¡Cristo ha resucitado! La Iglesia de Lima celebró este domingo la Pascua de Resurrección que presidió Monseñor Carlos Castillo: «la ayuda mutua, la hermandad que constituimos en la Iglesia, nos va sacando adelante, porque somos una comunidad, no somos un funcionariado ni somos una institución caduca, somos una institución flexible que va caminando juntos y que se ayuda en la hermandad y ayuda a la humanidad», reflexionó durante su homilía (leer homilía completa).
Homilía de Monseñor Carlos Castillo (descargar transcripción)
“¿Qué has visto de camino María en la mañana? ¡A mi Señor glorioso, la tumba abandonada!”. Esta afirmación que tenemos en la secuencia es un resultado de un largo camino de hondamiento que la Iglesia va a proclamar después de un cierto tiempo, cuando intente profundizar y comprender este misterio.
Nuestra fe en la resurrección demora, como demoró la primera Iglesia. Y no solamente demora desde los inicios de la fe, sino en la renovación permanente de nuestra fe en circunstancias distintas. Nos hemos debido habituar, justamente, a esta dinámica interna de la fe que requiere todo un proceso de profundización. Por eso, la primera Iglesia no nos dejó un conjunto de reglas para ser cristianos, no nos dejó un catecismo con todas las definiciones de todo lo que había ocurrido. Eso lo fuimos elaborando poco a poco, e inclusive, tiene que modificarse, porque son cosas que adaptan a cada tiempo el sentido que hemos vivido.
La Iglesia nos dejó una narración, un conjunto de narraciones, además, polifacético, 4 Evangelios. Y tenemos varias narraciones de lo que ocurrió, y en ellas se expresan los problemas que tuvo la primera Iglesia para comprender. Y en este Evangelio de Juan, del capítulo 20, se nos ayuda a ver cómo hay distintos modos de acercarse al misterio de la fe, y también distintos modos de ver lo que ha ocurrido y de creer.
Primero, María, va muy temprano, ve que la piedra ha sido quitada y echa a correr, desesperada. Aquí, los textos originales que nos dejó la Iglesia del Evangelio de Juan, dice claramente que “ella vio superficialmente”, empleó un verbo que -todos no tenemos porqué saberlo – pero que en griego se dice “Blepo”, que significa mirada superficial, mirada ligera.
Y por eso, María se emociona inmediatamente y se queda como sorprendida, y sale corriendo con una suposición. Cuando llega a los discípulos, les dice: “se han llevado el cadáver del Señor, se lo han robado y no sabemos dónde lo han puesto”. Es la desesperación de toda la Iglesia de no comprender lo que ha ocurrido, que es la primera cosa que la Iglesia vivió, para poder avanzar hacia la fe: dejarse conmocionar por el acontecimiento de la desaparición del cuerpo del Señor. Pero eso es muy importante, porque los miedos tienen algo de interesante: del miedo se puede pasar al misterio y del misterio a la hondura de conocimiento, se puede ir tratando de comprender. Es preferible aceptar nuestros miedos que decir: “no, no, no, ya todo está claro, simple y llanamente hay que aplicarlo y ya, automático, digital”, y no es así. La Iglesia vivió todo un drama de comprender lo que había pasado, y justamente, la Iglesia comprende poco a poco la Resurrección, porque el Señor se va explicando y ahondando, y uno puede, entonces, entender.
Cuando los discípulos corren, Juan no entra al sepulcro, porque él era sacerdote, y si era sacerdote se podía impurificar, y espera que entre otro, en este caso, Pedro. Otros dicen que es por respeto a Pedro, pero lo más importante es que él no quería “impurificarse” entrando a un sepulcro. Lo importante es que se asomó y vio desde lejos sin decir nada al respecto.
Luego llega a Pedro, y Pedro entra en el sepulcro, como anoche hemos visto a las mujeres entrar en el sepulcro. Y hace otra cosa, una mirada distinta: observó todo. El Evangelio emplea una palabra que nosotros usamos en castellano: “teoría”, o sea, Teorem, que significa; analizar las cosas, estudiarlas. ¿Por qué? Porque quiere comprender, evidentemente, pero está sorprendido, y como mayor, prefiere calcular un poco y ponderar un poco la situación. Y dice claramente acá el texto: “entró al sepulcro, observó las vendas en el suelo y el sudario con que habían cubierto la cabeza al Señor, no por el suelo y con las vendas, sino enrollado en un sitio aparte”. También observar las cosas con ponderación es importante para la fe, es un paso, pero a su vez, no es toda la fe.
La fe, finalmente, no se explica racionalmente, para creer en la Resurrección se necesita un poco más, pero también se necesita comprender los signos que nos deja el Señor, sobre todo, el sudario dobladito, eso es lo que más sorprende. Y esto tiene que ver directamente con signos que hoy día nos permiten también caminar, cuando en la Iglesia vamos avanzando y hay muchos desórdenes, y hay ciertas cosas que están ordenaditas, bonitas, como las lindas comunidades que hoy día en las distintas parroquias y en las distintas casas, están viviendo la fe en forma novedosa, y van ordenando nuevas maneras de hacer y vivir en medio de este caos terrible en el que vivimos, obra de esta situación difícil.
Por último, entra el discípulo amado, conocido por todos nosotros como el discípulo amigo de Jesús, a quien más quería y que sabía “sentir con el Señor”, se había recostado en su pecho y había vivido intensamente todo su camino porque era su amigo del alma. Y así, entonces, dice que: “vio y creyó”. Este ‘vio’ es también distinto. Se dice con las mismas palabras que Jesús al inicio de la Pasión, en la última cena, cuando lavó los pies, dice al inicio: “sabiendo que había de pasar de este mundo al Padre, y sabiendo que todo estaba listo, se levantó y lavó los pies de sus discípulos”.
Sabiendo, comprendiendo, entendiendo, por eso, aquí es un ‘ver’ más profundo. Esa palabra en griego se dice ‘Eidem’, que significa comprender hondamente las cosas: “comprendió y creyó”.
Esto es sumamente importante, porque aquí vemos una evolución, y simultáneamente, tres maneras de tener fe, en donde todos estamos llamados a la más profunda, pero en donde no tenemos que preocuparnos de que tengamos la fe de Juan, apuradamente, porque eso es un largo proceso. Y digo esto porque a veces pensamos que, si soy creyente, debo hacer a, b, c, d, e… y eso está mal, porque no todo se puede hace simultáneamente y en todo momento, sino que es un camino difícil y debemos tratar de comprender que no somos perfectos, que el Señor nos va haciendo perfectos y nos va haciendo sus hijos y sus amigos íntimos.
Por eso, en esta mañana en que celebramos la alegría de la Resurrección, que no sea para nosotros un motivo para no reconocer nuestras diferentes maneras de acercarnos, nuestras debilidades, sino para que el Señor siga entrando en nosotros y pueda ayudarnos a comprender las cosas en lo más profundo, y para que, entonces, nuestra fe sea una fe profunda y fortalecida.
Y allí, entonces, una cosa muy importante. Decía el Papa Benedicto y la ha repetido varias veces el Papa Francisco: “la fe es una relación íntima, no es un conjunto de ideas que se tienen que afirmar”, es la comunicación viva del Señor a nuestra vida, en la cual, se evoluciona poco a poco hasta dar testimonio, como dice hoy día el Libro de los Hechos de los Apóstoles: “la fe se comunica a testigos, para que todos testimoniemos”. Y la fe verdadera es la que, poco a poco, va entendiendo, comprendiendo, calibrando, pero sobre todo, testimoniando, entregando la vida hasta la muerte y muerte de Cruz como el Señor, y como han hecho tantos hermanos nuestros que por su fe, han perdido la vida en este tiempo.
Por eso, hoy día, estamos alegres, la fe cristiana es alegría, pero no es una alegría facilona, es una alegría con razones hondas que no se repite todos los días igual, sino que se va avanzando y se va confrontando, y nos vamos ayudando los que tenemos una fe superficial con los que tienen una fe profunda, los que tienen una fe que se va acercando y va entendiendo algo, con los que no entienden nada y con lo que entienden más hondamente.
La ayuda mutua, la hermandad que constituimos en la Iglesia, nos va sacando adelante, porque somos una comunidad, no somos un funcionariado ni somos una institución caduca, somos una institución flexible que va caminando juntos y que se ayuda en la hermandad y ayuda a la humanidad.
Por esa misma razón, comprende también al no creyente, porque a veces no encuentra razones ni encuentra, en profundidad, las cosas porque son a veces terribles. Y a veces nosotros, los cristianos, por competir con el mundo y querer imponer las cosas, no nos entienden.
Hagamos lo posible porque el testimonio de Cristo Resucitado que resucitó por amor y nos quiere resucitados todos, también en ese mismo amor, pueda permitirnos ya, ahora, la vida eterna.
La palabra vida eterna, para lo cual nos ha llamado el Señor y el Evangelio de Juan subraya, no es ‘la otra vida’, es esta vida, vivida en el amor que se prolonga hasta la otra vida. Ya en esta vida podemos vivir eternamente porque vivimos en su amor y nos dejamos conducir por Él.
Hermanos y hermanas, “¿Qué has visto de camino en la mañana María? ¡A mi Señor glorioso, la tumba abandonada!”. Que esta manifestación de testimonio, nos ayude a todos decirlo desde el corazón, al nivel que podamos comprender.