Arzobispo: El Señor suscita la capacidad de ser un milagro para otros

Comentando el Evangelio de Marcos (1, 40-45), que narra la sanación de un leproso de la enfermedad y la exclusión, Monseñor Carlos Castillo, Arzobispo de Lima, destacó la actitud que tiene el Señor para acogernos y compartir el milagro de su amor: «los milagros son signo del amor de Dios, un amor que suscita en nosotros la capacidad de ser un milagro para los demás. La voluntad irreversible de Dios es que nosotros nos amemos, por eso, Dios no ha mandado la Pandemia, Él sufre con nosotros y quiere que la superemos haciendo de nosotros, fuente inagotable de milagros», dijo durante la homilía de este VI Domingo del Tiempo Ordinario.

El primer milagro: la sanación del enfermo.

El Arzobispo también hizo hincapié en la actitud del enfermo, quien decide acercarse a Jesús humilde y sencillamente para apelar a su libertad de decisión: «no le dice – ¡Tienes que limpiarme! – le dice – Si tú deseas, si es posible para ti, límpiame – Y el Señor responde con varios gestos, porque quiere darnos sus dones y formas de actuar para transformar nuestras vidas y hacer cosas totalmente novedosas y distintas», explicó.

El Señor responde con signos de misericordia y compasión, «se le remecieron las entrañas porque nos ama», manifestó Carlos Castillo, «Él está permanentemente y es el Dios en la historia, en los sufrimientos, en las dificultades. Por eso, hoy también está en medio de nosotros, en medio de la Pandemia».

Aunque hoy no podemos acercarnos y tocarnos como el Señor para expresar nuestro afecto, estamos llamados a mantener la misma disposición hacia el Otro, así lo aseguró Monseñor Carlos: «nuestra cultura está marcada por esa actitud de cercanía porque Jesús ha ‘tocado’ nuestras vidas para resucitarnos, levantarnos y darnos ánimo. La voluntad irreversible de Dios es que nosotros nos amemos, por eso, Dios no ha mandado la Pandemia, Él sufre con nosotros y quiere que la superemos haciendo de nosotros, fuente inagotable de milagros», recalcó.

¿Y cómo podemos ser un milagro para los demás? Imitando los gestos del Señor, que se mete en nosotros para suscitar la capacidad de ser un milagro para otros: «esto es lo que ha ocurrido con este precioso milagro que han tenido nuestros hermanos de Chile, donando 40 toneladas de oxígeno. Díganme si eso no es un lindo milagro», reflexionó el Arzobispo.

El segundo milagro: ser restaurado ante la sociedad.

Al primer milagro de la curación, le sigue un segundo: el Señor está preocupado por la salud social del leproso, quiere que se restaure ante la sociedad y deje de ser visto como ‘impuro’. Esta es una actitud que debe primar, sobre todo, en nuestra Iglesia, enfatizó Monseñor Castillo: «es necesario acoger y acompañar a las personas para que no vivan en la desesperación, acercarnos para afrontar las nuevas ‘lepras’ que hay en el mundo e impedir esta cadena tremenda de muertes que estamos viviendo», puntualizó.

Y una manera de acercarse es pensando en todas las personas que se encuentran en primera línea en la lucha contra la Pandemia, preocupándonos porque reciban la vacuna y puedan sentirse restauradas: «gracias a la vacuna, todos vamos a ser incluidos poco a poco. Tenemos que respetar, moral y éticamente, que primero deben ser los de primera línea y no los privilegiados», subrayó el prelado.

Por lo tanto, la actitud restauradora del Señor se concentra en la restauración de las relaciones humanas y en la inclusión de las personas.

El tercer milagro: «salió y se puso a pregonarlo».

Pese a las indicaciones del Señor, el leproso tiene una alegría profunda que lo inspira a anunciar al Señor en todas partes. Sin saberlo, este hombre fue uno de los primeros en salir a evangelizar desde la base del pueblo, en el corazón de la gente sencilla, demostrando que Dios promueve la vida en todos sus niveles.

«Jesús ha generado, a partir de este nuevo milagro, un hombre libre, que salió a anunciar la alegría del Evangelio y la grandeza de los signos del amor de Dios por todo el mundo. Y el Señor ha venido para que nos sanemos y nos limpiemos por su amor, para que nos integremos a la sociedad y vivamos en paz y en amistad», expresó Monseñor Carlos.

Finalmente, el testimonio del leproso provocó que las personas acudan al Señor desde todas partes. Ante ello, el Señor asume el riesgo de la fama antes que juzgar, reprochar o impedir el actuar libre del leproso. Jesús decide quedarse en lugares aislados para convertirse, de algún modo, en un ‘leproso’ solitario y apartado. He aquí la grandeza del amor de Dios hasta en el mínimo gesto de sus decisiones.