En el corazón del Rímac: Crónica de una escucha esperanzada

Una comunidad en el corazón del Rímac escucha y brinda apoyo psicológico en medio de la pandemia…

La pandemia impacta no sólo en el cuerpo sino también en el ánimo y en las emociones de las personas y sus familias.

Escribe: Luis Llontop Samillán.
Fotografía: Beto López.

La pandemia no sólo nos afectó en la salud del cuerpo y nos arrebató a miles de compatriotas, cerca de doscientos mil a la fecha, también hay secuelas de heridas que aún no sanan, y hay personas que ya empiezan a visibilizar y sentir los efectos del virus en su experiencia de haber tenido el covid 19. Pero hay más, el tiempo de encierro en condiciones poco saludables, la soledad a raíz de la muerte de seres queridos, el dolor de sentir la impotencia de no poder hacer algo más para evitar la muerte… Y el alma se llenó de dolor y desgracia, de rencor y agresiones, de culpabilidades y silencios que claman atención… y atención urgente.

Por ello, en esta crónica queremos destacar la experiencia de solidaridad en el tratamiento y la recuperación de la salud mental en el ámbito de la comunidad de la capilla Cristo Redentor, en el corazón del distrito del Rímac. Esta experiencia se suma a muchas iniciativas de solidaridad en la arquidiócesis de Lima: las ollas comunes, los apoyos de Cáritas, la promoción y cuidado de la vida, la acción de los jóvenes, las tarjetas de consumo para los vecinos con mayor necesidad, entre otras experiencias.

La capilla de Cristo Redentor está ubicada en la segunda cuadra de Jr. Inca, a la altura de la cuadra ocho de la avenida Pizarro, frente al antiguo paradero Cuvisa, por la otrora fábrica textil Compañías Unidas Vitarte Victoria Inca S. A. (Cuvisa). El Rímac es de los distritos más antiguos de la capital, data del tiempo de la Colonia y aún se pueden ver algunas edificaciones de esa época. Es un distrito cercano al centro de la ciudad de Lima, abajo el puente, como es conocido.

Todo cambió también dentro de las casas y las familias.

La experiencia de las madres que veían salir a sus esposos desde muy temprano y no regresar hasta la noche y que ahora los tenían todo el día en casa y los conocían más a partir de esta situación. Estar todos en casa, con una mayor presencia y poco espacio, tensó la relación con la familia, y en particular con los hijos. Frecuentemente los gritos fueron aumentando de decibelios en distintas circunstancias. Emergieron de pronto las agresiones, los gritos, las culpabilidades, los reclamos por la situación, los contextos violentos y de daño concreto. Se visibilizaron comportamientos agresivos en padres y madres; hijos silenciosos y confusiones al interior que dañan el alma.

También los casos de la gente joven que vieron padecer de la pandemia a sus familiares y sufrieron los momentos más severos de la enfermedad y, cuando quisieron llevarlos a los centros de salud, no había camas para acogerlos y tenían que esperar la muerte en sus casas, o en las afueras de un hospital, viendo que la vida se apagaba… todo eso ha sido muy doloroso. Los niños y sus abuelos, los entornos para recibir las clases, las condiciones para estudiar y trabajar en espacios pequeños fueron, y son, entre otros muchos casos, hechos que trastocan la salud mental. Aislarnos, sufrir y vivir en la pesadilla del silencio que mata son las características que juegan en contra de las personas. Se requiere de fortaleza y ánimo para enfrentar la pandemia y también para seguir adelante, a pesar de las condiciones adversas.

En este contexto, un grupo de profesionales de distintas especialidades se unieron para brindar un apoyo a los vecinos del Rímac pertenecientes a Cristo Redentor. El grupo de profesionales acercó la propuesta a la Asociación Servicios Barriales y, con su acuerdo, se movilizaron energías, tiempo y dedicación para hacer realidad esta ayuda.

Laicos organizados en la Asociación Servicios Barriales.

Desde hace varios años, los laicos de Cristo Redentor se dieron cuenta de que su labor pastoral tenía que estar en medio de la gente, por eso se organizaron en la Asociación Servicios Barriales, conformada por miembros de la comunidad y otros colaboradores, fundada en el 2007. La capilla Cristo Redentor (Jirón Inca 245) pertenece a la parroquia San Francisco de Paula.

Antes de la pandemia administraban los servicios de la biblioteca César Vallejo, un botiquín con consultorio médico, un club de madres y un pequeño comedor infantil. También apoyan con algunos gastos de administración de la capilla. La llegada de la pandemia no ha permitido el retorno de las reuniones físicas, de encuentro en sus locales, como todos, ahora se comunican de forma virtual para organizar las actividades de apoyo y también para celebrar la fe y la esperanza.

La comunidad de Cristo Redentor realiza actividades virtuales como bingos y tómbolas para conseguir fondos y ayudar a la gente. En un momento les llevaban solo alimentos, pero la realidad los hizo reparar en lo siguiente: ¿qué hace una familia con los víveres si no tiene para comprar el gas y poderlos preparar, o llevarles alimentos que no pueden refrigerar, porque no sólo no tienen los artefactos, sino tampoco lo básico: luz, agua…? Ese cuadro llevó a repensar la ayuda y se optó por apoyar también con tarjetas de consumo equivalentes a 50 soles, todo ello producto de las actividades. Un aporte solidario para detener el hambre.

Oír con el corazón.

Probablemente, la pandemia nos va dejando otra lección: aprender a escuchar. Desde siempre, el reclamo de mucha gente es la distancia que se establece con ellos y eso implica desatención, no saber la situación que viven, no escucharlos nunca, dar por supuesto que es lo que necesitan. Las promesas nunca llegan o, si llegan, lo hacen con retraso; las promesas son históricas, como el abandono y la falta de oído para las demandas de las mayorías en el país.

Es interesante mirar el profesionalismo de este voluntariado de escucha, porque ellas vivieron su propio proceso de convocatoria, coordinación, intercambio de la propuesta, un proceso de capacitación, el diseño mismo y su ejecución, así como la implementación de las sesiones con el público objetivo. Finalmente, como en toda propuesta que se valora y enriquece, un proceso de evaluación de la experiencia.

La clave para prestar la ayuda fue el conocimiento de los vecinos de la gente de su entorno. Se le pedía a los laicos comprometidos que ubicaran quienes podrían necesitar esta ayuda y empezaron a salir los nombres, las familias más urgidas de atención, las más necesitadas de ser escuchadas, porque tenían un conjunto de emociones a punto de rebasar y que podían estar afectándoles mucho. La fe, sin embargo, ha sido un escudo movilizador y protector durante este proceso y los fieles de Cristo Redentor lo saben muy bien, porque saben quién es su prójimo, lo conocen, se acercan, le tienden la mano.

Los laicos de Cristo Redentor buscan a su prójimo y se acercan, ponen el oído y corazón a cada historia personal.

Una de las técnicas considerada por este grupo ha sido la Primera Ayuda Psicológica (PAP), que consiste en una respuesta humana, de apoyo a otro ser humano que está sufriendo y que puede necesitar ayuda. El objetivo de ésta es brindar ayuda y apoyos prácticos, de manera no invasiva; escuchar a las personas, pero no presionarlas para que hablen; reconfortarlas y ayudarlas a sentirse más calmadas. Orientarlas para que accedan a información, servicios y apoyos sociales; y proteger a las personas de ulteriores peligros. Para esta tarea no necesariamente hay que ser profesionales de la psicología, sino personas de especialidades afines con una enorme disposición para escuchar y acompañar. Los casos más específicos, y a la vez más complejos, sí son derivados a las psicólogas y psicoterapeutas del voluntariado.

¿Qué se propuso y qué se hizo?

Lo presentado tuvo una buena acogida en la comunidad. Se sabía de la necesidad profunda de ser escuchados. Las razones han sido diversas, muchas por las consecuencias de la pandemia, otras por problemas más estructurales e históricos, como la falta de empleo; de otro lado, las propias situaciones familiares, con conflictos, duelos, rencillas, dudas y desencuentros. Es interesante reconocer cómo se han mantenido muchas familias a pesar de los múltiples problemas, reacciones resilientes podríamos decir, que emergen de condiciones difíciles.

Si bien este servicio se propuso a la comunidad y se trabajó en su ejecución, algunos desistieron por varios motivos, temor a expresar sus vivencias, o simplemente porque no tenían para recargar el celular, que fue el medio que les vinculó de oído a oído y de corazón a corazón.

Una capilla que en medio de la periferia anima a los laicos a ser discípulos y misioneros en salida.

Sin embargo, se logró establecer un espacio de escucha y diálogo basados en la confianza, profesionalismo y confidencialidad de la información brindada. Tuvieron la apertura para narrar sus experiencias más dolorosas de este tiempo y también las experiencias pasadas que les han dejado huella.

Las cicatrices de la pobreza son dominantes, pero hay algo que valoran mucho, el peso de la comunidad de fe para sentirse acompañados y auxiliados en caso de necesidad. No se trata sólo de compartir la oración y el mundo espiritual, es justamente lo más concreto de su humanidad y fe que tiende la mano y ayuda, que alienta y fortalece la vida. Reconocen el papel de la comunidad de Cristo Redentor, valoran el soporte comunitario eclesial en sus vidas, y en particular en tiempos de pandemia. Confían en su Iglesia, en su gente, porque siempre han estado con ellos, cual misioneros en salida.

Linda experiencia que va por su segundo grupo de atención, un trabajo desde el corazón, que no tiene costo, pero que deja hablar y ser escuchados, diálogo necesario no sólo por la pandemia, sino que debería ser una constante en la vida de toda persona, familia y comunidad. Comprometerse es algo concreto, tender lazos de solidaridad también, pero hay algo que no podemos dejar de mencionar, que no sólo basta este servicio de escucha sino lograr la consolidación de una red para el abordaje comunitario, es decir, la salud mental de los pobladores es tarea que se comparte en comunidad y es parte de una corresponsabilidad con el prójimo.

La Iglesia está viviendo un tiempo especial de escucha a raíz de la primera Asamblea Eclesial de América Latina y el Caribe a realizarse en el santuario de la Virgen de Guadalupe, en México, del 21 al 28 de noviembre. Ojalá tengan oído de discípulos y sepan escuchar y discernir qué será lo mejor para renovar nuestra Iglesia para el tiempo que viene.

Siendo el Rímac y sus vecinos de los Barrios Altos barrios muy de cantores y bardos criollos, no podemos dejar de recordar que seguramente esta demanda de escucha siempre ha estado presente, y lo recordamos en esa frase del vals Hermelinda, que a lo mejor ya se cantaba y expresaba en el tiempo: “Enferma tengo el alma y herido el corazón”.


Esta crónica ha sido elaborada con base en varias entrevistas a laicos de la capilla de Cristo Redentor y  de la Asociación Servicios Barriales, así como de las personas escuchadas y atendidas por los profesionales voluntarios. En razón de la confidencialidad que es necesario observar en este tipo de situaciones, se ha omitido cualquier referencia a la identidad de todos ellos.