Luis Caldas, Diego Ordoñez y Manuel Yataco fueron ungidos en el sacerdocio en una emotiva celebración presidida por Monseñor Carlos Castillo. Reunidos en la Catedral de Lima, los tres jóvenes diocesanos recibieron el abrazo de nuestro clero de Lima, obispos, familiares, amigos y comunidades parroquiales.
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Nuestra Arquidiócesis se renueva con la llegada de tres nuevos sacerdotes a la Iglesia misionera y sinodal. La catedral limeña congregó a las comunidades parroquiales que acompañaron el camino de los diáconos Luis Caldas, Diego Ordoñez y Manuel Yataco. Desde grupos representativos del Cerro San Cristobal hasta Chorrillos, incluyendo una delegación de la Parroquia de Requena que, junto a su obispo, Monseñor Alejandro Wiesse, celebraron la ordenación presbiteral de nuestros tres hermanos diocesanos.
Durante su homilía, el arzobispo Carlos Castillo explicó que, cuando recibimos el orden sacerdotal o cualquier otro sacramento, «asumimos la experiencia sacramental» y «emergemos a la vida igual que cuando fuimos engendrados y nacemos». Por eso, los sacramentos son parte del proceso de la vida de las personas y de una Iglesia fecunda, no estéril:
«Estamos alegres porque no pertenecemos a una Iglesia estéril, sino a una Iglesia que genera la salvación de Dios al interior de la vida humana, y que tiene en cuenta profundamente la vida humana», reflexionó.
El obispo de Lima señaló que el camino de la salvación «es un camino generativo de vida» que consiste en irradiar el amor de Dios en medio de las circunstancias, en el corazón de nuestra humanidad. Y eso es lo que nuestros jóvenes sacerdotes han hecho durante todo este tiempo: «crecer en esta Iglesia y asumir el aspecto de la responsabilidad misionera y presbiteral».
Salir de los «esquemas parametrados» y aceptar el desafío de la realidad.
A ejemplo de Santo Toribio de Mogrovejo, que transparentó al Señor acompañando a los más débiles y sumergiéndose en los problemas de sus ovejas, el arzobispo de Lima se dirigió a nuestros tres hermanos sacerdotes para recordarles que estamos llamados a «salir de los esquemas parametrados» que nos impiden responder a las necesidades de la gente.
El Monseñor Carlos sostuvo que para ser pastores de la Iglesia debemos aceptar el desafío de la realidad y superar las ideas arraigadas de que los sacerdotes son intocables y puros. «Jesús, que era puro, se bautizó en la cola de los pecadores para compartirnos la gracia de su amor gratuito», aseveró.
Una Iglesia de pecadores en conversión
En un mundo con demasiados problemas, la Iglesia tiene que «mezclarse y sentir como la gente», porque la Iglesia no está compuesta por «marcianos ni extraterrestres», sino de «personas que aterrizan y viven los problemas de todos, porque somos pecadores en conversión y el Señor nos va sacando el pecado a través del amor».
Tenemos que aprender a sintonizar con el Espíritu Santo que vive en el mundo. Francisco nos pide que seamos pastores con olor a oveja, olor de pueblo sencillo. Aprendamos a recoger los «rastros» del Espíritu en nuestra humanidad.
Ante la mirada atenta de los tres nuevos sacerdotes de nuestra Arquidiócesis, el arzobispo Castillo expresó sus mejores deseos en esta nueva etapa de sus vidas como pastores del Pueblo de Dios:
«Que Dios los bendiga y el Espíritu los ilumine en todo el camino precioso que van a hacer. Gracias por su entrega generosa, gracias a las comunidades que los han acompañado y, sobre todo, a sus padres y familias que permitieron que ustedes puedan ofrecer el testimonio de sus vidas para el bien de la humanidad y del Perú».
La Misa de ordenación celebrada en Catedral de Lima contó con la presencia de Monseñor Alejandro Wiesse, obispo de la diócesis hermana de Requena; además de los obispos auxiliares de Lima: Monseñor Guillermo Elías y Monseñor Juan José Salaverry. También estuvo nuestro clero de Lima, el rector y los jóvenes del Seminario Santo Toribio de Mogrovejo.