Monseñor Carlos Castillo, Arzobispo de Lima y Primado del Perú, presidió la Celebración Eucarística de este Domingo de Ramos a puertas cerradas y en memoria de todas las personas fallecidas por el coronavirus en nuestro país: «En todos los sirvientes, en todos los que ayudan y entregan está Dios, en todos los que sufren, en todos los enfermos, Dios está en el rincón más débil de nuestro ser y no nos abandona. Inclusive en las condiciones de aislamiento social en que estamos, es posible salir adelante si tenemos entrañas de misericordia y capacidad de servicio» – expresó durante su homilía.
El profeta Isaías (50,4-7) nos recuerda que ‘el Señor me ha dado lengua de discípulo para saber decir al desvalido una palabra de aliento’. En ese sentido, Monseñor Castillo explicó que «Jesús es la Palabra de aliento que nos ha enviado el Padre, porque Él escuchó su promesa, la promesa hecha a Abraham de bendecir a todos los pueblos de la tierra, y que los males destructivos que nos acechan van y deben ser vencidos por la bendición, por el bien de la humanidad, por su amor y su Palabra».
«La promesa de Dios es sencilla y generosa, casi poética – comenta el Arzobispo de Lima – la promesa de que el amor triunfe en la vida de todo ser humano y aprendamos a vivir en el amor con el cual nos creó Dios».
Dios es fuente inagotable de todo lo creado.
«Dios es amor, en Dios no hay terror, no hay ira. El temor o ira que nosotros imaginamos y creamos es porque necesitamos remitir a alguien la explicación de las cosas que nos suceden. Ciertamente, a veces dudamos y pensamos que ese Dios que nos ha creado, ha estado jugando con nosotros» – añadió Monseñor Castillo.
Dios no es un jugador que tira los dados y se desentiende de su creación, como decía César Vallejo. Dios no ha estado siempre bien, Dios siente su creación, y porque la siente envía a su Hijo para introducir en nosotros la capacidad de amar
El Evangelio de Mateo (26,14–27,66), narra la obediencia de Jesús de cumplir la promesa del Padre: «Dios es amor y fuente inagotable de todo lo creado, para que así, nosotros, en todas las circunstancias de adversidad, podamos renovar la capacidad de amar que el Padre nos ha dado» – precisó el Obispo de Lima.
Jesús servidor, que entregó su vida como servicio, nos ha recordado el Papa hoy, nos muestra el rostro de un Dios sirviente que se agacha, que no alardea ni se jacta. En todos los sirvientes, en todos los que ayudan y entregan está Dios, en todos los que sufren, en todos los enfermos, Dios está en el rincón más débil de nuestro ser y no nos abandona, porque se anonadó, se hizo nada por nosotros.
Soñar juntos el mundo y el Perú que necesitamos.
«En este domingo que iniciamos la Semana Santa, llenémonos de sentimientos de esperanza, desde nuestras casas, como familias que estamos ahora reunidos, profundicemos en nuestras historias y veamos cómo Dios ha hecho camino en medio de las dificultades» – subrayó el Arzobispo de Lima.
La solidaridad es el llamado más grande que podemos hacer para comprender que, en una situación tan precaria como la que estamos y viviremos, es posible salir adelante únicamente si tenemos entrañas de misericordia y capacidad de servicio. Estamos llamados a soñar juntos el mundo y el Perú que necesitamos.
«Alentémonos mutuamente al camino del servicio, renunciemos a una vida egoísta, abrámonos al amor que mora en nosotros, comprendamos y apreciemos cuánta dicha y amor hay en nuestra vida, y pidámosle al Señor de los Milagros, que nos ha acompañado inmensamente a lo largo de nuestra historia, que nos de la fuerza para inspirarnos e inventar un Perú mejor, en una normalidad mejor y en donde el principio sea el amor solidario y servidor. Que con la ayuda de Dios todos podamos resurgir, renacer y regenerar este mundo en el amor de Dios» – concluyó Monseñor Castillo.
Al término de la celebración, Monseñor Carlos Castillo, acompañado de sus obispos auxiliares, salió al atrio de la Catedral de Lima para dar la bendición final con el Santísimo a toda la ciudad.