En su reflexión sobre el Evangelio del día (Mt 5, 17-37), el arzobispo de Lima nos recuerda que Jesús quiere invitarnos a entrar por el camino de la vida desde el cumplimiento de una justicia «que no sea estrecha ni mezquina, sino una ‘justicia mayor’ y ancha, con misericordia, rectificando el «espíritu de violencia y ambición que corroe nuestro país». (leer transcripción de homilía)
«Dejémonos de «oídos sordos» al clamor de la gente. No sigamos encerrándonos en decisiones que eternizan a las personas en el poder. Separémonos del odio y hagamos posible, generosamente, un encuentro que no sea un diálogo gaseoso, sino efectivo, especialmente, teniendo en cuenta la amistad con los sencillos», es el llamado del prelado.
Leer transcripción de homilía del arzobispo de Lima.
La Misa de este domingo unió a toda la comunidad cristiana en especial intención por nuestros enfermos y ancianos, que por estos días vivieron la «Semana de la Oración por los enfermos», promovida por la Pastoral de Salud y bajo el acompañamiento de nuestro obispo auxiliar, Monseñor Guillermo Elías.
También se celebró la amistad y el amor, por lo que hubo una notoria presencia de jóvenes y agentes pastorales. Uno de estos jóvenes, incluso, viajó desde Cusco para recibir la bendición de manos de nuestro arzobispo.
Durante la homilía, Carlos Castillo expresó su dolor por la tragedia telúrica ocurrida en Turquia y Siria. De igual modo, manifestó su solidaridad por las inundaciones que afectaron a cientos de familias en Arequipa, así como las duras consecuencias que viene afrontando el pueblo hermano de Ucrania.
«Hemos querido unir nuestras oraciones al deseo profundo de amistad y amor que todos compartimos. El Señor viene en nuestra ayuda, en medio de nuestros sufrimientos personales y sociales, para resucitar en nosotros la capacidad de enamorarnos y de amistarnos con la hondura de su cercanía», reflexionó.
Llenos de la fuerza amorosa del Evangelio.
Monseñor Carlos afirmó que todos podemos dejarnos interpelar e inspirar por la Palabra poética del Señor, como ocurrió con nuestros poetas peruanos, que le cantan al dios que «mustia un dulce desdén de enamorado», y al que por amor «debe dolerle mucho el corazón», el que alienta al plebeyo a amar y que «trémulo de emoción dice así: el amor siendo humano tiene algo de divino”, «amar no es un delito porque hasta Dios amó».
«Nuestros lenguajes peruanos están llenos de la fuerza amorosa del Evangelio – prosiguió el prelado – y es seguro que será mucho más en todas las lenguas del Perú, en el aymara y en el quechua, en el shipivo conibo y en ashaninka, y en todas las infinitas lenguas del Perú».
En alusión al Evangelio de Mateo (5, 17-37), que habla sobre la importancia del cumplimiento de la ley, Monseñor Castillo explicó que el Señor nos llama a un discernimiento y a una decisión libre a partir del reconocimiento y la valoración de los signos que nos llevan por el camino de la vida:
El Señor nos está invitando a traducir cada detalle en el hoy de nuestra vida, realizando un cumplimiento oportuno y adecuado, preciso, inteligente y capaz de vivir plenamente el sentido de vida que posee, y por el cual existe la ley.
Y haciendo eco de las palabras del Nuncio Apostólico, Monseñor Paolo Gualtieri («no hemos de aplicar la ley de la fuerza, sino la fuerza de la ley»), el arzobispo de Lima recordó que la fuerza de la ley es «la fuerza del valor del bien común».
Superar la estrechez de la justicia «menor» y mezquina. Ser «grandes de visión».
En el Evangelio de hoy, el Señor pide no quebrantar los preceptos menores. Y agrega: «Si su justicia no es mayor que la de los escribas y fariseos, no entrarán ustedes en el Reino de los cielos». Es decir, Jesús llama a «superar la estrechez de la justicia ‘menor’ y mezquina que practicaban los escribas y fariseos» sin dejar de cumplirla, pero con un dinamismo que permita «despedirse de la ley de la fuerza» y entrar en el «dinamismo del Reino de Dios».
¿Y cómo se da este dinamismo? «Cuando anchamos nuestro corazón y anchamos nuestra mente, cuando dejamos de ser estrechos, y hacemos eso que muchas veces hemos mencionado en estos años: rec-ti-fi-ca-mos, rectificamos desde la raíz nuestros comportamientos, propuestas, planes, acciones, leyes; aprendemos a ser «grandes» de visión, de corazón, de perspectiva, de actitudes y de acción», aseveró el Primado del Perú.
Los escribas y fariseos se hicieron cómplices de la muerte de Jesús. Su mezquindad los cegó y no pudieron percibir la propuesta de Jesús. No dejaron que la fuerza de la ley les abriera el horizonte y el corazón, y se sectarizaron y fanatizaron. Solo la mirada y el corazón ancho de Jesús abre el camino de la salvación liberadora y de la vida.
El arzobispo reiteró que aún estamos a tiempo de recapacitar y rectificar el espíritu de la violencia y la ambición que está corroyendo nuestro país. «Jesús dice que la Ley no debe ser abolida ¿Para qué? Para que comprendamos su fuerza estremecedora, la razón profunda de su existencia, el fondo más hondo del ¡No matarás!», puntualizó.
Esclarecimiento de las investigaciones y muertes.
En otro momento, el obispo de Lima señaló que es «preciso y urgente» el esclarecimiento de las «más de 60 muertes violentas que aún no han sido suficientemente investigadas, ni se ha asumido responsabilidades, ni reparado a las familias de sus víctimas, ni tomado medidas con los ejecutantes».
Esto también es parte del proceso de rectificación al que todos estamos llamados, especialmente, de nuestras «actitudes de ira y lenguajes de agresiones que favorecen formas distintas de violencia, dejando que se desate en nosotros cólera personal y colectiva». Este «camino de muerte» puede ser rectificado «por medio de procesos de encuentro entre hermanos».
Evitemos seguir agrediéndonos, basta de decir: imbécil, necio, pituco, terruco … actitudes del corazón egoísta y ambicioso que no ve la raíz del «¡No matarás!». La vida del otro vale tanto como la mía.
Monseñor Castillo pidió que toda organización autónoma de base se distancie de toda propuesta violentista y procuradora del caos. «Organicemos entre regiones y regiones, entre comunidades y comunidades, entre generaciones y generaciones, formas de solución de problemas para ayudarnos
Esta rectificación implica un giro fundamental en la forma de gobernar, de legislar, de hacer justicia y de poner orden, y en la forma de vivir la Iglesia y de rezar. En todos los casos, hemos de excluir la violencia, y tenemos que hacer que brille la sabiduría e inteligencia para actuar.
Finalmente, el arzobispo Carlos exhortó a que todos (especialmente las autoridades) asumamos un compromiso de respeto por la vida, la salud, la alimentación, la vivienda y la dignidad de todos. «Nos corresponde a todos los peruanos de a pie, de todas las regiones, organizarnos para una democracia más ancha y justa. También el peruano de base tiene que rectificar cierta pasividad y convertirse en más comunitario y organizador de la vida entre todos», aseguró.
Al término de la Eucaristía se ungió a los enfermos y adultos mayores que acudieron a la Basílica. También se bendijo a los jóvenes y a las parejas de enamorados que participaron de la Santa Misa.