En el marco del Primer Centenario de la Basílica de María Auxiliadora, Monseñor Carlos Castillo, Arzobispo de Lima y Primado del Perú, presidió la Celebración Eucarística de este Domingo XVII del Tiempo Ordinario, junto a sus obispos auxiliares y los padres salesianos: «debemos centrarnos en Cristo, enamorarnos y entregarnos a Él decididamente, en una opción preferencial por los últimos que amó Jesús, y eso nos permitirá redefinir nuestras búsquedas de perlas, de tesoros y de jugosas inversiones, para abrirlas al servicio de las personas que sufren», comentó durante la homilía.
Refiriéndose al Evangelio de Mateo (13, 44-52), Monseñor Castillo explicó que, cuando Jesús dice que el Reino de los Cielos es como un tesoro escondido, está hablando del «amor de Dios que se hace fuerza reinante en el mundo», es un Dios escondido que se revela «desde lo más recóndito de la vida y de la historia del mundo».
En ese sentido, el Señor siempre usa comparaciones humanas, «para representar la grandeza del amor que nos ha traído del Padre, para que toda nuestra vida se vuelva a enderezar hacia ese bien común al cual todos debemos marchar, y que la doctrina social de la Iglesia siempre ha recordado».
Renovar los lazos sociales con aquellos que son marginados y desechados.
Y dirigiéndose a la comunidad salesiana, añadió: «cuando se construyó este templo, la Basílica de María Auxiliadora, los salesianos estaban con los escondidos de este mundo, con los jóvenes, con los trabajadores, con la gente sencilla que busca un oficio, y trataron de servirlos y acompañarlos. Por eso, hoy agradecemos a Don Bosco todo el esfuerzo de renovar los lazos en medio de la sociedad, especialmente con aquellos que siempre son marginados y desechados».
María es el auxilio inagotable, que ya desde siglos como devoción, acompañó a quienes necesitaban la ayuda, y que Don Bosco supo recoger para irradiar desde este templo, la experiencia de amor de Dios que todos necesitamos tener para salvarnos.
Centrarnos en Jesús para vivir el camino del amor.
«El Reino de Dios se expande silenciosamente como un tesoro escondido, y requiere que nosotros, así como ponemos la pasión en las perlas finas y en los tesoros, nos centremos, fundamentalmente, en el tesoro escondido más grande que es Jesús, que nos mostró y nos dio su Espíritu para que vivamos el camino del amor, como Él lo vivió en el silencio de la cruz», recalcó el Arzobispo de Lima.
El Señor no nos impide buscar apasionadamente perlas finas y tesoros, pero se pone como ejemplo para que, encontrando el Reino de los Cielos en el amor, redefinamos nuestras pasiones y ambiciones.
«Sería lindo que todos nosotros, que compartimos el pan cada día en nuestra casa, y queremos alimentarnos para fortalecernos y defendernos del Coronavirus, separemos una buena parte de lo que tenemos para compartirlo con quien no lo tiene. Estamos viviendo una situación dura pero linda a la vez, porque tenemos muchos ejemplos en nuestro país donde se comparte, inclusive cuando a uno le falta el pan de la boca», afirmó Monseñor Castillo.
El Reino de Dios crece porque somos solidarios.
El Primado del Perú reiteró la importancia de vivir en el amor de Dios, compartiendo todo aquello que buscamos ambiciosamente, «para que redefinidos, no como ambiciosos sino como esperanzados, hagamos posible que haya paz y tranquilidad en la vida de todos: de las mujeres que son perseguidas y asesinadas; de los jóvenes que tratan de progresar; y en los trabajadores que tienen necesidad de estabilidad y la han perdido».
Hemos de ayudarnos, mutuamente, a que el Reino de Dios crezca porque somos solidarios, y para eso necesitamos la sabiduría, un cristianismo sabio que tenga un corazón inteligente. No hay que negar la pasión, no hay que negar la sensibilidad, pero hay que orientarla, para hacerla capaz de realizar lo que Jesús vino a hacer en esta tierra, y desde lo escondido, transformarnos con delicadeza y profundidad.
«Que Dios bendiga la vida de los salesianos, el ejemplo que han dado, y que podamos continuar su misión en nuestra arquidiócesis, en esencial con los más jóvenes, que son los que tendrán el futuro en sus manos, y a quienes debemos ayudar para que ese futuro sea de paz, de solidaridad, de justicia y de amor, aún cuando estamos en la adversidad, en la pandemia, en el dolor y en el desastre. Que Dios nos ayude en este camino y María sobre todo nos auxilie», finalizó.