En el segundo día de Asamblea Sinodal Arquidiocesana de Lima, Monseñor Carlos Castillo, Arzobispo de Lima, fue el encargado de la ponencia de apertura a las actividades de conversación, debate y diálogo con los delegados, laicos y párrocos de nuestra arquidiócesis: «No se puede construir una Iglesia aislada de la evangelización y de la relación con el mundo, con el pueblo, con las necesidades de la gente» – dijo.
Continúa la Asamblea Sinodal Arquidiocesana de Lima en el Colegio San Agustín. En esta ocasión, la jornada inició con una brillante exposición del Obispo de Lima, quien explicó la necesidad de pasar de una Iglesia autorreferencial a una Iglesia sujeto abierta a la realidad dinámica, compleja y flexible a los otros, especialmente a los que sufren.
Posterior a la ponencia de Monseñor Castillo, los grupos distribuidos entre laicos, jóvenes, delegados parroquiales y sacerdotes, vienen debatiendo los principales aspectos planteados en el Instrumentum Laboris. Al final del día, los coordinadores de los grupos presentarán las principales sugerencias en el segundo Plenario.
A continuación compartimos la ponencia de Monseñor Carlos Castillo, Arzobispo de Lima y Primado del Perú:
Iglesia de Lima, a ti te digo ¡Levántate!
(Segunda ponencia de la Asamblea Sinodal Arquidiocesana)
Hoy, mi interés fundamentalmente es hacernos eco de lo que significa el lema que hemos elegido para esta Asamblea y, que a su vez, es para este periodo de tiempo que nos ha pedido el Santo Padre para estar a la altura de las nuevas circunstancias en que se encuentra la Iglesia.
En el fondo, decir “Iglesia de Lima, a ti te digo: levántate” es un modo de entrar en el proceso de reforma de la Iglesia como Iglesia en Salida.
Para muchos, esto resulta un poco duro porque, es verdad que en el mundo existe una mundanidad, hoy el Papa Francisco hizo un llamado a no acomodarmos a la mundanidad, al espíritu del mundo. El espíritu del mundo no es necesariamente todo el mundo, el espíritu del mundo se refiere al egoísmo, al espíritu de negocios, al espíritu corruptivo que existe, y si la Iglesia se adapta en ese sentido, se corrompe.
Pero hay la otra dimensión: “amó tanto Dios al mundo, que entregó a su hijo” – y en ese sentido es que se sitúa la Iglesia, y allí el asunto central es cómo nos colocamos ante ese mundo, porque, si la Iglesia está para evangelizar, el elemento esencial de la Iglesia, entonces, es estar siempre en relación a la humanidad, a los sujetos humanos. No se puede construir una Iglesia aislada de la evangelización y de la relación con el mundo, con el pueblo, con las necesidades de la gente.
He dividido esta exposición en tres partes: “Iglesia de Lima” – “a ti te digo” – “levántate”:
Iglesia de Lima
Todo lo que ayer se ha hablado sobre lo que está pasando en nosotros me parece muy importante, así como la demostración colectiva y comunitaria que estamos haciendo de nuestro deseo de ir juntos en la Iglesia.
El problema que tenemos que resolver es cuál es el modo principal en el que estamos metidos como Iglesia de Lima en el corazón de la crisis y la renovación en el corazón de la Iglesia a nivel universal. Cuando el Papa nos pide ser una Iglesia en Salida es porque tenemos una Iglesia autorreferencial. El gran problema es pasar de una Iglesia autorreferencial a una Iglesia como sujeto, y como sujeto abierto a la realidad dinámica y compleja, incluso flexible, especialmente a la realidad de los que más sufren.
¿Cómo pasar de una Iglesia que ha sido objeto autorreferencial a una Iglesia sujeto abierto, dinámico y servidor? Si en la Iglesia prima la tradición, eso que el Evangelii Gaudium denomina como «pastoral de conservación, pastoral de mantenimiento», entonces la Iglesia se convierte en una especie de objeto que se cultiva a sí misma, se mira a sí misma, inclusive se vive comunitariamente y en hermandad, pero excluye a los que están lejos. Siempre hay un tercio excluido.
La Iglesia se construye siempre en comunidad y en misión porque, de lo contrario, se cerraría definitivamente y sería un grupo exclusivo. Si nosotros no tomamos consciencia de la seriedad con que se ha difundido el modelo de Iglesia autorreferencial, conservadora, de mantenimiento, no lograremos percatarnos del grado de crisis en el cual estamos. Nos regodeamos en las satisfacciones que produce que tengamos gente en la parroquia, que las Iglesias estén llenas, sin pensar en que hay un mundo que está creciendo aparte de nosotros y con el cual prácticamente cada día tenemos menos que ver.
El problema no solamente es por la ausencia de la Iglesia en esos nuevos mundos, nuevos sujetos, nuevas situaciones, sino también porque nos arrogamos la idea de que nosotros tenemos la verdad y que ésos que están afuera están en la mentira y en las tinieblas.
¿Cómo hacer una Iglesia sujeto y no una iglesia objeto? ¿Por qué digo objeto? Porque cuando hay un modelo cerrado de tareas básicas que medianamente funcionan, corremos el riesgo de pensar que la Iglesia es un circuito, podríamos decir, burocrático, en donde no hay problemas, todo tiene su lugar.
Este problema fue planteado en el tiempo de Jesús. El sistema religioso hebreo había logrado tal nivel de perfección y de leyes que todo funcionaba «perfectamente»: holocaustos y sacrificios, cumplimiento del sábado, adoración del único Dios, los demás pueblos son paganos, somos la religión de lo máximo, los puros – éste sistema donde todo funciona aparentemente bien y todos son funcionales sería cuestionado muchos años después con la llegada de Jesús, que anuncia vida. Así lo relata el Evangelista Juan, en el año 90.
Si hay una percepción tardía de éste sistema es porque costó mucho a la Iglesia darse cuenta del sentido de renovación que traía Jesús a este mundo, y es que en general los sistemas religiosos son así, no solamente Israel, todas las religiones son cíclicas y el problema más grande del pueblo de Israel es que, por medio del sacerdocio, ingresó una religión que era histórica a convertirse en una religión cíclica, porque adoptaron todas las fiestas paganas al interior del sistema del calendario, ingresaron también las fiestas religiosas históricas, cada una en un horario, y se dedicaron a hacer cultos. Las formas de salvación estaban «perfectamente determinadas» por lo que no había nada más que hacer.
Al venir Jesús, el evangelista Juan nos recuerda que, en cada fiesta, Jesús hace algo que no hace la religión judía: libera a la pecadora, da la vista al ciego, hace caminar al paralítico, resucita a Lázaro y crea conmoción en el sistema de perfección que tenía Jerusalén.
Es triste ver que en la actualidad todavía pensamos que a la Iglesia solamente hay que darle cuerda, y ése es el mismo problema que existía en Israel, una Iglesia que estaba muerta pero que funcionaba y se le daba cuerda. En el fondo, no había nada que proponer y nada que decirle a la gente.
El Papa Francisco quiere resolver este problema proponiendo una Iglesia en Salida, dinámica, una Iglesia sujeto, sujeto consciente, hermoso, creativo, capaz de alzarse. Por eso nos dice que “la Iglesia es ante todo y sobre todo, el pueblo fiel, ungido por el Señor”:
“El Santo Pueblo fiel de Dios está ungido con la gracia del Espíritu Santo; por tanto, a la hora de reflexionar, pensar, evaluar, discernir, debemos estar muy atentos a esta unción. Cada vez que como Iglesia, como pastores, como consagrados, hemos olvidado esta certeza erramos el camino. Cada vez que intentamos suplantar, acallar, ningunear, ignorar o reducir a pequeñas élites al Pueblo de Dios en su totalidad y diferencias, construimos comunidades, planes pastorales, acentuaciones teológicas, espiritualidades, estructuras sin raíces, sin historia, sin rostros, sin memoria, sin cuerpo, en definitiva, sin vidas. Desenraizarnos de la vida del Pueblo de Dios nos precipita a la desolación y perversión de la naturaleza eclesial; la lucha contra una cultura del abuso exige renovar esta certeza. En el Pueblo de Dios no existen cristianos de primera, segunda o tercera categoría. Su participación activa no es cuestión de concesiones de buena voluntad, sino que es constitutiva de la naturaleza eclesial – la participación activa es constitutiva de la naturaleza eclesial, no es un favor que le hacemos a ustedes para que esta asamblea, por si acaso, no somos como dicen los españoles unos perdona vidas, ustedes vienen aquí de derecho y nosotros estamos para servirlos y acompañarlos en ese derecho- Es imposible imaginar el futuro sin esta unción operante en cada uno de Ustedes que ciertamente reclama y exige renovadas formas de participación. Insto a todos los cristianos a no tener miedo de ser los protagonistas de la transformación que hoy se reclama y a impulsar y promover alternativas creativas en la búsqueda cotidiana de una Iglesia que quiere cada día poner lo importante en el centro. Invito a todos los organismos diocesanos —sean del área que sean— a buscar consciente y lucidamente espacios de comunión y participación para que la Unción del Pueblo de Dios encuentre sus mediaciones concretas para manifestarse”. (Cartas de la tribulación, a pueblo de Dios que peregrina en Chile, 31 de mayo de 2018).
Esta concepción de la Iglesia como pueblo sujeto de Dios, ungido por Dios para dinamizar la vida de la Iglesia es el último lugar al que podemos recurrir cuando tenemos una crisis, pero también es el primero porque es el sujeto activo que vive dentro y sigue la evolución, no solamente porque tenga el sacramento del bautismo, sino porque desde la perspectiva teológica antigua de Israel, nuestro Dios es un Dios escondido en la historia, que se revela progresivamente y, por lo tanto, nunca la historia humana y el pueblo pueden ser olvidados como lugar de la presencia de Dios, es el Dios que ve lo escondido en los escondidos de la historia y se revela escondiéndose, así es la dinámica del Dios que está metido en la matriz interna de la vida humana.
En ese sentido subrayo que vamos a poder avanzar hacia una Iglesia sujeto en nuestra ciudad, en nuestra arquidiócesis, si seguimos entendiendo, en primer lugar, que la Iglesia es la totalidad del pueblo de Dios y es esa totalidad a la que evangeliza. La evangelización no es un producto exquisito de los que sabemos, la evangelización es el testimonio normal de todo ser creyente que vive su fe y la comparte.
Por eso el Papa también dice en el Evangelii Gaudium: -“Fiel al modelo del Maestro, es vital que hoy la Iglesia salga a anunciar el Evangelio a todos, en todos los lugares, en todas las ocasiones, sin demoras, sin asco y sin miedo.”(Eg 23)
Ayer, uno de los participantes de la Asamblea Sinodal dijo una frase muy importante desde el punto de vista de la metáfora teológica – Jesús eligió pescadores porque los pescadores nunca pueden pescar exactamente en el mismo lugar, ni los mismos peces, ni de la misma forma, a veces tiene que ser con una lanza, a veces con una red, en aguas distintas, es una aventura permanente – creo que es una pista excelente para entender qué cosa es lo que vamos a hacer y cómo tenemos que hacerlo.
“Esto supone – dice el Papa – que realmente esté en contacto con los hogares y con la vida del pueblo, y no se convierta en una prolija estructura separada de la gente o en un grupo de selectos que se miran a sí mismos”.
El Papa quiere superar esta separación de la gente que siempre es un pedido permanente y que lleva justamente a los sistemas de muerte, por eso, cuando habla del Obispo dice: “siempre debe fomentar la comunión misionera en su Iglesia diocesana” – y para eso estamos aquí hoy “a veces estará delante para indicar el camino y cuidar la esperanza del pueblo, otras veces estará simplemente en medio de todos con su cercanía sencilla y misericordiosa, y en ocasiones deberá caminar detrás del pueblo para ayudar a los rezagados y, sobre todo, porque el rebaño mismo tiene su olfato para encontrar nuevos caminos” – eso es muy importante, el olfato del pueblo ungido, la intuición.
En ese sentido, el sujeto que forma parte de una Iglesia autorreferencial es alguien que siempre ha acogido el don pero lo ha guardado y lo conserva, no como María que profundiza las cosas, conserva en su corazón y medita. El sujeto de una Iglesia autorreferencial se guarda el don como el que guardó los talentos, y vive en pasividad resignada: “no hay nada que hacer, ya está la ley, yo lo único que hago es obedecer”.
Esta carencia de dinamicidad viene de ahí, de no haber comprendido el don – “si conocieras el don de Dios y quién te dice dame de beber, tú le pedirías a él y él te daría agua de vida (Juan 4,10)” – conocer el don de Dios es acogerlo, profundizarlo y dinamizarse. Por eso es que, en una perspectiva de sujeto creyente, autorreferente, o sea persona humana creyente pero que se guía por unas ciertas normas, una interpretación del don de Dios como normas termina siempre en una situación que no se interpela jamás por un referente, nunca se interpela porque cree que siempre tiene la verdad, entonces no escucha, no está atento a las situaciones, es una especie de humildad un poco extraña.
Todos nos convertimos a través del encuentro con personas que nos interpelan y que son dramas humanos en donde surge la posibilidad de encontrarse. La contemplación también es importante pero a medida en que la fe ha sido transmitida, alguien me comunicó la fe, nadie es creyente porque se le ocurrió una mañana temprano, todos somos creyentes porque alguien nos anunció el Evangelio, desde nuestra madre que nos hacía la cruz de niños, pero es en las relaciones humanas en donde está escondido el Señor, que aparece su presencia y nosotros lo acogemos.
En ese sentido, hay que diferenciar la fe en quien creemos y la fe en lo que creemos, y por muchos años hemos puesto más al centro la fe de lo que creemos que la fe en quien creemos. La fe, según dice el Papa Benedicto, es una relación interpersonal con Dios y con el ser humano, la experiencia de fe recurre al aspecto del conocimiento para enriquecerla, alentarla y propiciarla.
Cuando decimos que la fe es sobre todo conocimiento, nos referimos al conocimiento vivencial, en primer lugar, al conocimiento teológico, y finalmente, al conocimiento magisterial y dogmático, porque no todo se puede comprender de un momento a otro, nos vamos haciendo cristianos, nadie es el posesor privado de la verdad de la fe cristiana.
Cuando se desarrolla una religiosidad de costumbre sin actualización se produce un estancamiento, y uno de los problemas de la religiosidad actual de nuestro país es la falta de actualización de los contenidos más interesantes de la religiosidad. En vez de recoger eso interesante, repetimos una serie de acciones y no la situamos. La mayor parte de la religiosidad del Perú, independientemente de Lima que tiene una tradición muy urbana, viene del campo, y uno de los problemas que tenemos que resolver es cómo actualizamos la de los campesinos, por ejemplo.
El sujeto creyente transreferencial, en cambio, va más allá, empieza siempre por recibir el anuncio alegre y graciado, eso lo tenemos en María que recibe el anuncio del ángel: “¡Alégrate! Llena de gracia” – es una iniciativa del mismo Dios a través de un mediador.
María, a partir de este anuncio se pregunta y reflexiona: “¿Qué tipo de saludo era ese?” – y más tarde cuando el ángel le dice todo el proyecto de Dios de que nacería de David un hijo que gobernaría y sería padre para él, ella dice: “¿Cómo será eso si no conozco varón?”- María pregunta, usa la cabeza. Dios viene para ayudarnos con la reflexión. El cristianismo y el judaísmo, o por lo menos el Hebraísmo, son grandes cantos a la reflexión, la importancia de reflexionar hondamente en las cosas con sabiduría, la sabiduría profunda de la vida, que es muy importante y es la que nos permite actuar y vivir diariamente.
María lee los signos ante la interpelación, no responde sin reflexionar y responde con un acto de misericordia y de servicio atendiendo a su prima Isabel, a la que llamaban estéril y ya lleva seis meses de embarazo. Los signos suscitan en ella una reflexión y María se levanta, el Papa lo ha recordado hace poco: «se levantó y fue de prisa» – ella que está encinta y estaba en su cama, se levanta para ayudar a su prima.
Finalmente tenemos los cánticos que ocurre en la intimidad del diálogo con el ángel. En ese hecho viene el encuentro, la visitación y los cantos de las dos mujeres en donde se exalta la bendición de María por Dios y se exalta también la justicia de Dios, o sea, María es una mujer que reflexiona y que tiene visión amplia, no es estrecha, no toma el acontecimiento como una anécdota, ve más lejos porque ve dentro de la historia una fe muy profunda y educada, bebe de lo mejor de las tradiciones y ha releído las tradiciones de su pueblo.
Pasar de una Iglesia cosa a una Iglesia sujeto, supone primero el hacer que nuestras subjetividades personales y sociales, colectivas, comunitarias, maduren para superar el aniñamiento. Uno de los grandes problemas de nuestro país – lo señala Luis Alberto Sánchez en un obra que se llama “Perú, retrato de un país adolescente” – es que somos un país que se cree todo, que aguanta todo y que sufre permanentemente una y otra vez porque no usa la cabeza, pero los grandes de este mundo son los que no quieren que usemos la cabeza, y los grandes de este mundo desgraciadamente también han estado en la Iglesia Católica, y han evitado un cristianismo que reflexione.
Sí ha habido un cristianismo que obedece leyes y que sabe de memoria las cosas, pero no que usa como el instrumento vivo para tener sabiduría, y existe esa sabiduría, porque para la vida cotidiana la usamos muchísimos, pero cuando se trata de decir cosas sobre Dios no tenemos la confianza suficiente, tememos, somos una religión excesivamente poseída por el temor, y justamente Juan dice: “no hay temor en el amor, porque el temor mira al castigo, en cambio el amor expulsa el temor”.
Nuestra fe cristiana se pretende la primera religión en la historia que expulsa el temor. El gran pensador Rudolf Otto decía que siempre, en todas las religiones a nivel universal, hay la combinación de fascinación y miedo. Nosotros debemos salir del entrampamiento de lo religioso para encontrar el amor de Dios verdadero y, simultáneamente, reconocer que en toda religión hay algo positivo.
Hemos visto de María que la fe vivida como gratuidad que se introduce y nos inspira nos vuelve sabios, nos vuelve perspicaces, nos hace capaces de actos geniales. El Papa nos recuerda que no debemos ocupar espacios sino generar procesos, y generar procesos significa realizar actos geniales, generar el amor de Dios nos introduce una sabiduría que nos hace fecundos, no estériles, y por lo tanto, nos vuelve creativos, nos vuelve geniales, y el genial siempre es generoso.
En ese sentido, la ciudad es un lugar importantísimo para poder descubrir esas aguas distintas en donde hay que echar las redes, tenemos todos los peces y todo el espacio para poder acercarnos y hacer relaciones. Jesús se preocupó por la ciudad, y Él fue de Jerusalén a Belén y luego caminó a Jerusalén desde Galilea.
Jesús, que vive también en su ciudad, reza por ella y sabe que es una ciudad asesina y, sin embargo, la enfrenta con ternura: “Jerusalén, Jerusalén, que asesina a los profetas y apedrea a los que son enviados, cuántas veces he querido reunir a tus hijos como una gallina reúne a sus pollitos bajo sus alas y no has querido (Mateo 23:37)” – la hondura de este texto es impresionante. ¿Qué varón aquí presente se va a comparar con alguna gallina? Jesús sí se lo atribuye, Jesús tiene un equilibrio, un equilibrio psicológico que viene de haber asumido la grandeza de su madre en su propia vida. Él es generador de vida y Él quiere hacer de su encuentro como el momento más decisivo de su vida, un momento generador.
El sujeto creyente que acoge el don, sabe generar vida y, especialmente, trata a la ciudad con cariño en medio del pecado y del asesinato de los profetas, es difícil, pero interesante, porque es un llamado a enfrentar las cosas desde otro punto de vista, sin ser un verdugo, sin enfrentar ni juzgar, sino con la autoridad de quien ama como el padre amoroso que nos ama.
A ti te digo
¿Cómo es el decir de Dios? El decir de Dios es un decir creativo: «Todo se creó por la Palabra» – dice Juan, ¿Por qué? Porque Dios nos dijo, no nos hizo, el hacer viene después del decir, Dios es un poeta inspirado que nos dijo, y nosotros como pueblo, como personas, como seres humanos, somos dichos. El mundo ha sido dicho, ha sido recitado.
De hecho, cuando el primer hombre le dice a la mujer unas palabras, le dice un piropo, porque le dice “ésta sí que es carne de mi carne y hueso de mi hueso” – eso se llama lenguaje análogo, lenguaje de comparaciones, y eso es muy importante porque es el lenguaje de la Iglesia, el lenguaje de la teología y el lenguaje diario que nosotros tenemos que rescatar porque estamos entre dos lenguajes terribles, el unívoco que todo lo calcula y precisa, y el lenguaje equívoco que todo es doble sentido y no hay manera de entender una cosa profunda.
La analogía permite comprender varias posibilidades de cosas bellas, comprender las cosas a fondo. La Iglesia fundamentalmente vive de la Palabra, la Palabra es el don de Dios, porque es la palabra comunicadora del amor. La contemplación es insustituible pero como fuente de palabra, no para quedarnos mudos toda la vida, la contemplación se hace para salir, por eso, el centro de la Iglesia es la eucaristía celebrada, no solamente la eucaristía en reserva, porque cuando se celebra ustedes ven el momento de la elevación en silencio, y luego, la eucaristía es como un nudo, venimos de la vida y volvemos a la vida fortalecidos cuando nos alimentamos de ella, de la palabra hecha pan.
Para ser Iglesia sujeto tenemos que escuchar al Señor qué nos dice y qué nos ha dejado los evangelios para comparar nuestras vidas con las narraciones del Evangelio. Es muy interesante que lo más importante en todo el Nuevo Testamento son los evangelios, porque son narraciones que nos permiten intercambiar con los demás y alimentan nuestras narraciones . La Palabra de Dios viene a compararse como hecho que confronta hechos y de ahí surge un elemento que me permite pensar y ver qué hacer, es inspirador por eso.
La Palabra de Dios, escrita por la Iglesia que la ha dejado a generaciones es para que la leamos, la profundicemos, sea nuestro libro de cabecera, nuestro libro de oración, nuestro libro de guía.
¡Levántate!
En el anuncio del Antiguo Testamento ya está escrita esta idea y aparece mucho esta palabra en toda la tradición, pero hay uno que me parece más bonito, que es el de Isaías 60:1: “Hija de Sión, levántate, porque resplandece tu Dios, ya no caminarás a la luz del sol sino será el Señor tu luz en el día, ni te alumbrará a claridad de la luna, porque el Señor será tu luz eterna”.
La palabra levántate entonces tiene el sentido de ayudarnos a ir avanzando a una Iglesia sujeto que recobra dignidad, se hace justicia, no es maltratada ni mellada. Levantarse significa pararse, erguirse, alzarse con dignidad, ser liberado de todas las cargas, ser rescatado de todas las injusticias, también significa cambiar de posición para caminar saliendo de la parálisis, y esto debemos tenerlo en cuenta porque levantarse es para caminar, no es simplemente pararse por pararse ni levantarse por levantarse, no es tampoco levantamiento de rebelión, es el levantamiento de la dignidad.
Levantarse es salir del sueño, despertar para salir de las tinieblas de la noche, es un despertar y también es despertar de la muerte y vivir en relación con quien nos despierta, por lo tanto, es resucitar.
Las consecuencias de esta palabra en la tradición de la Iglesia, y en los evangelios se ve bien claramente. Voy a citar, por ejemplo, la restitución de los lazos familiares: en la viuda de Naim, está presente con el hijo, en el joven epiléptico el Señor lo levanta y él se pone de pie, en la hija de Jairo el Señor la toma de la mano, le dice muchacha y devuelve a las capacidades a los jóvenes, retomar sus 12 años, retomar sus responsabilidades, caminar, suscitar el propio desarrollo del joven y levantarse para servir.
Hay muchas conclusiones a la que lleva el levantarse, siempre hay una misión y todos tenemos que descubrir en cada caso cuál es nuestra misión de levantarnos en Lima, para que no sea un levantamiento que luego vayan a creer que es una especie de anarquía, sino es levantamiento de los hijos de Dios que toman consciencia de su amor y aportan.
Levantarse es signo de la pérdida del miedo y salir a la luz, signo de admisión de servicio y, sobre todo, Kerigma resucitador, el Kerigma es el anuncio de Jesucristo muerto y resucitado, en donde se da el amor gratuito de Dios para todos nosotros. El Papa subraya que la evangelización o es kerigmática o no es evangelización, siempre es Kerigma en los distintos momentos, etapas y realidades, no podemos parar de anunciar el Evangelio.
En el fondo lo que se nos plantea en los evangelios es la idea de despertarnos del sueño, renacer, aquí hay una teología adyacente del amanecer, del abrir los ojos, y todos estamos llamados a un cristianismo centinela como el centinela a la aurora, no un cristianismo de soldados de Cristo o de cruzadas, el mundo no está para enfrentarlo con armas, ni con odios, ni con peleas, sino para dialogar y recoger lo mejor que hay en el mundo así nos cueste la vida.
Estamos todos llamados a retomar nuestra Iglesia como una Iglesia profética, que anuncia la Palabra y que denuncia una vez que anuncia y espera, y reparte la esperanza.