Aislados socialmente, pero unidos espiritualmente, las familias de nuestro país participaron desde sus hogares y en comunidad de la Misa de Domingo de Ramos que presidió nuestro Arzobispo de Lima: «El Señor no nos abandona, Él ha sufrido como nosotros, es la Palabra sencilla y humilde que nos sostiene para disipar las tinieblas de la agresión de la variante brasileña y de la variante peruana de la indiferencia y las ambiciones que nos dividen, en vez de unirnos», reflexionó durante su homilía.
Homilía de Monseñor Carlos Castillo (descargar transcripción en PDF)
En una Celebración Eucarística con un 20% del aforo permitido y concelebrada con los obispos auxiliares, Monseñor Carlos recordó que el Señor tiene para nosotros una Palabra de aliento para nuestro pueblo abatido: «solo así, desde su compañía delicada, sencilla y tierna, en la médula de nuestra crisis, la Iglesia igual que Jesús, nos ayuda a conducirnos con su amor a nuestra resurrección como Perú», añadió.
Jesús, la Palabra de aliento al afligido, comienza esta Vía Crucis sentenciado por la decisión de una religión que renegaba de Dios en los hechos, aunque lo alababa con los labios.
«Los sumos sacerdotes, los escribas y la religión oficial que impera en Jerusalén, quiere eliminarlo, les estorba, les repugna, pero quieren hacerlo a escondidas, intrigando por lo bajo para evitar que el pueblo se amotine. Mientras ellos intrigan, sin embargo, Jesús, la Palabra de aliento, comparte la mesa en Betania, en la casa del ex leproso Simón, como nosotros, en esta Semana Santa reunidos en casa y con Jesús apenas entronizado», expresó el prelado.
En este compartir gratuito, aparece una mujer que ha juntado todos sus ahorros para regalarle al Señor un perfume de nardo muy caro: «El Señor siente lo que siente la gente. El pulular del amor gratuito en medio de la intriga y la maldición. Ella le ha llevado a Jesús el aroma del amor para afrontar su momento más difícil y lo ha derramado sobre su cabeza. Jesús no la desprecia, la valora y defiende. El traidor es el mismo que mide todo por medio del dinero y se acuerda de los pobres solo por conveniencia, por ello, no comprende que allí el pobre concreto es Jesús. También nosotros ante la posible el momento decisivo y difícil que vivimos hoy y el peor que se nos puede venir, nos vamos preparando con actos gratuitos de amor, para afrontarlo unidos», indicó el Arzobispo.
Jesús se ofrece por amor en una Jerusalén que se había convertido en una «cueva de bandidos».
Jesús preparó, conscientemente, otro gesto gratuito, sencillo, generoso: En medio del recuerdo de la salida liberadora de la opresión egipcia, en la fiesta de pascua judía, Jesús actualiza en una casa su sentido liberador: «se ofrece como cordero por amor, en una fiesta en que lo habían decidido asesinar. Es decir, en una Jerusalén que había convertido la pascua judía en un rito que obligado para a llenar las arcas de los sacerdotes, y en el que se planeaba la muerte de un inocente, Jesús prefiere donarse sin matar a nadie», explicó el Monseñor Carlos.
Así, nuestra Eucaristía, quedó para siempre como el gesto del regalo vivo de su Cuerpo y de su Sangre para fortalecernos mediante el signo del compartir el Pan y del Vino.
En este compartir del Señor, también surgió la mezquindad ambiciosa de quien se resiste a entrar en el Espíritu de la gratuidad, «el mismo que lo calcula todo para ganar y lucrar, quiere ambicionar más. Jesús sabe que ese lo entregará, pero extrema sus gestos de amor, y lleno de la misma gratuidad, brinda y espera beber el vino nuevo en el reino de su Padre. Vive el peligro de la muerte con dolor, pero esperanzado y generoso, comunica alegría y esperanza a su comunidad».
Jesús, descubriendo, además, el plan de sus enemigos de dispersar a las ovejas hiriendo al Pastor, educa a su comunidad y le enseña que todos somos débiles, que no hay que hacerse ilusiones, que todos nos dispersaremos porque somos humanos, es una enseñanza realista no ilusa. La comunidad no lo entiende todavía y hace sus promesas de firmeza, pero Jesús no quiere promesas inimaginables, sacrificios, holocaustos y demás ceremonias que escondían, en el fondo, una religión que alaba con los labios, pero que está apartada de corazón del Señor. Jesús quiere de su comunidad una fe que ore para que Dios le de la fuerza de ser fiel. Pedro no quiso aceptar su debilidad, se creía fuerte, y junto a los otros, lo negó.
Sin embargo, Jesús es Palabra que alienta a ser realistas y no dejarnos guiar por locas ilusiones, por ello, débil y golpeado por la intriga que lo va a matar, decide orar e invita a sus discípulos a orar: «Jesús no es un masoquista que busca el sufrimiento y la muerte. Jesús es un ser humano responsable que, en el Espíritu, reconoce su flaqueza, su deseo humano de no morir y sufrir, pero que se dispone y abre a asumir la misión de mostrar y transparentar el rostro amoroso de Dios», comentó el Arzobispo.
Esta misión debía esclarecer las ambigüedades que los sacerdotes habían creado de una imagen de Dios que era amor, pero también temor y venganza: «Jesús tenía la misión de retomar la promesa de bendición hecha a Abraham y a David. Los sacerdotes la habían oscurecido mezclándola con los miedos, propiciados por los dioses paganos, por la riqueza, por la ambición de poder y por su separación como una élite oscura que no sabe reconocer el sentimiento de la gente», precisó Carlos Castillo.
Entregando toda su debilidad al Padre, Jesús recibe el Espíritu en la oración, y esa fuerza espiritual lo lleva a tomar la iniciativa responsable y amorosa de afrontar la herida clave de Israel y de la humanidad, el pecado como auto-endiosamiento, arrogancia y autosuficiencia, común a los sacerdotes, al traidor, al poder romano, y a los propios discípulos, cuando confiamos únicamente en nuestro pretendido poder.
Ante la llegada al huerto, todos los representantes de la intriga y el poder sacerdotal, nos consterna que un gesto tan hermoso de amistad y cariño gratuito como es el beso, sea usado para entregar y traicionar a Jesús: «En quien esta poseído de la ambición, en quien planifica una intriga asesina, en quien todo esta fríamente calculado para hacerse del poder, no hay gesto delicado, todo es desfachatez y uso de lo delicado para obtener prebendas y réditos de todo tipo. Disfraza en bien de mal y el mal de bien, todo lo tiene calculado con la mentira», añadió el Primado del Perú.
Jesús no está para responder en los mismos términos mezquinos, por eso, al Señor solo le queda la Palabra: «Al apresarlo como a un bandido, Jesús les recuerda su artera maniobra porque pudieron haberlo apresado en el templo. Pero Jesús ve que así está realizando la promesa del Padre, cumpliendo las escritura y actuando con fidelidad al Padre».
Apresado, Jesús seguirá derramando su Palabra de aliento sobre todos, Palabra que, inclusive, está en su silencio. Jesús es juez, pero es un juez desde su pobreza, desde lo inerme y desvalido que está en ese momento, desde su inocencia sufriente, ese es el que nos interpela y nos juzga, sobre todo, al sistema religioso corrompido y cómplice de la maldad. El Señor anuncia que toda religión mezclada con el dinero y el poder, será juzgada y desaparecerá.
Injustamente, a Jesús le ponen la pena de los subversivos políticos.
Los píos y religiosos sacerdotes buscan ahora la ayuda de Pilatos. Y aquí vemos cómo esa religión corrompida tiene cantidad de infiltrados que soliviantan al pueblo sencillo para pedir que salven a Barrabás y crucifiquen a Jesús: «Le ponen la pena de los subversivos políticos, lo que era una verdadera mentira. Jesús anunció el Reino del amor, pero los sacerdotes no lo pudieron soportar. El amor liquida a una religión de negocio», subrayó Monseñor Castillo.
¡Bájate de la cruz! Es la última tentación, la del egoísmo y la venganza: «si Jesús hubiera cedido ante ella, todos solo tendríamos la misma historia siempre, repetida, y Jesús hubiera sido presentado como un revolucionario más, pero Jesús es el regenerador de la humanidad. Y así, vejado y abatido, no cae en la tentación y no se baja de la Cruz, no por la fuerza de los clavos, sino por el entrañable amor que nos tiene. Jesús no buscaba la muerte, Jesús acepta la muerte como signo de obediencia al Padre para mostrar que Dios es amor y no venganza».
Monseñor Castillo hizo un llamado a que en esta Semana Santa, podamos redescubrir el misterio del amor de Dios, para dejar que la Palabra que nos da aliento y fuerza cuando estamos abatidos, trajine por nuestro país, por nuestros corazones y por nuestras familias.
Y citando las palabras de la gran poetisa Violeta Parra:
El amor es torbellino
De pureza original
Hasta el feroz animal
Susurra su dulce trino
Detiene a los peregrinos
Libera a los prisioneros
El amor con sus esmeros
Al viejo lo vuelve niño
Y al malo solo el cariño,
Lo vuelve puro y sincero.
– el Arzobispo agregó: «Vivamos la Semana Santa con este amor de Jesús que nos va a regenerar como personas, como familias, como pueblo, como Nación y como mundo».