En el cuarto domingo de Adviento, el Evangelio nos presenta la escena de la Anunciación, El Papa en su alocución previa al Ángelus afirmó que, Dios está para nosotros, se nos ofrece como nuestro refugio y cobijo. “ven bajo mi sombra, quédate conmigo”.
El ángel, para explicar a María cómo concebirá a Jesús, le dice: «El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y la fuerza del Altísimo te cubrirá con su sombra». En su alocución previa al rezo mariano del Ángelus en la Plaza de San Pedro, el Papa Francisco reflexiona sobre lo que representa esta imagen, Dios que cubrirá a la Virgen con su sombra.
Para ello, Francisco recuerda que, en la tierra de María, perennemente soleada, una nube pasajera, un árbol que resiste a la sequía y ofrece cobijo, una tienda hospitalaria brindan alivio y protección.
En estas navidades, dijo, mientras vemos a parientes y amigos, si sabemos de alguien que las pasará solo, Francisco nos pregunta si podríamos ser una sombra que repara, una amistad que consuela, para las personas solas y necesitadas. «Pensemos en todos, pensemos en los marginados, en los que estos días están lejos de la alegría de la Navidad. Pensemos en todos con la bondad de Dios. Recuerden esta palabra: la bondad de Dios».
Espíritu Santo: una sombra, un don que restaura
La sombra es un don que restaura, afirmó el Papa, “y el ángel describe precisamente así el modo en el que el Espíritu desciende sobre María, el modo de hacer de Dios: actúa como un amor gentil que abraza, fecunda y custodia, sin hacer violencia, sin herir la libertad”.
Seguidamente, el Santo Padre recordó que la Biblia presenta una imagen recurrente de la sombra que protege:
“Pensemos en la nube que acompaña al pueblo de Dios en el desierto (cf. Ex 13,21-22), o en la planta que con su ramaje protege del sol al profeta Jonás (cf. Gn 4,6-11), o de nuevo en la sombra del Omnipotente que custodia a quien le es fiel, de la que hablan los Salmos (cf. Sal 91,1)”.
Dios está para nosotros, es nuestro cobijo, nuestro refugio
La sombra habla, en suma, de la gentileza de Dios. Es como si Él dijera a María, pero también a nosotros, señaló Francisco: “Estoy aquí para ti y me ofrezco como tu refugio y tu cobijo: ven bajo mi sombra, quédate conmigo”.
Así se comporta el amor fecundo de Dios. Y ese amor lo podemos experimentar cada uno de nosotros, cuidando a los demás con amabilidad, entre nosotros. “Dios ama así y nos llama también a nosotros a hacer lo mismo: acogiendo, protegiendo y respetando a los demás”.
Cuidarnos, atendernos que nadie pase estas fiestas solo
Mientras celebramos las fiestas navideñas, encontraremos a parientes y amigos que tal vez no veíamos desde hacía tiempo, pero también habrá más de alguno que pasará las fiestas solo. Al respecto, Francisco nos invita a que atendamos al otro “de manera delicada y discreta: escuchando, acompañando, visitando, haciéndonos también nosotros para los demás “sombra del Altísimo”. Preguntémonos entonces, en la víspera de Navidad: ¿Deseo dejarme envolver por la sombra del Espíritu, de la dulzura y de la mansedumbre de Dios, haciéndole un sitio en el corazón, acercándome a su perdón, a la Eucaristía?”.
Y después: ¿Para qué personas solas y necesitadas podría ser una sombra que repara, una amistad que consuela? El Pontífice concluyó su alocución pidiendo a María que nos ayude a ser abiertos y acogedores ante la presencia de Dios, que con mansedumbre viene a salvarnos.