En el V domingo de Cuaresma, Monseñor Carlos Castillo afirmó que el Señor ha venido a este mundo para mostrarnos que la verdadera gloria está en el compartir con los demás, donando nuestra vida por amor, como lo hizo Jesús en la Cruz. «Pidamos a Dios que nos llene de fecundidad y generatividad, sobre todo, a quienes estamos al frente de la dirigencia nacional, para que recordemos que estamos para servir y no servirnos del pueblo», aseveró. (leer homilía)
Al frente de la imagen del Señor Crucificado del Rímac, el arzobispo de Lima anunció que, durante esta Semana Santa y todo el tiempo de Pascua, las parroquias de nuestra jurisdicción se convertirán en centros de acopio para recibir las donaciones de víveres y menestras que se compartirán con las madres de las ollas comunes.
Monseñor Castillo inició su homilía recordando la promesa de la nueva alianza que Dios comunica al profeta Jeremías (31, 31-34), alianza sellada por Jesús, que nos muestra el verdadero rostro de un Dios que nos acompaña y es generoso con la humanidad. Esta alianza no se basa en los holocaustos ni sacrificios, sino en el amor gratuito de un Padre capaz de perdonar nuestras culpas y errores.
Más de 20 siglos después, esta revelación de Dios con la humanidad todavía es difícil de comprender, sobre todo, cuando «nos hacemos imágenes de Dios» y corremos el riesgo de «endiosarnos» por tener un mínimo de poder. «A veces, nos formamos ideas de Dios que son a imagen y semejanza nuestra, pero que no son reflejo de la misericordia del Señor, dispuesto a dar su vida por amor», expresó el arzobispo.
Jesús, por tanto, acepta el camino de una condena injusta como consecuencia de ese anuncio de amor y perdón para liberarnos de «esta imagen terrorífica de un Dios vengativo que busca infundir el miedo y la destrucción del mundo». Dios quiere promovernos y ayudarnos a reconocer nuestros límites y pecados, y así comprender el misterio de que «solamente con el amor podemos ser plenamente humanos y felices».
En ese sentido, el Evangelio de hoy (Jn 12, 20-33), nos presenta a Jesús anunciando que «ha llegado la hora de que el Hijo del hombre sea glorificado», en alusión al difícil camino que le espera. Pero, ¿cómo es posible que, en el sufrimiento de la Cruz, se produzca la gloria? El Señor ha venido para mostrarnos que la «gloria se manifiesta en toda acción de entrega desinteresada y sacrificio de amor». Eso nos ha sido revelado por el «Dios crucificado, el Mesías ‘derrotado’ que amó al mundo hasta el extremo y dio su vida».
Si seguimos el mismo camino del Señor, quizás, no veremos muchos éxitos ni glorias inmediatas, pero veremos la gloria verdadera, que es la gloria del amor pleno de la felicidad.
Al acercarse la Semana Santa, el obispo de Lima explicó que «la gloria verdadera está en el compartir y dar», ayunando de todo aquello que nos impide desarrollarnos como país, de nuestras indiferencias y egoísmos. «No hay mejor ayuno que el poder compartir nuestro pan y ayunar», precisó.
La gloria verdadera es la fecundidad y la generatividad. Estemos dispuestos a cambiar, reconociendo que el Señor nos invita a servir desde esa gloriosa Cruz.
En otro momento, el Monseñor Castillo sostuvo que nuestra historia peruana también está repleta de tantos sacrificios por amor, desde los mártires que dieron su vida por nuestra Patria, hasta las madres de las ollas comunes que se sacan el pan de la boca para llevarles el alimento a sus hijos. Por eso, el Prelado hizo un llamado a la organización de todas las parroquias de Lima para generar espacios que sean centros de acopio de alimentos y apoyar a las ollas comunes de los cerros de la ciudad.
El Primado del Perú ofreció la Eucaristía de este V domingo de Cuaresma por el pueblo hermano de Haití, para que pueda recuperarse y reconstituir sus instituciones.
La Santa Misa en la Catedral de Lima contó con la presencia de la Hermandad del Señor Crucificado del Rímac, representantes de grupos de artesanos peruanos, representantes de la ex Guardia Republicana y el Coro Juvenil Arquidiocesano.