La Basílica Catedral de Lima abrió sus puertas a los fieles para participar de la Celebración Eucarística. Con un 30% del aforo permitido y cumpliendo todos los protocolos de bioseguridad, Monseñor Carlos Castillo, Arzobispo de Lima, presidió la Santa Misa de este Tercer Domingo de Adviento: “Estamos alegres porque sabemos que necesitamos un encuentro más cercano, y la Iglesia quiere también ayudarnos a comprender la importancia de la cercanía, sabiendo que hay exigencias reales”, expresó el Primado del Perú.
Comentando el Evangelio de Juan (1, 6-8. 19-28), Monseñor Castillo explicó que Juan el Bautista da un testimonio importante como aquel que ha vivido la experiencia de Dios y la ha sabido enraizar en la vida del pueblo: «Juan sabe reconocer que Dios es el que abre caminos, Juan sabe dar testimonio sin sustituir al Mesías, por eso tuvo la grandeza de decir: ‘Hay uno que viene después de mi, que es más grande que yo'», indicó el Arzobispo.
Hoy estamos llamados a tener la grandeza de corazón de Juan para decir: “no, me equivoqué, rectifico”, manifestó Carlos Castillo: «este es el camino que hemos de seguir todos los peruanos en las familias, en las relaciones personales, en los barrios, en los distritos, en las provincias, en las regiones, en toda la sociedad peruana y en el mundo».
Un tiempo para reconocer nuestros límites y dificultades.
El Arzobispo de Lima precisó que el bautismo de agua nos ayuda a entrar en un tiempo de discernimiento para reconocer nuestros límites y dificultades, especialmente aquellos problemas que necesitan una rectificación: «solamente rectificando, los seres humanos aprendemos, porque no somos dioses para no equivocarnos. Nos equivocamos muchas veces, y otras veces nos empecinamos en las cosas que nos equivocamos», agregó.
El bautismo del Espíritu que trae Jesús es el renacimiento de nuestra vida en el amor.
«El Señor es el Mesías, nosotros estamos para servirlo sencillamente, somos sus testigos, no somos nosotros la luz, tenemos que tener la valentía de aceptar que no somos Dios. Pero sí tendremos la alegría mayor de aceptar que Dios viene a habitar con nosotros y nos enseña a amar, desarrolla toda la capacidad de justicia y amor que tenemos los humanos», reflexionó el Arzobispo.
La verdadera alegría llegará cuando, purificados de nuestros errores, recibamos la gracia de Dios mismo que viene a morar en nuestra vida y despierta en la humanidad la esperanza.
En otro momento, Monseñor Carlos Castillo dijo que estamos en un momento decisivo de la vida del mundo: «es preciso que toda la humanidad recapacite, piense otra vez su vida y su historia, esté dispuesta a caminar juntos para salvar toda la vida del planeta».
«Que Dios bendiga a todos los cristianos y a todo el pueblo sencillo, creyentes y no creyentes, para entrar en el camino de Juan Bautista de ser testigos de la verdad, de la sencillez, del reconocimiento del mal y de la rectificación que nos permite a todos una conversión personal y social», concluyó.