En el Segundo Domingo de Pascua y de la Divina Misericordia, Monseñor Carlos Castillo hizo un llamado a ‘tocar’ y ‘ver’ las heridas de los que más sufren en esta Pandemia: «uno de los problemas más grandes que tenemos es la insensibilidad ante la herida ajena. Ahora que viene un periodo nuevo para nuestra historia, que ese periodo sea prometedor, y que con la contribución de la sensibilidad humana, mostrada por el Señor que nos dice: ‘Acércate Tomás y toca’, nosotros también podamos creer sin haber visto directamente, por el testimonio de los apóstoles, pero aprendiendo a ver con esos criterios, las heridas de Jesús en el mundo actual», reflexionó durante su homilía (leer homilía completa).
Leer transcripción de homilía – II Domingo de Pascua
Comentando el Evangelio de Juan (20, 19-31), que narra la incredulidad de Tomás, el Arzobispo de Lima explicó que Jesús toma la iniciativa de acercarse a sus discípulos para ayudarlos a vivir lo que significa el amor gratuito de Dios: «es eso lo que ocasionó que la Iglesia se reuniera, no el esfuerzo de todos los cristianos por hacer como una especie de confederación o asociación, sino el escuchar desde su corazón, profundamente, el llamado del Señor que los convoca nuevamente. Y eso se da por medio del Espíritu Santo», agregó.
El Espíritu es el que nos guía hacia la verdad. Y hoy día, que es un domingo muy importante para todos nosotros como peruanos, es necesario que nos dejemos inspirar por el Señor para tener la sensibilidad suficiente y la reflexión suficiente para hacer una decisión buena.
Monseñor Castillo señaló que, así como el Señor se aparece en medio del miedo de sus discípulos, también lo viene haciendo en medio de nuestras incertidumbres y dudas: «el Señor está en la herida, está allí donde estamos más débiles, más vulnerables, en todas las contrariedades y dificultades que se ocasionan a consecuencia de la Pandemia. No dudemos que el Señor está en medio de nuestras heridas y nuestros miedos, y desde ese reconocimiento de los miedos, el poder intentar apreciar al Señor, acogerlo por medio del Espíritu», acotó.
Una de las tareas más importantes de la fe cristiana de la Iglesia es contribuir a la unidad, de tal manera que los distintos puntos de vista sean compatibles, gracias a que hay una predisposición a dialogar y a ver qué hacer y qué es lo más adecuado y justo que necesitamos.
«El Señor sopla sobre sus discípulos y también sobre toda la Iglesia para que recibamos el Espíritu Santo. Y el Espíritu Santo está ligado al perdón: ‘Reciban el Espíritu Santo y a quienes ustedes perdonen sus pecados les quedan perdonados, a quienes se los retengan les quedan retenidos’. No dice ‘a quienes no perdone’, sino dice retener – prosiguió el Arzobispo – y retener es una forma de educar, pero por un tiempo, de tal manera que así nosotros corregimos también. Son maneras que tenía la Iglesia para que, a través de la inspiración del Espíritu, todos crezcamos en la fe».
El Arzobispo de Lima indicó que la corrección es siempre temporal para ir logrando que crezcamos: «corregirnos y ayudarnos mutuamente como peruanos es lo que necesitamos en un momento difícil en que todos somos vulnerables, y tenemos que contribuir a la mejora de nuestra situación para ser un país lindo, un país donde reímos, cantamos, nos alegramos. Pero todavía tenemos que convertir en alegría el conjunto de la organización de nuestro país, y eso requiere mucha imaginación, la contribución de todos, unidos, el poder dialogar, entendernos entre nosotros y poder constituir una nación que se ama. Ésa es la visión cristiana de lo que deberíamos ser, pero la proponemos, no la imponemos, tratamos de que todos podamos ir, poco a poco, y comprendiendo este sentido profundo de la fe», precisó Carlos Castillo.
Actuar con el mismo amor con que actuó Jesús.
Por último, Monseñor Carlos reflexionó a partir de la figura de Tomás: «él también quería alegrarse como los que habían visto al Señor, por eso le costaba creer. Al igual que Tomás, nosotros también somos de los que no estuvimos, y somos llamados, entonces, a aprender a creer de otra manera».
Pero el Señor, quien está lejos, lo invita misericordiosamente a tocar sus heridas de amor, a entrar en la dinámica interna de su entrega generosa: «El Papa decía a los muchachos estos días que, cuando subió Jesús al cielo y ascendió, llevó un regalo. Los chicos se quedaron espantados. ¿Un regalo? Sí, sus heridas, sus heridas son su regalo. Tú me mandaste a amar, acá están los signos del amor», declaró el Monseñor.
Hemos de actuar siempre en las situaciones, con el mismo amor con que actuó Jesús, dando nuestra vida y ofreciéndola a los demás.
El Arzobispo de Lima reiteró que debemos aprender a creer y ver al Señor desde las experiencias que se derivan en su amor, como lo son nuestros mártires, nuestras madres que salen a trabajar y se exponen al contagio, nuestros canillitas, nuestros lustrabotas y personas que trabajan en la calle: «tenemos que tocar y ver esas heridas también. ‘Bienaventurados los que creen sin haber visto’ significa ‘sin haber visto la primera experiencia’, pero sí ver las otras experiencias de las heridas de la gente».
Que en esta jornada tomemos la decisión más oportuna y adecuada según nuestra conciencia. Y que nadie diga que ustedes, por hacer esa decisión, se merecen la excomunión o merecen el infierno, no es justo decir eso. Nosotros hacemos las decisiones de acuerdo a la voluntad de Dios, siempre inspirados, pero siempre en libertad. Si la libertad no existe, no hay ninguna manera de ser creyente, se tiene que ser libre para creer. Y la fe inspira y alienta la libertad de la persona.