Monseñor Carlos Castillo participó del conversatorio juvenil organizado por la Parroquia San José Obrero, en Barranco, con la asistencia de representantes de la pastoral juvenil, confirmantes y alumnos de instituciones educativas de la jurisdicción. El prelado, junto a los jóvenes, abordó temas sobre las problemáticas y desafíos que encuentran los jóvenes para desenvolverse en los espacios de la Iglesia y la sociedad.
«Entre naufragar y llegar a la orilla», este fue el título del reciente conversatorio que se vivió con los jóvenes de Barranco. A su llegada, nuestro arzobispo de Lima escuchó los comentarios, inquietudes y aportes de los jóvenes, quienes se reunieron en grupos para reflexionar cuáles son las dificultades que viven a nivel personal, familiar y social.
Aperturar más espacios para los jóvenes.
Durante el conversatorio, se formularon preguntas sobre los desafíos que tiene la Iglesia para acercarse a los jóvenes y qué esperan encontrar ellos en las comunidades parroquiales. En ese sentido, algunos de ellos manifestaron que «muchos llegan a la Iglesia y se van de la misma manera en la que entraron», sin sentir que fueron acogidos.
De igual manera, entre las conclusiones grupales se afirmó que, a veces, se establecen restricciones y limitaciones que impiden que los jóvenes puedan desenvolverse libremente. La influencia de los círculos sociales es otro factor que los impide acudir a la Iglesia con mayor frecuencia (temor a ser juzgados o marginados por sus amigos).
Algo en lo que todos están de acuerdo, es que la Iglesia necesita «aperturar más espacios donde los jóvenes puedan compartir su fe, donde puedas hablar sobre tus problemas o cómo te sientes, escuchándose todos mutuamente.» Por ello, es importante que no se juzgue constantemente a los jóvenes por sus errores, usando expresiones como: «te vas a condenar», «te vas a quemar si vas a la Iglesia».
Monseñor Castillo: «Entender a las nuevas generaciones y abrir espacios de acogida»
Ante todas estas inquietudes, el arzobispo de Lima explicó que «juntos tenemos que plantearnos qué haríamos y cómo podríamos inventar la forma de Iglesia que necesitamos, que sea la más adecuada, la más justa, la más razonable y la más capaz de acoger sin despreciar ni separar». El prelado precisó que «la Iglesia se basa en el principio de comprensión y de aceptación», por lo tanto, «no se puede excluir a nadie y se debe reconocer el valor de cada persona».
Para ello, es importante y necesario que «los mayores entendamos a las nuevas generaciones, y no al revés», porque «cada generación viene para abrir nuevos espacios», de lo contrario, viviríamos en un mundo en donde «todo se construye sobre la base de los mayores y no hay esperanza para algo nuevo, porque ya todo está hecho».
Siempre debe haber una opción preferencial por el que viene, por el último, como Jesús, que se colocó entre los últimos y desde ahí abrió la historia. No podemos «cerrar» la Iglesia para que nadie más entre, porque eso solo genera un grupo de élite que cree que lo sabe todo.
El obispo de Lima reiteró que el sometimiento a las costumbres dentro de la Iglesia, nos hace cómplices de una ceguera colectiva, en donde nos sentimos superiores y poseedores de la verdad. «Pero la verdad no está definida, porque la verdad es abierta, es amor, y la verdad se hace amando y comprendiendo, especialmente, a los jóvenes», aseveró.
Se ha creado un mundo que no ha abierto posibilidades para la gran mayoría de la humanidad. A pesar de que se diga que ha habido mucho crecimiento económico, hay un enorme egoísmo y una cerrazón de la sociedad que, por la ambición de ganar a manos llenas, está destruyendo todo.
En otro momento, Monseñor Carlos señaló que «la ideología individualista nos está carcomiendo a todos», por lo que es urgente un llamado a la solidaridad, para aprender a organizarnos y a vivir en comunidad, como ya lo hicieron las señoras de las ollas comunes y las comunidades parroquiales que actuaron de forma misionera durante la pandemia y las catástrofes climáticas, respectivamente.
«La solidaridad está en el corazón del ser humano, porque Dios nos hizo para amarnos, para ser hermanos. Lo que pasa es que se adormece cada cierta época como el trato amable, entonces, empezamos a actuar sin razonamiento, sin consideración», aseguró el Primado del Perú.
Finalmente, nuestro arzobispo saludó que se gesten este tipo de encuentros con los jóvenes, que van en el mismo espíritu sinodal convocado por el Papa Francisco. También sugirió recurrir a la mirada de profesionales para tener una visión más completa de la realidad de los jóvenes desde la psicología, la biología, la sociología y otros campos de pensamiento.
El conversatorio juvenil «Entre naufragar y llegar a la orilla», promovido por la Parroquia San José Obrero, contó con la participación de su párroco, el Padre Pedro Ceriani.