«Hoy día tenemos grupos e instituciones en la sociedad y en la Iglesia que solamente piensan en sí mismos, y que, por lo tanto, limitan su horizonte a lo menudo e inmediato(…) Ser “rico” ante los ojos de Dios es cuando yo tengo algo, lo comparto, y si tengo muchísimo… ¡todo es para compartir! La felicidad está en eso, en que el amor de Dios en la historia se desarrolle y se plasme con plenitud, con alegría, para que las personas puedan resolver sus problemas, para que haya salud, para que el hambre se termine», es la reflexión que hace nuestro arzobispo de Lima, Monseñor Carlos Castillo, en la homilía de este domingo XVIII del Tiempo Ordinario.
El Primado de la Iglesia peruana agradeció la visita de las hermanas de la Fraternidad Mariana de la Reconciliación, quienes acudieron junto a su nueva superiora, Luciane Urban, después de participar en su III Asamblea General: «Es muy importante esta retoma de las fraternas, del sentido profundo de su camino comunitario en María de la Reconciliación, para ir a los principios fundamentales de la fundación de la fe cristiana, viendo si realmente lo vivido está en la línea de Jesús o no», expresó el prelado. (leer transcripción de homilía).
Al comentar el Evangelio de Lucas (12, 13-21), que narra la Parábola de un hombre rico y necio que no quería compartir sus bienes, Monseñor Castillo explicó que «pensar en decisiones excesivamente apuradas» para «solucionar inmediatamente las cosas», sin discernir, nos impide ver más allá de nuestro horizonte; esto que llama hoy día San Pablo (Col 3, 1-5. 9-11): el horizonte de lo terreno.
«La vida del hombre rico está marcada, definitivamente, por un crecimiento en donde los otros no interesan. ¡Mis graneros!, dice. “Entonces, me diré a mí mismo: hombre, tienes bienes acumulados para muchos años, descansa, come, bebe y date la buena vida”. Este hombre rico ha obviado cualquier relación, solo piensa en su alma, en él mismo; es un narciso que cree que de ahí se puede derivar la felicidad», recalcó el arzobispo.
Leer transcripción de homilía de Monseñor Castillo.
Esta misma actitud (limitar nuestro horizonte a lo menudo e inmediato), es un problema que se presenta en los grupos e instituciones de la sociedad, incluida la Iglesia. Para Monseñor Carlos, la imagen del hombre rico se representa, en la actualidad, por la ambición egoísta de nuestra sociedad, especialmente en los cargos de alta dirección que buscan la manera de encubrirse por ser autoridad:
«Esa es la imagen del rico epulón, un plutócrata, una persona que solamente se enriquece, se engorda cada vez más y, en un momento… ¡estalla! Y por eso, el Señor le llama a este personaje “necio”; y al final, Dios le dice: «¡Necio!, esta misma noche se te quitará el alma. ¿Lo que has acumulado… ¿para quién será?» Esta vida absurda la estamos repitiendo cada vez que constituimos grupos que tienen características corruptas, mafiosas», reflexionó.
Al perder el sentido de las cosas, se pierde el sentido de Dios. ¡No hay límites!
El arzobispo Castillo reiteró que la búsqueda del poder y el enriquecimiento a costa del sufrimiento de los demás, es un problema vigente y viral en todos los sectores, en las autoridades políticas, en la cultura, en el comercio, en las empresas, y también en la Iglesia: «Eso es lo que carcome al ser humano, porque, al perder el sentido de las cosas, pierde, evidentemente, el sentido de Dios… ¡no tiene límites! Es más, recurre a Dios para encubrir su corrupción y, por lo tanto, usa a Dios», afirmó.
El obispo de Lima fue más allá y aseguró que, inclusive, buscamos la riqueza usando a Dios: «Eso lo hemos visto en cosas terribles que han acontecido en la Iglesia y siguen existiendo aquí, en el Vaticano y en otras partes; en donde algunas personas, en nombre de Dios, roban, maltratan, destruyen, usan, y se creen santísimos; y nos puede corresponder a cada uno de nosotros si vamos en esa línea. No estamos exentos de caer en la tentación de la codicia; y les digo eso, es muy fuerte porque, las redes, cuando se hacen de tipo corrupto, siempre tratan de implicar, inclusive, al que no lo es, para que caiga y, así, entonces, no tenga derecho a decir su palabra, la Palabra del Señor; y así, se ahoga la Palabra y se crea un sistema de complicidades», sentenció.
Agradecimiento a las hermanas de la Fraternidad Mariana de la Reconciliación.
En otro momento, el arzobispo de Lima habló sobre los días de asamblea que vivieron las hermanas de la Fraternidad Mariana de la Reconciliación, quienes acaban de elegir a su nueva superiora, Luciane Urban:
«Quisiera agradecer a Luciane Urban, que ha aceptado ser la nueva superiora general; y a Alejandra Keen von Wuthenau, que ha dejado el cargo después de muchos años de trabajo. Estamos alegres porque un camino nuevo, con una intencionalidad profunda de servir al Señor y servir a los pobres, entra en ustedes: la fraternidad mariana de la reconciliación… ¡fratelli tutti!, todos somos hermanos y hermanas», dijo.
Hermanas de la Fraternidad Mariana de la Reconciliación, que el Señor las siga bendiciendo, y que ustedes sean bendición para todo nuestro pueblo. Muchas gracias por su camino, su ejemplo, por su constancia, por su bondad. Que juntos podamos hacer mejor esta Iglesia para que no haya duda de que Jesús está viviendo en esta tierra, y seguirá resucitando en medio de nosotros, hasta encontrarnos con Él definitivamente en su Reino.