sentido que Dios quiere que es la felicidad de todos, del bien común.