Monseñor Carlos Castillo, Arzobispo de Lima y Primado del Perú, presidió la Celebración Eucarística de este Domingo XXXII del Tiempo Ordinario, en la Basílica Catedral de Lima.
Comentando el Evangelio de Mateo (25, 1-13), Monseñor Castillo explicó que el Señor vuelve a hablarnos en parábola para anunciarnos que debemos estar preparados para encontrarnos con Él definitivamente. Para ello utiliza la imagen de un grupo de muchachas que, tomando sus lámparas, salieron al encuentro del esposo para recibirlo y entrar al banquete de bodas.
Como indica la parábola, hay dos tipos de comportamientos en la comunidad cristiana y la del mundo: esperar preparados o esperar distraídos. Ante ello, el Arzobispo agregó: «tenemos que estar preparados porque no sabemos el día ni la hora, pero ocurrirá. El Señor no sólo va llegando progresivamente en cada situación de la vida, también llegará definitivamente».
Dios viene por medio de su Hijo a renovarnos, inclusive si estamos ‘dormidos’, viene a ‘despertarnos’ para poder entrar en la vida plena.
«Uno de los problemas más graves que tenemos en nuestra humanidad es que no sabemos esperar, nos desesperamos, hacemos las cosas imprudentemente sin preparación, acumulando problemas hasta que nos llenamos de dificultades», señaló Monseñor Carlos.
Seamos capaces de generar y promover al otro.
¿Pero cuándo es que estamos distraídos? Cuando soltamos los deseos inmediatos y realizamos aquellas cosas que ‘nos salen del hígado’, sin pensar, sin reflexionar, sin hacer un camino inteligente y prudente: «El Señor nos hizo para amar, y el verdadero amor es inteligente, sabe ver y ponerse en la situación del otro, sabe promover al otro, sabe alegrarse cuando se promueve y da vida. Por eso se dice que la fuente de la felicidad es la generatividad, es decir, la capacidad de generar al otro», precisó el Arzobispo.
Hoy tenemos el problema de la acumulación de imprudencias, cosas que hacemos sin reflexionar, sin pensar, sin ordenar nuestras vidas, tanto en la Iglesia como en el mundo.
El Señor quiere que nuestro encuentro definitivo con Él sea alegre, quiere que sea ‘una fiesta de bodas’, porque la vida humana, en palabras de Monseñor Castillo, «es un constante encontrar a Dios, Él es nuestro destino final y no la muerte».
Actuar con capacidad de reflexión y sabiduría, sin polarizar ni apurar las cosas.
La fraternidad es la mejor manera de tener nuestras ‘lámparas cargadas con aceite para esperar al novio’, asegura el Arzobispo de Lima: «la fraternidad es un elemento fundamental e indispensable para que sepamos actuar con prudencia, ampliando nuestra capacidad de reflexión y sabiduría para hacer las cosas pensando en los demás. Esto es propio de nuestra fe cristiana, razonar sin polarizar o crear tensiones, razonar las cosas sin apurarlas».
En otro momento, Monseñor Castillo explicó que, en las últimas décadas, hemos vivido presos de la pasión individualista, actuando en base a los intereses propios sin pensar en los demás: «la parábola de hoy nos recuerda que debemos tener la suficiente capacidad para iniciar un proceso de conversión personal y social, porque hemos sido creados para ser hermanos y amar a manos llenas», manifestó.
Tenemos que ver cada paso que hacemos, cada consecuencia que puede tener lo que estamos haciendo, pero sobre todo, tener en cuenta al pequeño, al desvalido, al que está excluido de nuestro horizonte.
Estar vigilantes a la espera del Señor, por lo tanto, es aprender a identificar a Cristo en nuestra vida cotidiana, en nuestras situaciones complejas y difíciles: «para responder y acoger al Señor debemos tener la capacidad de mirar con ojos de misericordia, para ver en qué cosas todavía fallamos y necesitamos levantarnos», subrayó Carlos Castillo.
Antes de finalizar, el Arzobispo hizo un llamado a vivir en hermandad y a actuar de forma justa en nuestro país y el mundo entero: «que podamos entrar en un proceso de consideración de las cosas, de vigilancia y de reflexión, para actuar en forma justa y adecuada en el tiempo que viene», concluyó.