Solemnidad de Pentecostés. Monseñor Carlos Castillo, Arzobispo de Lima y Primado del Perú, presidió la Celebración Eucarística de este domingo 31 de mayo, y recordó a las víctimas del trágico terremoto de Yungay 50 años después del suceso: «hoy nos unimos a todos los yungaínos con mucho cariño, en el corazón de la solidaridad mundial que se unió en esos años para acompañar al Perú. Ahora que han pasado 50 años, vamos a pedirle al Señor que esa misma solidaridad se posesione de nosotros para dar vida a todo nuestro pueblo en esta circunstancia difícil»
Al término de la celebración, Monseñor Castillo se dirigió a todas las familias que se conectaron a través de redes o televisión para participar de la misa: «ahora que vamos a apagar el Cirio pascual, les he pedido que tengan una vela en casa que represente ese fuego que se traslada al pueblo de Dios, al pueblo ungido de Dios, porque Dios habita en el pueblo y es la llama brillante que permanentemente nos llena de fuerza y de amor delicado, lo propio de toda persona madura, no con dictaduras, no con desprecios, no con maltratos, sino con responsabilidad, con la fuerza de la palabra» – expresó.
En este momento en que nuestros templos se encuentran cerrados «sentimos ese silencio de la soledad que sentían los discípulos cuando se encontraron en el segundo piso de aquella casa, en donde estaban con miedo a los judíos, y también cuando regresaron a esa casa después para esperar el Espíritu Santo en oración con María», comentó Monseñor Castillo al inicio de su homilía.
«La Iglesia nació justamente en el silencio de las casas, y ese silencio acompañaba a los discípulos que habían vivido y experimentado la entrega generosa de Jesús, el don de su amor, el don de su vida por nosotros que transparentaba el Dios que tenemos», añadió el Arzobispo de Lima.
«Dios tiene en su ser un espíritu fuerte de amor, que al mismo tiempo es un espíritu delicado que nos ayuda a comprender y acompañar al otro en su fragilidad – explicó Monseñor Castillo – y por eso, después de habernos enviado a Jesús que es la síntesis de ambos espíritus, ahora el Señor vuelve al Padre, manda a sus discípulos el viento delicado que sopló sobre sus discípulos y el gran portento que se narra en los Hechos de los Apóstoles (2,1-11) donde hubo un viento fuerte, y ese viento fuerte se depositó en llamas de fuego sobre los discípulos para que salieran con fuerza y ánimo a predicar y anunciar las maravillas de Dios».
Llamados a sentir la fuerza del Espíritu para salir como misioneros a ayudar a la gente
El Obispo de Lima precisa que esta experiencia de los discípulos es muy importante porque nos enseña que necesitamos, en primer lugar, repararnos de las heridas: «Jesús se pone en medio del miedo que sus discípulos tenían, en medio del dolor que sentían por acompañarlo y sentir que lo habían asesinado. El Señor sopla delicadamente sobre ellos y así también lo hace con nosotros que venimos sufriendo esta tragedia que pone en silencio a toda la humanidad».
Una terrible tragedia nos deja en silencio, como lo que ocurrió hace 50 años en el terremoto de Yungay, pero también nos pone en movimiento, indica el Arzobispo de Lima: «las 70 mil muertes que dejó el terremoto nos interpelaron a todos los peruanos, y desde allí en medio de la desgracia, surgió la gracia de la solidaridad».
Nosotros también estamos llamados a sentir la fuerza del Espíritu para reconstruirnos como hombres y mujeres nuevos. Si Dios a través de Jesús ha insuflado, nos ha soplado su Espíritu para vivir de otra manera, primero está la delicadeza con el ser humano, y solamente cuando esa delicadeza nos penetra, nos hace seres gratuitos como Dios es gratuito, entonces también viene a todos nosotros el Espíritu que nos hace salir como misioneros para ayudar a la gente.
La misión de reconstruirnos a través del servicio gratuito
«Como estamos en cuarentena, aún tenemos tiempo para dejarnos trabajar delicadamente por el Señor, pero terminada la cuarentena tenemos que organizarnos bien para salir a anunciar el Evangelio – señaló Monseñor Carlos Castillo – ya tenemos algunos pequeños espacios en las parroquias, en las comunidades cristianas, en las congregaciones religiosas, en la mayoría de los grupos católicos de nuestra ciudad, que acompañan a la gente del barrio, estamos haciendo patria a través del servicio, uniéndonos a todos los que necesitan para compartir el pan».
Se vienen años muy duros, en donde el hambre y la falta del trabajo serán el primer problema, no nos vamos a poder reconstruir tan rápido, pero por esa misma razón, lo único que hace posible que podamos salir adelante es nuestra solidaridad.
«Pidámosle al Señor que esas cualidades de Él las podamos tener nosotros. Para eso vino el Señor, para darse completo a nosotros, para que en nosotros viva Dios y nosotros seamos imagen viva, que finalmente se asemeje a Dios en las distintas situaciones complejas. Nosotros somos también el corazón, las manos, los ojos de Dios, Él quiere actuar por medio de nosotros y la primera tarea es nuestra misión de anunciar el Evangelio, y lo podemos hacer en forma maravillosa», subrayó.
Tenemos que salir adelante sabiendo que el Señor renueva todas las cosas, Dios es el que renueva el mundo, Dios nos ha creado para llegar a Él, para participar de su amor pleno, y nosotros estamos llamados a ser como Jesús que nos transparentó a Dios para tratar de encontrar la inspiración adecuada en todas las situaciones y salir adelante por el bien común
«Que Dios nos bendiga, que Dios bendiga al mundo, que lo llene de su espíritu y que toda la tierra se renueve, especialmente dando posibilidad a las poblaciones más marginadas, especialmente las de la selva, las poblaciones aborígenes, todos aquellos que sienten la necesidad de salir de esta situación difícil en la que estamos», concluyó.