Dios se encarna en el corazón de nuestro pueblo – Solemnidad de Cristo Rey

El Arzobispo de Lima y Primado del Perú, Mons. Carlos Castillo presidió la Celebración Eucarística por la Solemnidad de Cristo Rey en la Basílica Catedral de Lima. Hasta aquí llegaron los representantes de los movimientos, cofradías y hermandades de la arquidiócesis: «Que esta fiesta no nos llene de triunfalismo sino de bondad, que nos llene de los mismos sentimientos de Jesucristo, el cual, siendo de condición divina, no se creyó igual a Dios, sino que se anonadó y el Señor lo levantó, le dio el nombre sobre todo nombre», dijo durante su homilía.

«Hermanos y hermanas, es una gran alegría unirme al padre Rafael Reátegui, Vicario de la Comisión de Hermandades y Movimientos, y unirme a todos ustedes hoy en la Fiesta de Cristo Rey», comentó al inicio de la Celebración Eucarística.

Mons. Castillo inició su homilía explicando que Jesús fue descendiente de la tribu de Judá, en la parte sur de Israel, la región más pobre. Es por eso que nunca tuvo aspiraciones de poder o de «dirigir el mundo a través del poder».

Ser laico es el primer paso para entrar en el amor de Dios

«La búsqueda del poder es siempre un peligro cuando se hace para ser servido y no para servir – comentó el Obispo de Lima – Jesús es un hombre del pueblo, un laico común como cada uno de nosotros. Nadie es obispo ni sacerdote si no es primero laico, si no es un hombre del pueblo, si no es un hombre que, llamado por Dios en el corazón de la vida cotidiana, decide seguirlo porque el Señor nos llama, nos comunica su Espíritu y vamos caminando con Él».

Al celebrar la Fiesta de Cristo Rey tenemos que hacer «una pequeña diferencia con los reyes de la tierra, que justamente tienen pretensiones distintas a las de Jesús. Por eso el Papa Pablo VI quiso poner la celebración de Cristo Rey al final del año litúrgico para decirnos que Jesús es rey del universo porque está en el corazón de la creación y de la historia».

El Arzobispo de Lima explicó que «ser a imagen y semejanza a Dios es ser amados y aprender a amar como Dios nos ha amado», y por eso, no debemos usar este don para convertirnos en un «grupo de creídos» que se toma atribuciones y «hace la historia a su modo para disponer y maltratar a los demás».

Jesucristo es rey como fundamento de amor al cual todos siempre podemos regresar para reconstruir este mundo. Ser laico es el primer paso para poder entrar en ese amor.

La parroquia es el signo que dejó el Señor para acoger al pueblo

«La Iglesia es para todos, y sobre todo para el pueblo – añadió Mons. Castillo – la parroquia es el signo que dejó el Señor para acoger a todos». Y este pueblo que vive en medio de tragedias, pobreza y dificultades, es el pueblo laico fundamental, «sea o no cristiano, en él se ha encarnado el Señor y ése pueblo es imagen y semejanza de Dios».

Nosotros nos debemos a la gran mayoría del mundo que no pertenece ni a la Iglesia, ni a los movimientos, ni a las hermandades. Y si creamos las hermandades, los movimientos y la Iglesia por obra del Espíritu Santo es porque nos reunimos para servir, no para servirnos de la gente.

Nuevas formas de servicio y promoción de la vida del pueblo

El Primado del Perú hizo un llamado a los miembros de los movimientos, hermandades y cofradías de la arquidiócesis a pensar juntos en las nuevas formas de servir y ayudar a «promover la vida del pueblo con sencillez»:

«En este camino hacia la asamblea sinodal no podemos convertir las parroquias y las comunidades cristianas del pueblo en comunidades exclusivas de un determinado movimiento. Eso es una aberración -afirmó – porque la Iglesia matriz que está al servicio de todo el pueblo, si necesita la ayuda de los carismas, es para producir en el pueblo el camino de esperanza, de modo que el pueblo mismo en su cultura, en su barrio, en su lugar, en su localidad, aprenda según su intuición del Espíritu», expresó.

Este servicio que ustedes pueden hacer debe ser un servicio gratuito y sin cálculo. Ante todo hay que ser parroquia antes de ser una congregación o carisma

Este desafío implica acompañar al pueblo, fortalecerlo, y ayudarlo a que «vaya por su propio camino», porque estamos «al servicio de un pueblo que tiene una identidad única. Dios nos ha hecho a todos distintos y ha hecho posible que cada uno de nosotros podamos aspirar a cultivar algún aspecto especial y grande de nuestra fe que es signo de la presencia de Cristo en nuestras vidas».

«Nos debemos a las periferias existenciales» – precisó – Una Iglesia en salida no significa ir a traerlos «de las orejas» a nuestros movimientos o parroquias. Estamos en salida para que las personas «vayan felices por el camino, porque la Iglesia es signo y sacramento de salvación en medio del mundo, no es un partido político, no es un club, no es una organización cerrada que ve la historia como si el resto no importara. No es una secta, somos un grupo de servidores».

Una Iglesia donde nuestro pueblo crezca y madure

«Tenemos que caminar en una Iglesia donde nuestro pueblo se promueva, crezca y madure – dijo en otro momento – la autoridad en un grupo o movimiento se evidencia con su comportamiento. No se necesita hacer separaciones ni estridencias para que las personas obedezcan o tengan un sentido de amor al Señor».

«La autoridad se gana a través del proceso mismo. Se necesita tratar con amistad y cariño. No somos verdugos, somos padres, somos madres, somos servidores. Ayudémonos mutuamente en ese camino»

«Que esta fiesta no nos llene de triunfalismo sino de bondad, que nos llene de los mismos sentimientos de Jesucristo, el cual, siendo de condición divina no se creyó igual a Dios, sino que se anonadó y el Señor lo levantó, le dio el nombre sobre todo nombre», concluyó.