En la Solemnidad de Santo Toribio de Mogrovejo, Monseñor Carlos Castillo afirmó que, inspirados en el testimonio de nuestro santo Patrón, encaminemos nuestra vocación y misión hacia una Iglesia sinodal en un mundo sinodal: «No se trata de imponer órdenes, sino de anunciar el Evangelio y traducirlo según las circunstancias», manifestó en su homilía.
La Eucaristía celebrada en el Seminario Santo Toribio, contó con la presencia del sr. Nuncio Apostólico en el Perú, Monseñor Paolo Rocco; los obispos auxiliares de Lima, nuestro clero arquidiocesano; el rector del Seminario, Padre Guillermo De Jesús Acero; y el obispo auxiliar emérito de Valencia, Monseñor Javier Salinas.
Leer transcripción de homilía del arzobispo de Lima
La Solemnidad de Santo Toribio es una ocasión especial para reflexionar nuestra vocación. Con estas palabras, Monseñor Castillo ha recordado que, como Iglesia de Lima, tenemos que desarrollar nuestra dimensión misionera para acercarnos a las situaciones del mundo con la misma sensibilidad que tuvo Toribio.
El arzobispo de Lima ha recordado las actitudes de humildad y sencillez de Santo Toribio desde el momento de su nombramiento, sintiéndose indigno y hasta inepto para ocupar el cargo que el rey Felipe II le había conferido. Por eso, cuando asumió el obispado de Lima, no lo hizo por interés o ambición, sino para pastorear a sus ovejas. «En Toribio no hay una humildad de apariencia, lo que hay es el reconocimiento que sólo a través del sacrificio y la entrega generosa, vale la pena asumir la realidad», expresó el Prelado.
Este criterio de dejarse interpelar por la realidad es el mismo modo de actuar de Dios, que envío a su Hijo para que la humanidad comprendiera que nos acompaña en nuestros avatares y nunca nos abandona:
«Dios no crea el mundo fuera de sí y lo arroja a su suerte (deísmo), como diría César Vallejo en los “Dados eternos” (“en el pozo de inmensa sepultura”). Tampoco es el Dios que se anonada y luego desaparece (panteísmo). La Iglesia siempre afirmó el pan-en-teísmo. Es la creación acompañada por un Dios que nos rodea por todas partes y dentro del cual estamos. Y sólo nacemos al Reino de Dios, no salimos del útero materno de Dios, crecemos en Él», explicó.
Una Iglesia sinodal para un mundo sinodal
Dirigiéndose al clero de Lima, Monseñor Castillo sostuvo que estamos llamados a renovar nuestra vocación desde un sentido de conversión y de encuentro, acercándonos a la gente, respondiendo a las situaciones con creatividad: «Todos debemos desarrollar ampliamente nuestra vocación. La vocación la da Dios, no el obispo. Nadie le debe nada al obispo, la deuda es con el Señor y la Iglesia», precisó.
El Dios sinodal creó una Iglesia sinodal para un mundo sinodal de hermanos que se sepan tratar. Nuestra tarea es saber disponernos a ese misterio, respetarlo y saberlo vivir.
Al término de la Eucaristía, el clero de Lima, los obispos y seminaristas, acompañaron en procesión y llevaron entre hombros las reliquias de Santo Toribio.