Iglesia de Lima: ¿Qué hemos aprendido?

Aunque la Pandemia no ha terminado, el 2020 ha sido un año de aprendizajes para nuestra Arquidiócesis de Lima, un llamado a la fraternidad, a la conversión pastoral y social. Por eso, desde la Oficina de Prensa del Arzobispado de Lima, queremos compartir esta breve reflexión que expresa nuestro deseo de continuar el camino de aprendizaje y esperanza de una Iglesia sinodal, para que, unidos a todos los peruanos de esta ‘tierra ensantada’, resucitemos como Perú ¡Ahora!

Este año hemos sido testigos de los esfuerzos de nuestra Arquidiócesis de Lima para actuar en favor de los descartados de nuestra sociedad, acompañarlos, escucharlos y acogerlos. Sí, nuestro país enfermó y se hizo más pobre, pero nuestro corazón más ancho y generoso.

Asamblea Sinodal: el punto de partida de un año duro.

Fruto del proceso de diálogo y de escucha de la Asamblea Sinodal en enero de 2020, Monseñor Carlos Castillo publicó su Carta Pastoral para la Iglesia de Lima, un documento dirigido a todas las generaciones, incluyendo creyentes y no creyentes.

La Carta Pastoral trazó el camino misionero que nuestra Arquidiócesis realizará en los próximos años, e introdujo una serie de propuestas abiertas con el fin de “construir una Iglesia que nace en diálogo con el mundo”. Este fue el inicio de un largo aprendizaje que se acentuó con la llegada de la Pandemia.

Parroquias Misioneras y Solidarias: el camino de la conversión pastoral y social.

El confinamiento conllevó a que pensemos en nuevas formas de acompañar a los más vulnerables. Y mientras vivíamos una Semana Santa inédita, «encerrados en casa» pero unidos espiritualmente, nuestras comunidades de laicos se organizaron junto a Cáritas Lima para llevar ayuda humanitaria a las zonas más pobres y afectadas, preparar ollas comunes en los cerros de la ciudad, juntar menestras o recaudar fondos para conseguir oxígeno.

Fue así que se gestaron las parroquias misioneras y solidarias como parte del proceso de un camino de conversión pastoral, social y humana. La Iglesia trabajó en constante diálogo con las instituciones gubernamentales para brindar una mejor asistencia, responsable y preventiva.

Por otro lado, la Pastoral de Salud de la Arquidiócesis de Lima se organizó para acudir a los hospitales de nuestra ciudad y llevar una palabra de esperanza y aliento. Laicos de diferentes partes nos enseñaron con sus testimonios de vida y entrega, que también es posible evangelizar desde el servicio.

Con el Señor de los Milagros, resucitemos como Perú ¡Ahora!

Llegado octubre, el Papa Francisco envió un fraterno saludo al pueblo peruano por el mes del Señor de los Milagros. Aunque la procesión fue suspendida, las calles de la ciudad se revistieron de morado, y aprendimos a «cargar» al Cristo Moreno en nuestros corazones, dando testimonio de vida.

El año también nos dejó dos momentos inolvidables. Por primera vez, en sus más de 400 años de historia, la Basílica Catedral de Lima se convirtió en un mural fotográfico en homenaje a nuestros muertos por el Covid-19. En este marco de reflexión y unidos a las diócesis hermanas de Lima y Callao, en noviembre oramos por el cese de la Pandemia desde la Plaza Mayor.

Gracias a este camino fecundo, y en palabras de nuestro Arzobispo de Lima, hemos iniciado con esperanza el camino de una Iglesia sinodal, «constituida, básicamente, por aquellos que están para servir y no para ser servidos. Por eso, nos unimos a todos los que son servidores, a los que se unen al gran sufrimiento de la gente para consolarla, alentarla y decirle que nuestro Dios se propuso cambiar el rostro egoísta de la humanidad por el rostro amoroso de una humanidad hermana»

Iglesia de Lima ¿Qué hemos aprendido?

En medio del dolor por la pérdida humana
y la crisis sanitaria de una nueva Pandemia,
en nuestro país renació también la esperanza.

Y aprendimos…

A pesar del confinamiento y el distanciamiento físico,
aprendimos a estar más «cercanos y hermanados».

Aún con los templos cerrados y sin misas presenciales,
aprendimos que evangelizar desde el servicio
y el testimonio son cosas esenciales.

De nuestras parroquias misioneras y solidarias,
aprendimos que el camino de una conversión
es también pastoral, social y humana.

Y juntando menestras y víveres,
aprendimos a unirnos a Cáritas
para preparar las ollas comunes.

Sin andas ni procesiones en octubre,
aprendimos que al Señor de los Milagros
lo podemos llevar «cargado» en nuestros corazones.

Y unidos a las diócesis hermanas en la Plaza Mayor,
oramos por los muertos que se fueron
sin poder decir adiós.

Como sucedió en la primera Navidad,
aprendimos a vivirla con profundidad,
sabiendo que Jesús también nace
en el silencio y en la soledad.

A puertas del Bicentenario,
queremos seguir este camino de aprendizaje y esperanza
de una Iglesia sinodal, para que,
unidos a todos los peruanos en esta ‘tierra ensantada’,
resucitemos como Perú ¡Ahora!